Segunda parte de la entrevista que APAS realizó a
la socióloga venezolana Maryclen Stelling, quien arriesga una hipótesis: el
frente electoral y la puja mediática no dejan espacio para el debate ideológico
profundo. Caracteriza a los medios de comunicación como operadores políticos
capaces de “capturar” la verdad.
Ernesto
Espeche / Agencia Periodística del Mercosur (APAS)
La guerra mediática: el arma de la derecha. |
Maryclen Stelling es coordinadora del Observatorio
de Medios de Venezuela y Directora del Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos (CELaRG). Nos recibió en la sede del CELaRG, en la zona Este de
Caracas, cuando todavía resonaban los ecos del triunfo del proyecto bolivariano
en las elecciones presidenciales del 7 de octubre pasado.
En el despacho anterior publicamos la nota La
revolución en presente continuo, primera entrega de esta entrevista. Allí, la
socióloga se explayó sobre los orígenes convergentes de dos fenómenos sociales:
la irrupción del chavismo y la crisis de representación política del modelo
liberal bipartidista.
Explicó el cambio de rol de los medios de
comunicación y resaltó el carácter fundacional del “Caracazo” como “el primer
grito contra el neoliberalismo”. Remarcó, incluso, que Hugo Chávez contó en un
comienzo con el respaldo de sectores medios y empresas mediáticas; un soporte
que pronto se transformaría en el germen del bloque opositor.
La segunda y última edición del diálogo con
Stelling transita alrededor del escenario configurado luego del intento de
golpe de 2002. Define los límites intrínsecos a las batallas electorales y
mediáticas para avanzar en el debate ideológico que demanda la implementación
del Socialismo bolivariano. Una mirada incómoda y crítica de una intelectual
que se reconoce parte del proceso revolucionario.
Al cierre de la nota, un interrogante no resuelto
nos invita a trasgredir los límites de la realidad venezolana para pensar la
dinámica política en la región: ¿La reflexión ideológica guía y orienta a los
procesos trasformadores o es, más bien, una consecuencia necesaria de la propia
puja al interior de los ámbitos en qué esta se desarrolla?
- ¿Cómo
reaccionaron los medios frente a las definiciones políticas tomadas por Chávez
en los primeros años de su gestión?
Fue, como lo llamamos aquí, el fin de la luna de
miel. Hacia 2002 el poder económico y las élites culturales comienzan a
adversar al Presidente. Los medios de comunicación aparecen, entonces, como
voceros de esa oposición que se estaba conformando en torno a la figura de
Chávez.
En muy poco tiempo se suceden el paro empresarial,
el paro petrolero y el golpe comunicacional. Sobre ese hecho, ocurrido en abril
de 2002, saben más los estudiantes de comunicación y periodismo en cualquier
parte de la región que aquí. Es un laboratorio para entender la verdadera cara
de los medios. Pero, insisto, aquí no se ve.
- ¿Por
qué afirmas eso? Parece un absurdo
Porque aquí eso no se enseña. Las escuelas de comunicación
social están en manos de los sectores de la oposición y de la derecha.
Predomina el paradigma funcionalista que niega el rol de los medios de
comunicación en los procesos de cambio. No hay, entonces, ninguna herramienta
que permita interpretar este fenómeno.
- ¿Hubo
políticas del gobierno para revertir esta tendencia en las universidades?
La Universidad Bolivariana -creada por la
Revolución para intervenir en la formación- forma comunicadores sociales. Sin
embargo, tengo entendido que no se han ajustado al programa original, que era
revolucionario, y entonces se han acomodado a un modelo que no se diferencia
mucho del resto. Es un tema pendiente.
- Ese
golpe de 2002 fue el inicio de una serie de intentos de desestabilización en la
región que adoptaron el mismo mecanismo. ¿Qué elementos se distinguen en él?
Los medios de comunicación social pasan de ser
poderes políticos a operadores políticos.
- ¿Cuál
es la diferencia?
Una cosa es que tú informes desde un interés
político, desde una trinchera política; y otra cosa es que tú promuevas un
golpe. Eso último los convierte en movilizadores políticos, en operadores
políticos. Comienzan a tener una función mucho más activa, que va más allá de
informar sesgadamente. Se asumen, ellos mismos, como instituciones políticas.
Es entonces cuando el país se polariza. Entre 2002
y 2004 la sociedad queda dividida entre chavistas y antichavistas. El país está
polarizado, las academias están polarizadas, los centros de investigación están
polarizados, las iglesias están polarizadas y, en ese contexto, los medios de
comunicación se convierten en los ejércitos en la batalla.
- ¿Cómo
y en qué escenario se fue desarrollando ese conflicto?
La confrontación entre chavismo y antichavismo hoy
se expresa en dos modelos diferentes: socialismo bolivariano o neoliberalismo.
Desde un comienzo, la sociedad fue ganando las calles para manifestarse en uno
y otro sentido.
Ahora, esa puja se da en dos vías. La vía
electoral, que supuso afrontar quince batallas electorales por el camino democrático
institucional. La otra vía de confrontación es la mediática, que supone la
destrucción simbólica del contrario, es la guerra simbólica.
-¿Cuáles
son los elementos que intervienen en la guerra simbólica?
Hay cuatro elementos importantes que dictan las
pautas de la confrontación mediática.
El primero es la evaluación de la gestión de
gobierno. Allí se dirime una evaluación crítica negativa y una evaluación
crítica positiva de las medidas adoptadas por la administración gubernamental.
El segundo es el termómetro político. A partir de
él se presenta, por un lado, un país armónico, que explica la conflictividad
desde la resolución de las contradicciones de clase, que tiene como
protagonista a un poder popular y protagónico que se está configurando. Desde
otro lado, el termómetro indica que este es un país enfermo, caótico,
conflictivo, inseguro, al borde de la destrucción.
Las noticias expresan el termómetro político a
través de sentimientos de medio, de temores, de odios, de felicidad, de
alegría, de logros.
El tercer elemento es el que llamamos articulación
de intereses. Está muy vinculada al anterior en la medida en que trata de
expresar los diferentes modos en que se reseñan o interpretan los hechos. Un
ejemplo: lo que para el chavismo es organización que avanza hacia un poder
protagónico, para la oposición es conflicto por hambre y necesidades.
El último elemento es la situación internacional.
Aquí lo que se pone en juego es la valoración positiva o negativa, de modo
alternativo, de las instituciones internacionales que intervienen en la evaluación
de las políticas locales.
Entonces, si los medios son los ejércitos en la
batalla simbólica, los comunicadores sociales son los soldados, los “carne de
cañón”, el arma es la información y las víctimas son los ciudadanos.
- ¿Por
qué pensás a la ciudadanía como víctima de una batalla mediática? Es, al menos,
discutible.
Porque aquí hay plena libertad de expresión pero
tenemos coartado nuestro derecho a la información. La verdad está capturada en
los medios de comunicación, tanto por parte del Sistema Nacional de Medios
Públicos como de los medios privados de oposición. La verdad se ha convertido
en un arma política mediática.
- Sin
embargo es legítimo que la verdad sea terreno de disputa porque, en el fondo,
es una construcción histórica que resulta de la lucha por el poder.
Sí. El problema es que el debate ideológico
profundo se está dando en los medios de comunicación y no en otros ámbitos de
la calle. Entonces se termina debatiendo aspectos pragmáticos sobre la gestión
de gobierno y no la cuestión ideológica respecto de hacia dónde vamos. Yo
siento que algunos teóricos latinoamericanos están pensando más que los propios
venezolanos lo que sucede aquí. El verdadero debate de las ideas lo hemos
postergado, o minimizado, por los frentes que nos tienen ocupados: el
hiperelectoralismo y la batalla mediática.
-
Quizás ese debate profundo -que estaría pendiente- no sea el punto de partida
para avanzar en una práctica transformadora sino la respuesta que esa práctica
exige mientras sigue su rumbo.
Luego de ganar la última elección, el presidente
Chávez pidió a sus ministros comunicar mejor los logros de la gestión. A mí lo
que me preocupa es que esa gente que se ve favorecida por esos logros no
reconozca si los alcanzó gracias a un proyecto socialista o a un proyecto
liberal. Necesitamos más profundidad en la discusión ideológica.
El autor es director de APAS y de Radio Nacional Mendoza. Es doctor en
Comunicaicón Social de la Universidad Nacional de La Plata y docente-investigador
de la Universidad Nacional de Cuyo.
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