En un continente latinoamericano mutante, la segunda
vuelta electoral del domingo 2 de abril en Ecuador marcará rumbos. Aunque el
tema internacional está prácticamente ausente en la campaña, los resultados
marcarán tendencias y reforzarán alianzas continentales. Una entrevista con el
sociólogo François Houtart.
Sergio Ferrari* / Para Con Nuestra América
Francois Houtart. |
Si gana Lenin Moreno del oficialista partido Alianza PAIS
saldría reforzado el proyecto integrador regional. Si fuera ungido presidente
el banquero Guillermo Lasso, candidato de la opositora alianza CREO - SUMA, el
país sudamericano pasaría a reforzar el polo continental pro-neoliberal,
alineado detrás de Michel Temer en Brasil y Mauricio Macri en Argentina.
En la primera vuelta del pasado 19 de febrero, aunque
Moreno obtuvo 1 millón de votos más que Lasso, por escasas décimas no logró el
40% que le hubiera abierto la puerta imperial para continuar la línea impulsada
en los últimos diez años por Rafael Correa en la presidencia.
Logros cuantificables
Los resultados del próximo domingo podrán ser entendidos
como un plebiscito -positivo o negativo- sobre los progresos promovidos por
Rafael Correa y su proyecto de “Revolución Ciudadana”. En particular en lo
social, y en el desarrollo de obras públicas -carreteras, puentes, aeropuertos
etc. En un país de cerca de 14 millones
de habitantes, logró reducir en un 6 % la pobreza y sacar de la miseria extrema
a casi 2 millones de sus compatriotas. Se dieron avances significativos en la
atención médica pública y se contabilizaron 1 millón 200 mil nuevos
estudiantes.
En síntesis, “logros reales pero limitados en cuanto a su
contenido. No tuvieron suficientemente en cuenta muchos aspectos, como el ritmo
de las transformaciones culturales, la erosión de la soberanía alimentaria y
los costos ambientales”, señala el religioso y sociólogo belga François
Houtart, quien desde hace seis años reside en Quito y trabaja como profesor
universitario y asesor de movimientos sociales.
A pesar de su relación de amistad con el presidente
Correa, Houtart no mide sus críticas al actual modelo. “Son cifras que indican
avances cuantitativos en la perspectiva de modernizar la sociedad, pero sin
transformarla de fondo”, señala Houtart en entrevista telefónica.
Se dio, por ejemplo, una ausencia total de políticas
agrarias: “no hubo ni reforma agraria ni políticas campesinas” enfatiza el
fundador del Centro Tricontinental (CETRI) en Lovaina y de su prestigiosa
publicación Alternatives Sud. Y hace referencia a un estudio del 2013 que
indicaba un 44% de pobreza en las zonas rurales y un 19.5 % de pobreza extrema.
El actual Gobierno impulsó, por el contrario, una agricultura moderna de
monocultivos de exportación que destruye los bosques y expulsa a los campesinos
de sus tierras. En síntesis, “no hubo durante estos años un proyecto de
transformación fundamental de la sociedad sino una modernización del
capitalismo”. Si al principio se podía pensar que se trataba de un socialismo
del siglo XXI, se introdujo paulatinamente una “restauración conservadora”
dentro del proyecto mismo. La crisis provocada por la caída de los precios de
las materias primas aceleró la regresión, privilegiando los intereses del
mercado.
Desilusión y “alineación política”
Una parte de los movimientos sociales -entre ellos
organizaciones indígenas- y de fuerzas de izquierda que originariamente
apoyaron al proceso, “se sienten profundamente decepcionados”.
Cuando el Gobierno vio que esos movimientos le daban la
espalda decidió crear nuevas organizaciones sociales que respondían a su
proyecto. Se dio así una fractura político-social muy profunda que sigue
marcando la realidad social del país y que tiene una influencia en el
comportamiento electoral de unos y otros, explica Houtart.
Algunos de esos sectores “prefieren ahora darle su voto a
Lasso y no a Moreno. Optan por apoyar a un representante del gran capital
financiero, argumentando que en todo caso la situación no cambiaría demasiado”.
Al mismo tiempo, reflexiona, Lasso promovió un discurso astuto. Prometió la
amnistía para algunos dirigentes sociales presos; el abandono de juicios
abiertos contra líderes indígenas. Se comprometió a no autorizar la actividad
minera sin consulta previa con los pueblos originarios, principio ya inscrito
en la Constitución, pero no siempre respetado.
Se da una “verdadera alienación política de esos sectores
sociales e indígenas que van a votar contra sus propios intereses más por
argumentos afectivos que razonables”, enfatiza Houtart. Algunos piensan que va
a ser más fácil luchar contra la verdadera derecha, que, contra la derecha
maquillada como izquierda, enumera. Subjetivamente, son sectores que han
sufrido y viven una gran decepción hacia el modelo de Correa, lo que define una
situación muy compleja, por momentos inexplicable y de muy difícil recuperación
o reconstrucción, sintetiza Houtart con cierto escepticismo sobre el futuro.
Y se distancia parcialmente de algunos de esos
argumentos: “no estoy de acuerdo que Correa esté estableciendo el
neo-liberalismo”. Su proyecto es, como sucede en otros países de la región,
post-neoliberal, aunque no post-capitalista. Un capitalismo moderno que integra
también como importante la lucha contra la pobreza. Pero que, incluso, aumenta
los niveles de deuda externa a niveles semejantes al 2007 fecha cuando llegó al
Gobierno.
Crisis conceptuales
Con el paso del tiempo Correa priorizó su rol de líder
carismático. Trató de instrumentalizar los movimientos sociales-o creó otros
paralelos-, impulsó una comunicación intensiva desde arriba e incluso
criminalizó una parte de la protesta social.
Todo esto al tiempo que mantenía su discurso progresista
original, lo que complica, muchas veces la comprensión de lo que se debate en
torno al segundo turno electoral. Se presenta, argumenta Houtart, como una
lucha entre la izquierda y la derecha tradicional. Cuando en realidad se trata
de un combate entre la derecha oligárquica tradicional, apoyada por el imperio,
-expresada en el candidato Guillermo Lasso, que busca desesperadamente
recuperar el poder político- y una derecha moderna en alianza con actores de
izquierda en su mayoría provenientes de los movimientos sociales de los años
70.
En paralelo, los movimientos sociales tradicionales,
confrontan una crisis profunda como en otras regiones del mundo. Perdieron la
visión estratégica de una transformación profunda de la sociedad y entraron de
lleno en el juego político electoral a corto plazo, concluye.
*En colaboración con el periódico suizo Le Courrier y
E-CHANGER, organización de cooperación solidaria
1 comentario:
muy romántico el articulo, faltan algunos aspectos importantes como la corrupción, el sobre-dimensionamiento de la burocracia, el abuso de poder, la explosión del endeudamiento, la disminución de emprendimiento esencial a cualquier sociedad, la situacion critica de la seguridad social, no podemos vivir de prestamos chinos, el petroleo esta vendido para años y la pseudo revolución ciudadana sigue prometiendo casas gratis, bonos..... un poco de realismo y honestidad por favor!
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