En
Guatemala se asiste a un Estado de espalda a las necesidades reales de su
población. Un Estado que reprime, que viola en la práctica lo que declara en su
Constitución, que beneficia a unos pocos en detrimento de las grandes mayorías.
El Estado, en ese sentido, se constituye en el principal violador de los
derechos mínimos y elementales de su gente.
Desde Ciudad de
Guatemala
La
reciente muerte de 40 jóvenes en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, en
Guatemala, instancia pública regenteada por la Secretaría de Bienestar Social,
abrió una visión crítica de la situación de la sociedad y del Estado: ¿quién
mató a estas adolescentes: el fuego, un carcelero irresponsable o un Estado
neoliberal ineficiente, heredero del Estado-finca que ha venido caracterizando
a la nación desde sus albores, defensor de los grandes grupos agroexportadores
e inexistente para las necesidades populares?
Ello
lleva a preguntar: ¿por qué una sociedad es como es? En este caso: ¿por qué
esta sociedad tiene 60% de su población bajo el límite de la pobreza, 20% de
analfabetismo, machismo-patriarcal a la orden del día, la mitad de su niñez
desnutrida, más de un 11% de su PBI constituido por remesas familiares de
personas que se van irregularmente a Estados Unidos a trabajar en condiciones
de precariedad, pandillas juveniles violentas, 25% de la población urbana
viviendo en barrios marginalizados, 11% de la niñez urbana trabajando, más
cantinas que escuelas y hospitales y centros de salud desabastecidos? Lo cual
lleva a esta otra pregunta: ¿por qué un Estado “normaliza” todo esto?
El Estado es el
mecanismo social que legitima una situación dada. Dicho de otro modo: el Estado
constituye en ley, en ordenamiento simbólico universal, en mandato social
obligado, un determinado estado de cosas. La legislación (que es siempre una
construcción histórica, una convención) viene a darle valor inamovible e
incuestionable a una situación determinada. En ese sentido, la ley no es
necesariamente justa. Es: “lo que
conviene al más fuerte”, como dijera Trasímaco de Calcedonia en la Grecia
clásica. El dirigente bolchevique Vladimir Lenin lo dirá con otras palabras dos
milenios y medio después: “El Estado es
el producto irreconciliable de las contradicciones de clase”.
El
Estado es una fiel representación de lo que es la sociedad. En Guatemala se
asiste a un Estado de espalda a las necesidades reales de su población. Un
Estado que reprime, que viola en la práctica lo que declara en su Constitución,
que beneficia a unos pocos en detrimento de las grandes mayorías. El Estado, en
ese sentido, se constituye en el principal violador de los derechos mínimos y
elementales de su gente.
¿Por
qué murieron calcinadas 40 jovencitas que protestaban por abusos, negocio de
trata sexual del que eran víctimas, golpes y vejaciones? No por el carcelero
desquiciado que no abrió la puerta: murieron por una sumatoria de causas de las
que el Estado es el principal factor y su representación más cabal.
El
Estado de Guatemala -al igual que el Estado de cualquier país capitalista- no
atiende realmente las necesidades de su población. En los países prósperos del
Norte puede que invierta mucho más en cuestiones sociales, porque su situación
económica se lo permite. Pero cuando la lucha de clases se pone al rojo vivo,
nunca se equivoca en relación a quién debe defender. En el Sur, en los países
pobres de África, Asia y América Latina, el Estado es equivalente a
ineficiencia, corrupción y represión.
En
Guatemala, ese Estado puede ser groseramente abusivo, represivo, de espaldas a
la población. Para ejemplo -para no repetir el de las jovencitas calcinadas-
puede verse su posición con el derecho a la alimentación.
Violación del derecho de alimentación en el
municipio de Camotán
El
municipio de Camotán pertenece al departamento de Chiquimula, en lo que se
llama “Corredor seco”. Esta es una región que cubre parte de los departamentos
de Baja Verapaz, Zacapa, El Progreso, Jalapa, Chiquimula, Jutiapa y Santa Rosa.
Es un área especialmente vulnerable a las sequías, y en algunos puntos no cuenta
con seguridad alimentaria. En otros términos: es una de las zonas más pobres y
golpeadas del territorio nacional. La región sufre un proceso de deforestación
muy grave, por lo que su cobertura boscosa es escasa, quedando hoy día solo el
22% de la cubierta original. En el Corredor seco habitan varias etnias, entre
ladinos y pueblos mayas ancestrales. Una de estas etnias es la chortí. En el
municipio de Camotán, uno de los más pobres del país, el 60% de la población es
maya-chortí.
Camotán
cuenta con la cabecera municipal, 29 aldeas y 78 caseríos. La mayor parte de
sus comunidades está inmersa en la pobreza extrema. Los ingresos económicos se
limitan a conseguir empleo precario en las plantaciones de café de la frontera
con Honduras (con magros salarios que no permiten a las familias cubrir sus
necesidades básicas) o depender de la agricultura de sobrevivencia, en caso de
tener tierras propias (microparcelas de una hectárea, o menos, que escasamente
proveen los alimentos básicos). La alimentación se reduce a maíz y frijol. En
ocasiones, sus dos comidas diarias se limitan a apenas algunas tortillas de
maíz. De ese modo es absolutamente imposible superar el ciclo de desnutrición
que afecta no sólo a los más pequeños, sino a las familias en su totalidad. 72%
de los integrantes de la etnia chortí están desnutridos.
Muchas
de esas familias no cuentan con ningún tipo de saneamiento, siendo sus
comunidades caldo de cultivo de parásitos y enfermedades digestivas. El acceso
al agua potable, muy escasas en la región, requiere muchas veces de un largo
recorrido a pie. Niñas y niños se ven obligados a trabajar con apenas diez años
para completar el ingreso hogareño, en general abandonando sus estudios. Es muy
común el matrimonio a una corta edad, y el promedio de hijos por mujer
-empezando la maternidad a temprana edad- supera ampliamente la media nacional.
En
Camotán viven Brayan, Mayrita, Leonel y las hermanas Dina Marilú y Mavelita
Lucila, niñas y niñas en extrema pobreza que padecen desnutrición crónica. Las
cuatro familias a las que pertenecen estos niños han presentado una demanda
histórica contra el Estado, lo cual puede ser tomado como un caso paradigmático
de violación al derecho de alimentación a partir de una sentencia histórica,
inédita, que marca un camino.
Según
el Pacto Internacional de los Derechos Económicos Sociales y Culturales
establecido en la cumbre de la FAO en 1996, y en cumplimiento de la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño -instrumentos jurídicos de los que
Guatemala es signatario-, además de la Ley de Protección Integral de la Niñez y
Adolescencia de Guatemala, la lucha contra el hambre y la desnutrición es una
obligación que el Estado debe cumplir. Pero la realidad muestra que,
lamentablemente, la obligación no siempre se cumple.
El
Juzgado de Niñez y Adolescencia en Conflicto con la Ley Penal de Zacapa,
declaró al Estado de Guatemala como responsable en estos cinco casos
judiciales, presentados el 7 de noviembre de 2011. La sentencia dictada por el
juez Elvyn René Gutiérrez Romero destaca que el Estado es responsable, por
omisión, de violar el derecho a la alimentación, a la vida, a la vivienda, a la
salud, a la educación y al trabajo, no sólo de los cinco niños y niñas, sino de
sus familias.
Los
casos fueron presentados ante el Juzgado por la Campaña “Guatemala Sin Hambre”,
una entidad que aglutina a 14 organizaciones de la sociedad civil; lo que se
pretendió con la iniciativa fue proteger a esas tres niñas y dos niños con
desnutrición crónica, originarios de Cañón Tisipe y Lelá Chancó, comunidades de
Camotán, al mismo tiempo que sentar un precedente. Es decir: promover un
movimiento político. Con la sentencia que tuvo lugar se desestima lo que, en el
2011, el Estado trató de hacer, desresponsabilizándose de sus obligaciones y
responsabilizando (criminalizando) a los padres de las familias de los menores
de edad afectados, acusándolos de presunta negligencia y falta de precaución
por su enfermedad y desnutrición crónica.
“Hay un Estado que no genera las condiciones
para sacar adelante a los hijos. Hasta el final del proceso se insistió en que
las familias eran las culpables, que eran unos haraganes, que trabajaban solo
en determinadas épocas, muchos mitos. Había mucha crítica hacia estas personas
cuando estaban demandando al Estado; sin embargo, no es un problema de cuatro
familias de la región, estamos hablando de más de la mitad del país que vive en
extrema pobreza”, explicaron en su momento voceros de la red de
organizaciones de sociedad civil que acompañaron la demanda.
Tras
varias audiencias, y con la plena implicación en el proceso de la coalición de
ONG’s “Guatemala sin Hambre”, el informe antropológico determinó que “la situación que viven las familias no les
permite romper el círculo de la pobreza y la desnutrición, no tienen horizontes
de desarrollo humano”. En abril y mayo de 2013 se llegó a las sentencias.
“El Estado tiene la obligación de respetar,
proteger y realizar el derecho humano a la alimentación y no adoptar medidas
que impidan o dificulten el acceso a la alimentación adecuada”, dictaminó
el juez en una sentencia histórica, que “declara
al Estado responsable por omisión por la violación del derecho a la
alimentación, a la vida, a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo”.
En la parte resolutiva, “se declara la
responsabilidad del Estado al no contemplar programas, políticas, acciones y
medidas eficaces que evitaran problemas de salud y desnutrición crónica y aguda
sufrida por falta de alimentación adecuada, y en consecuencia y velando por el
interés superior de los niños y niñas se estima que los derechos humanos
violados deben ser sustituidos”.
Las
sentencias, que incluyen 26 acciones vinculadas a diez órganos de gobierno que
tienen alcance individual, familiar, comunitario y nacional, sientan
jurisprudencia en materia de derechos económicos, sociales y culturales por
primera vez en Guatemala. Los derechos de niñas y niños deben respetarse.
De
todos modos, el Estado intentó revertir esta resolución histórica por la vía de
amparos, buscando así anular la sentencia. Pese a esas medidas dilatorias, la
Justicia de Guatemala ha rechazado los recursos de amparo presentados por
varios ministerios, y la Corte de Constitucionalidad se ha expedido a favor de
los menores de edad y sus familias.
La
sentencia del Juzgado propone una solución de carácter integral, en la que
deben incluirse acciones de distintos organismos estatales, tales como la
Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional -SESAN-, la Comisión
Presidencial para la Resolución de Conflictos de Tierra -CONTIERRA- y los
ministerios de Educación, Salud, Trabajo y Agricultura, entre otras instancias.
Por otro lado, se establecieron plazos de uno a tres meses para el cumplimiento
de las medidas inmediatas.
En
el marco del último Examen Periódico Universal -EPU-, llevado a cabo por el
Consejo de derechos Humanos de las Naciones Unidas, en 2012, 55 Estados
Miembros de la ONU han formulado 111 recomendaciones referidas a la lucha
contra la impunidad, el fin de la violencia contra las mujeres, el derecho a la
alimentación y la reducción de la desnutrición, el acceso a la educación, la
erradicación de la pobreza, la protección de los derechos de los niños, de las
personas con discapacidad, pueblos indígenas, entre otras, que fueron aceptadas
por Guatemala. Dado que el país asumió voluntariamente estos compromisos,
organizaciones sociales de mujeres, personas con discapacidades, pueblos
indígenas, niñez, adolescencia y promotoras del derecho a la alimentación, han
venido dando seguimiento al desempeño del Estado y formulando propuestas para
que éste cumpla con su obligación de garantizar los Derechos Humanos de todos
sus ciudadanos.
Transcurridos
cuatro años del examen, las organizaciones sociales reclaman ante la falta de
compromiso del gobierno con los derechos de las minorías, haciendo un llamado a
la población a iniciar un debate nacional sobre derechos humanos, antes que se
realice el siguiente EPU, previsto para principios 2017. De hecho, la
desnutrición continúa en Camotán, así como en todo el territorio nacional.
Una
de las madres de estas niñas y niños que presentaron la demanda (Sebastiana,
con 42 años de edad, madre de Mavelita y 12 hijos más), explicó a algunos
medios de comunicación que ellos aceptaron denunciar al Estado pese a las consecuencias
que esa determinación conllevó, pues las familias de estos niños eran
discriminadas continuamente, incluso por sus propios vecinos de la comunidad,
ya que el gobierno de turno les castigaba sin medicamentos y otros recursos
básicos por haber demandado. “Me animé
porque nos vinieron a buscar. Mis vecinas no lo entendían, decían que solo
estaba consiguiendo alimentos para mí, pero siempre seguí en la lucha. Además,
no fue por eso, porque mi lucha no es solo para mí, también para ellos”,
declaró la citada progenitora.
El Estado defiende que
sí ha cumplido con su obligación de garantizar el derecho a la alimentación, e
incluso cuestiona que la situación de estas cuatro familias sea la peor dentro
de la comunidad. El gobierno guatemalteco, bajo la administración del
presidente Otto Pérez Molina (ahora preso por casos de corrupción, pero
curiosamente no por genocidio), puso en marcha en 2013 el Pacto Hambre Cero,
consistente en la entrega de raciones de comida, con el objetivo de reducir en
un 10% la desnutrición crónica infantil en un lapso de cuatro años. Esa
iniciativa, más de orden de la caridad, o de la reacción cosmética, sin
profundizar en las causas estructurales, no ha logrado reducir
significativamente la situación, más allá de un cambio superficial, ofrecido
como un gran logro en términos políticos. Justo en el momento en que la
Organización Mundial de la Salud -OMS- cambió los estándares de medición, el
gobierno anunció que reduciría un 7% la desnutrición crónica; esa fue una
medida oportunista, pues solo por el cambio de estándar, y sin hacer
absolutamente nada más en términos reales para combatir el flagelo, logró que
los números cuadraran de tal forma de mostrar una supuesta reducción de la
desnutrición. Pero la realidad es muy otra.
La
entrega de comida no es un remedio real a la situación estructural; ello, en
definitiva, pasa a ser parte de la ideología de la beneficencia, alimentando
una cultura del paternalismo que no remedia nada a mediano y largo plazo. Un
remiendo circunstancial, que no soluciona los problemas de fondo. Por otro
lado, ese mismo remiendo no es suficiente, pues en cada saco el Estado
proporciona un quintal de maíz, 30 libras de frijol y 17 de harina, cantidad
que el gobierno calculó suficiente para un mes. Pero según la FAO, la cantidad
de alimentos que una familia de 5 miembros necesita son 35 quintales de maíz y
de 6 a 7 quintales de frijol, por lo que la ayuda entregada es escasa, teniendo
un valor más político-cosmético que otra cosa (independientemente del negocio corrupto
que pudiera haber habido en sobrecotizaciones y negociados turbios). Por lo
pronto, muchas de las familias chortí que recibieron los sacos de alimento han
sido amenazadas con dejar de recibir las ayudas si llevan a sus hijos a centros
de recuperación nutricional.
El
propio Estado estimó que no llega al 100% de las familias con su ayuda, pero
considera que con esta iniciativa se ha reducido el índice de desnutrición. No
obstante, la red de organizaciones “Guatemala sin hambre” llama a no dejarse
engañar por el gobierno y cita el Informe alternativo del derecho a la
alimentación en Guatemala, que recoge 116 casos de niños fallecidos por
desnutrición en 2013.
Guatemala es el segundo país de América Latina,
detrás de Haití, con mayores índices de desnutrición infantil, y se ha
convertido en el quinto país del mundo con mayor desnutrición infantil severa
según datos de UNICEF. El 48% de los niños guatemaltecos padece este mal
(¡recordemos que Cuba tiene 0% de este flagelo!), y esta violación del derecho a
la alimentación se agrava en el caso de los niños indígenas, en los que la
desnutrición alcanza al 80% de ellos, según la citada agencia de Naciones
Unidas.
De los 22 departamentos del país, 12 presentan alto
o muy alto riesgo de desnutrición, según el mapa de vulnerabilidad nutricional
2015 de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional del gobierno.
Distintas
organizaciones sociales que trabajan por los derechos de la niñez y
adolescencia recientemente, en el año 2016, hicieron un llamamiento al
presidente Jimmy Morales para que cumpla los compromisos adquiridos por el
Estado en octubre de 2012, durante la presidencia de Pérez Molina, cuando
Guatemala recibió recomendaciones para mejorar la situación de los derechos
humanos en el país, resultado del EPU llevado a cabo por el Consejo de derechos
Humanos de Naciones Unidas.
“El Presidente Morales debería acelerar el
cumplimiento del compromiso de establecer un órgano de seguimiento que esté
integrado por el Gobierno, la sociedad civil, las organizaciones
internacionales y posiblemente representantes de los países donantes que estén
de acuerdo, con el fin de aplicar plenamente las recomendaciones
internacionales de Derechos Humanos, incluidas las formuladas en el marco del
EPU”, manifestaron estas organizaciones.
La
solución del hambre, esta grave violación a los derechos de la niñez con
consecuencias letales en el mediano y largo plazo, sigue siendo una agenda
pendiente, más allá de las administraciones de turno que ocupan el gobierno.
A modo de conclusión
Está claro que el
aparato de Estado es un mecanismo que cambia sus funcionarios cada cierto
tiempo, pero que más allá de esos personajes circunstanciales, cumple una
misión transpersonal: mantener las cosas tal como están. El presidente de turno,
en Guatemala como en cualquier país con economía de mercado, es un mero
administrador. Administrador -obligado es decirlo- que recibe órdenes al oído
de los grupos de poder (¿poderosos grupos económicos?, ¿embajada de Estados
Unidos?, ¿de Dios quizá?), pero nunca de la población de a pie.
Todo ello se puede
evidenciar en cómo se mueven las relaciones políticas reales: la población,
aunque ejerce su voto cada cierto de tiempo, es un absoluto convidado de piedra
en la real toma de decisiones de las cosas que definen su vida.
¿Por qué murieron
calcinadas 40 mujeres jóvenes en Guatemala? ¿Por qué en el municipio de Camotán
hay hambruna crónica? ¿Por qué en el mundo se gasta más en armamentos que en
alimentación o educación? ¿Decide la gente algo de todo eso? ¡En absoluto! Los
Estados son los mecanismos a través de los cuales los grupos poderosos (clases
dominantes) mandan a la totalidad de la población. No se trata de la corrupción
de algún funcionario venal puntual; eso es solo un accidente anecdótico. La
causa real de las penurias sociales está en la forma en la que está armada la
sociedad, justificada por eso que llamamos Estado. ¿Será hora de ir pensando en
otra forma de organizar todo eso entonces?
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