No hay sector que no se
queje. No hay sector que no proteste y, no hay protesta que no intente explotar
en las calles, en los medios, aunque como sabemos, su vapuleado rol, los hace
ir y venir, mentir y mentir, pero, finalmente, la evidente realidad, no se
puede ocultar.
Roberto Utrero Guerra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Marcha de docentes en Buenos Aires, el 6 de marzo. |
En tres días salieron
multitudes a las calles del país. Primero el lunes 6, los maestros, el martes
7, los trabajadores convocados por la CGT y el miércoles 8, las mujeres.
Los maestros
encabezados por Roberto Baradel y la CETERA, fueron acompañados por padres y
alumnos que saben que no sólo está en juego la paritaria docente, los sueldos
bajos que desean sujetarlos a un 18%, muy por debajo del altísimo nivel
inflacionario alcanzado en los últimos meses (el mayor de las últimas dos
décadas), sino la calidad educativa garantizada por un porcentaje del PBI, el
que paulatinamente fue creciente en los últimos años. Lo que respalda esta
actitud negadora de la realidad es una prepotencia descomunal ejercida por los
diversos gobiernos provinciales oficialistas, que estuvieron de acuerdo en la
tabla rasa que hizo el gobierno nacional, dejando librada a cada jurisdicción a
sus recursos. De ese modo, todas van a estar sujetas a rondar un incremento del
17%, equiparada a la pauta inflacionaria fijada en el Presupuesto 2017. Sin
embargo, se les escapó San Luis – el otro país de los peronistas Rodríguez Saa
– que otorgaron un 40%. También el nivel de salarios acordados por los
bancarios, está lejos de ese techo aplastante que pretende asfixiar a los
docentes, el que sería referencial para los incrementos del resto de los
empleados públicos.
En cuanto a la
convocatoria masiva realizada por el triunvirato que conduce la CGT, la
respuesta fue brutal. En el obelisco se concentraron centenares de miles, como
pocas veces se ha visto. Todas las calles convergentes a la explanada del
grandioso monumento, estaban repletas. Allí toda esa masa humana que había
llegado de diversos puntos del país, representando infinidad de gremios y
sindicatos de mayor o menor envergadura, esperaba la convocatoria para un paro
general, deseaba oír una fecha dentro de éste mes de marzo. Esto lo habían
pactado los dirigentes el día anterior con las máximas autoridades. Al no
definirse, la multitud se desmadró. Comenzó a circular la versión que dos de
los referentes, habían arreglado con el gobierno. Para colmo Daer, el último
orador de la jornada, tuvo un furcio revelador, dijo, “vamos a parar antes de
fin de año”, luego se rectificó, pero la sospecha ya estaba en el aire. De allí
que el gobierno salió a decir que era un acto político en vista a las
elecciones de octubre. Pretexto pueril e hipócrita con el que ha querido
ignorar lo sucedido. Sin embargo, la multitud bramaba como en otras ocasiones aquella
consigna de Eva Perón, la líder espiritual del movimiento obrero, quien
exhortaba a la lucha “con los dirigentes a la cabeza o la cabeza de los
dirigentes”, aliteración que fluye en la mentalidad de los obreros en los
momentos cruciales.
Más allá de las fintas,
de los desconocimientos, la historia de las manifestaciones obreras en el
último medio siglo en Argentina y sus consecuencias, es inapelable: han caído
dictaduras más o menos feroces, gobiernos democráticos; ha sido un antes y un después.
Desde el famoso “Cordobazo” de mayo de 1969, encabezado por Agustín Tosco,
pasando por los paros nacionales de la década del ochenta liderados por Saúl
Ubaldini o la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001, su fuerza arrolladora
una vez que tomó la calle, fue devastadora.
Lo primero que surge de
la mirada retrospectiva, es la ausencia de un líder convocante como en el
pasado. Ya no está la figura intachable del Gringo Tosco, ese tipo que salía
del sindicato y volvía a la sección como simple obrero y, cuyo ejemplo, hacía
retroceder al militar más pintado. Tampoco en el actual Triunvirato cegetista
hay quien iguale al dirigente cervecero – Ubaldini – cuya prédica “Paz, pan,
trabajo”, hizo temblar los cimientos institucionales del gobierno de Alfonsín
en la recuperada democracia. Entonces, las masas obreras de las grandes
empresas públicas, dominaban el escenario nacional. Por el contrario, los
triunviros se parecen más a los famosos “gordos” amañados y entreguistas que
transaron con el neoliberalismo menemista y se prendieron al festín del
desguace del Estado. La gente lo sabe, no se engaña. Como tampoco se engaña el
gobierno que sabe que no ha surgido una nueva figura convocante de toda esa
marea humana de ánimos caldeados que recorre las calles. Pero está, no ha
salido a la luz, pero está. Cristina Fernández llamó a sus seguidores que
acompañaran a los obreros, mientras ella concurría ante el Juez Bonadío, en
Comodoro Py.
El caldero está
hirviendo, juntando presión, como también han sumado presión las mujeres que
salieron a la calle el miércoles 8, en una cruzada internacional por sus
derechos.
Esta semana también se
ha conocido el nuevo informe de la Deuda Social Argentina elaborado por la
Universidad Católica Argentina, UCA, en donde los índices son extremadamente
reveladores de la situación social generada por el cambio de políticas en los
últimos quince meses: el porcentaje de personas bajo la línea de pobreza trepó
del 29,0% al 32,9%, las personas bajo la línea de indigencia del 5,0% (2015) al
6,3% (2016) y, el índice de Gini (0 máxima igualdad, 1 máxima desigualdad) pasó
de 0,412 en 2015 al 0,440 en 2016. Números fríos, cifras técnicas, que ocultan
a millones de personas con nombres y apellido que rondan por las calles
intentado sobrevivir cada día. Familias que han salido a la calle, que duermen
bajo los puentes, que se alimentan de residuos, que esperan la caridad de
alguien al golpear una puerta, porque los comedores comunitarios no dan abasto
con la demanda.
Pero a esa pobreza
estructural, que intentan justificar para no ver los nuevos pobres de su
gestión, se van sumando los obreros y empleados de las empresas que cierran ya
sea por la recesión o por la apertura a las importaciones, como es el caso de
la fábrica Volkswagen de General Pacheco, que suspendió 600 operarios, o
Sancor, la cooperativa lechera que estos días dejó sin trabajo a 400
trabajadores, tras el cierre de cuatro plantas.
No hace falta agregar
que la caída 8% del consumo de leche – cifra enarbolada por La Serenísima, una
de las empresas líderes del sector, que compara con la crisis de 2001 –,
alcanzó sobre todo a los niños, los que han disminuido o directamente,
suprimido la leche vacuna de su dieta, justamente en el famoso “país de las
vacas”, en donde el campo fue el sector más beneficiado por el gobierno.
Demasiadas
contradicciones, ninguna respuesta oficial, mientras tanto la presión continúa
subiendo, mientras marzo avanza inexorablemente hacia otra convocatoria de la
memoria y las consecuencias sociales de la última dictadura. Cada día un paso,
muchos pasos conforman una honda huella, huella que de tanto transitarla, se
transforma en una grieta insalvable.
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