Francisco es el primer
Papa que piensa el mundo desde los más pobres, su papado ha puesto un énfasis
firme en las “periferias”, tanto existenciales como geográficas.
Eduardo Valdés / Página12
El Papa Francisco cumple 4 años de pontificado. |
Recuerdo perfectamente
el lugar y la hora en que estaba cuando me enteré que Jorge Bergoglio había
sido anunciado como nuevo Papa. Llamé a Alicia Oliveira, su gran amiga y
lloraba desconsoladamente, no de emoción como todos los argentinos, sino de
tristeza porque no lo iba a ver más.
Si hay algo que me
conmueve del Papa Bergoglio, como lo llaman los vaticanólogos, es su
Geopolítica Pastoral. Es un gran motivador para que las partes enfrentadas se
sienten en una mesa. No es poca cosa. Lo hizo con Cuba y Estados Unidos. Lo
hizo en Colombia donde va a viajar este año, después de haber juntado a Alvaro
Uribe y al presidente José Manuel Santos en El Vaticano. Está realizando
gestiones de paz entre Armenia y Azerbaiján; Armenia y Turquía, las dos Coreas,
Israel y Palestina, con Irán y el G5 por el desarme nuclear. Hay veces que sus
oficios dan resultados y otras no. Pero no cesa en su compromiso.
Su primera herramienta
fue la fuerza de la oración, cuando el Presidente Barack Obama anunció una
invasión a Siria, Francisco convocó a una jornada mundial de oración para
impedirlo, sorpresa para los católicos que presenciaban la ceremonia papal que
transcurre los domingos. El tema es que musulmanes y judíos el sábado tienen su
día principal. Fue tan arrolladora la jornada que el presidente Obama en la
cumbre del G20 en San Petesburgo se vio forzado a declinar la acción, luego que
Vladimir Putin pusiera en la orden del día una carta del Pontífice a los
líderes del G20. Ese fue su debut como máximo constructor de puentes y
destructor de muros.
Dicen en Roma que los
Papas definen su Papado en las primeras salidas de Roma, dentro de Italia y
fuera de ella. Francisco hizo su primera salida en la Isla de Lampedusa, último
enclave de Italia, cerca del África, para vestir de coherencia su discurso
sobre la necesidad de que la Iglesia salga de su ensimismamiento y busque las
periferias existenciales del mundo. Miles y miles de iraquíes, libios y sirios
que sobreviven en barcas huyendo de la desintegración que comenzó Occidente y
siguió el Estado Islámico. “¿Quién es el responsable de la Sangre de estos
hermanos?” Ninguno, respondemos, yo no tengo nada que ver, somos una sociedad
que ha olvidado la experiencia del llanto”, “Ellos están acá, porque antes
nosotros estuvimos allá”, fueron sus expresiones más terminantes.
Ha instalado
discusiones y términos que llevan su marca registrada para denunciar los males
actuales de la globalización. Así habló de la “cultura de la indiferencia”. No
son migrantes, dice, son refugiados que huyen de las guerras. “Malditos los que
fabrican armas y malditos los que las venden, esos son los que hacen las
guerras”.
El primer viaje fuera
de Italia fue a Albania un país donde el 97% de su población es musulmana. La
interreligiosidad que practicaba en Buenos Aires con el Instituto del diálogo
interreligioso que fundó cuando era cardenal, es quizás una de las herramientas
más importantes y creíbles que tiene Francisco para su mensaje pastoral. “No es
justo identificar al Islam con la violencia”, sentenció, “ustedes son nuestros
hermanos y hermanas mayores en la fe”. “Todos pertenecemos a una única familia,
la familia de Dios” advirtió al visitar la Sinagoga de Roma.
“Ningún pueblo es
criminal, ninguna religión es terrorista”, se atrevió a manifestar, en una
expresión subversiva para muchos de los cruzados del viejo continente.
Se abrazó después de
1000 años con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, Kiril, también viajó a
Suecia al conmemorarse 500 años de la reforma de Martín Lutero, que dividió
para siempre a los cristianos de Occidente entre católicos y protestantes. Es
una voz de denuncia la cultura del descarte, como “una cultura de la exclusión
a todo aquel que no esté en capacidad de producir según los términos que el
liberalismo económico exagerado ha instaurado”, y que excluye “desde los
animales a los seres humanos, de los jóvenes sin trabajo, de los ancianos, de
los pobres, de los hambrientos”.
Frente a esto propone
practicar la Cultura del Encuentro. Una sociedad donde las diferencias puedan
convivir complementándose, enriqueciéndose e iluminándose unas a otras. De
todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible.
Al decir de la gran
periodista vaticana, Silvina Pérez, transformó la misericordia en un concepto
político revolucionario: es todo excepto debilidad, tanto en la vida de las
personas como en la política. Se necesita valor para orientar a las personas
hacia procesos de reconciliación y es precisamente tal audacia y creatividad
las que ofrecen verdaderas soluciones para antiguos conflictos y la oportunidad
de hacer posible una paz duradera. Sostener la misericordia como categoría
política conduce a no considerar nunca a nada ni a nadie como definitivamente
perdido en las relaciones entre naciones, pueblos y Estados.
Por último, Francisco
es el primer Papa que piensa el mundo desde los más pobres, su papado ha puesto
un énfasis firme en las “periferias”, tanto existenciales como geográficas. Por
eso al viajar a México quiso terminar en Ciudad Juárez, haciendo el camino de
los “espaldas mojadas” y rezar una misa en la frontera bendiciendo los zapatos
de los migrantes muertos al cruzar la frontera. Fue así al visitar Santa Cruz
de la Sierra, Bolivia, cuando dijo a los movimientos populares “ustedes, los
más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho
(...) en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales.
Por eso me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran
medida, en sus manos”. Los invitó a la “participación protagónica en sistema
que no da más, promoviendo alternativas creativas en la búsqueda de las tres T,
Tierra, Techo y Trabajo.
* Diputado del Parlasur. Ex embajador argentino en el
Vaticano.
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