No es poco significativo
que, de acuerdo a un documento filtrado de la Embajada de los Estados Unidos en
Ecuador, Lasso informó a los funcionarios diplomáticos de sus esfuerzos por
organizar una oposición empresarial al gobierno de Correa en 2007. Si hubiese
evidencias así de contundentes respecto a las relaciones entre Rusia y Donald
Trump, esto significaría el fin de su presidencia.
La soberanía nacional es
un bien infravalorado en el mundo de hoy, especialmente en los medios internacionales,
donde las perspectivas de Washington y sus aliados mayormente prevalecen. Esto
es cierto respecto a temas tanto políticos como económicos, y las consecuencias
pueden ser particularmente fuertes para una región como Latinoamérica,
tradicionalmente considerada por los funcionarios estadounidenses como su
“patio trasero”.
La próxima elección en
Ecuador está siendo observada y disputada por fuerzas que tienen visiones
opuestas en este asunto. A la izquierda se encuentra la apuesta presidencial
del anterior vicepresidente Lenín Moreno y su partido — el cual ha ganado ya la
mayoría en la Asamblea — Alianza PAIS (Patria Altiva i Soberana, AP). Al igual
que los otros partidos de izquierda que llegaron al poder durante el giro hacia
la izquierda que arrasó en la región a inicios del siglo XXI, AP valora la
soberanía nacional y la autodeterminación. Sus líderes, así como sus activistas
y la mayor parte de su base electoral, entienden que el progreso alcanzado
durante la última década hubiese sido imposible si el gobierno del presidente
Rafael Correa hubiese seguido las recetas económicas de Washington.
Dicho progreso incluyó la
reducción de la pobreza en un 38%, y de la extrema pobreza en un 47%. La
desigualdad se redujo también substancialmente: La ratio de los ingresos del
10% más rico con respecto al más pobre se redujo, de 36 en 2006 a 25 en 2012.
El crecimiento anual de ingresos por persona se incrementó desde el 0.6% de los
26 años anteriores al 1.5%. También el acceso a salud y educación aumentó notablemente,
con una inversión en educación superior ascendiendo de 0.7% a 2.1% del PIB —
más de lo invertido incluso en muchos países de altos ingresos. En general,
hubo el doble de inversión social, y la inversión púbica con respecto al PIB
fue más que duplicada.
Para alcanzar estos
objetivos, el gobierno tuvo que re-regular el sector financiero, gravar la fuga
de capitales, exigir a los bancos la repatriación de la mayor parte de sus
activos líquidos en el extranjero y hacer del Banco Central un integrante más
del equipo económico del ejecutivo — entre otras reformas económicas. Sin el
Estado actuando ahora por el interés público en lugar de en nombre de los
banqueros ecuatorianos y los ciudadanos más ricos, Ecuador no hubiese alcanzado
la mayor parte de los avances de la última década.
El retador, el
ex-banquero Guillermo Lasso, propone el tradicional programa de derecha
consistente en rebajas tributarias para los ricos y reducciones de gastos aun
mayores, orientadas a disminuir el déficit presupuestario. Se compromete a
reducir el rol del Estado en la economía, que fue en realidad muy importante
para los avances de la última década, argumentando que el “libre mercado” es la
clave para desencadenar el potencial económico del país. También ha prometido
recuperar la autonomía del Banco Central, lo que lo convertiría más en un
instrumento de los grandes banqueros, como el que el mismo Lasso fue en su
momento de gloria hacia el final de los noventa (cuando la economía naufragó
debido a un colapso bancario).
Lasso también admitió ser
dueño de un banco en Panamá, que se dedica principalmente a facilitar la fuga
de capitales desde Ecuador. Se trata de un gran tema de soberanía nacional para
Ecuador, ya que la mayoría de los votantes acaban de aprobar (en las elecciones
del 19 de febrero) una propuesta de ley para prohibir que personas con cargos
públicos tengan dinero en paraísos fiscales.
Todo esto sería un mal
presagio bajo cualquier circunstancia, pero la falta de respeto por la
soberanía nacional significa que si la economía se mete en problemas — lo cual
es probable, dados los recortes presupuestarios propuestos — Lasso
probablemente recurriría al FMI en busca de un préstamo. Aquello significaría
el fin de la duramente ganada soberanía del Ecuador en política económica, y
una cantidad de “reformas estructurales” definidas en Estados Unidos que Lasso
y sus aliados estarían ansiosos por implementar.
No es poco significativo
que, de acuerdo a un documento filtrado de la Embajada de los Estados Unidos en
Ecuador, Lasso informó a los funcionarios diplomáticos de sus esfuerzos por
organizar una oposición empresarial al gobierno de Correa en 2007. Si hubiese
evidencias así de contundentes respecto a las relaciones entre Rusia y Donald
Trump, esto significaría el fin de su presidencia.
Ya sabemos cómo fueron
las décadas de reforma estructural promocionadas en el pasado por Washington:
casi cero crecimiento en ingresos por persona en el Ecuador durante un total de
dos décadas (1980–2000). Podemos ver también el desempeño de los nuevos
gobiernos de derecha, apoyados por Washington, en Argentina y Brasil. Ha pasado
casi un año desde que el corrupto de derecha Michel Temer tomó el poder
mediante un “juicio político” — que muchos expertos han tildado de golpe debido
a la ausencia de una verdadera causal de destitución. La depresión más larga de
la historia del Brasil ha continuado agudizándose durante el último
cuatrimestre de 2016, con niveles récord de desempleo y sin fin a la vista. La
inversión continúa cayendo a pesar de — o mejor debido a — la austeridad y los
recortes presupuestarios, que supuestamente habrían de entusiasmar a los
inversores, incluso si al mismo tiempo hundieron la economía.
En Argentina, recesión y
un 40% de inflación, así como devastadores incrementos de precios en los
servicios públicos, han llevado a millones de argentinos a cambiar de opinión
respecto al presidente de derecha que la mayoría eligió en diciembre de 2015.
Como Lasso y Temer, el presidente argentino Mauricio Macri es un protegido de
Washington. Cables diplomáticos filtrados de 2009 lo muestran pidiendo a
funcionarios estadounidenses un tratamiento más duro contra el gobierno
Kirchner en Argentina. Ahora esta gente tendrá como sus aliados más cercanos a
Donald Trump y a extremistas republicanos en el Congreso de los Estados Unidos,
gente como el senador Marco Rubio, quien con gusto destruiría Ecuador para
salvarlo.
Sin duda este no será el
mejor momento para que Ecuador devuelva a Washington su duramente ganada
soberanía nacional.
Traducción
de Jorge Enrique Forero.
Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política
(Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C. y
presidente de la organización Just Foreign Policy. También es autor del nuevo libro
“Fracaso. Lo que los ‘expertos’ no entendieron de la economía global” (2016,
Akal, Madrid).
Artículo
publicado en inglés por The Hill, el 19 de marzo 2017.
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