La abstención de casi un
60% en las elecciones municipales del pasado domingo está señalando el ocaso de
una fantasía tecnocrática, que excluye a los más y el anhelo de que Chile sea
un país democrático para todos.
Álvaro Cuadra / ALAI
El elevado abstencionismo pone en jaque el imaginario neoliberal de la democracia de en Chile. |
La abstención masiva de
los chilenos en la última elección municipal instala en nuestro medio una
fenomenología social que debe ser puesta en perspectiva. Lo inédito no es el
“abstencionismo”, la novedad estriba en su masificación. Lo que se tenía como
una cuestión marginal se ha convertido en un fenómeno que atañe a más de la
mitad del electorado en nuestro país. Asistimos a una “singularidad” que
reconoce múltiples fundamentos, pero que se traduce en una “negación” a
participar del rito electoral. Por de pronto, entonces, reconozcamos dos cosas:
el “abstencionismo” es contagioso y va en un claro aumento.
Si bien las razones para
no participar en una elección municipal, parlamentaria o presidencial son
variadas, la decisión de “no votar” es una “conducta política” y que posee
consecuencias políticas. Si una elección es de suyo un evento político, su negación
también lo es. La abstención es, de algún modo, la más radical resistencia del
ciudadano ante una realidad que no le convoca, cualesquiera sean sus
particulares fundamentos. Todo esto no puede desconocer el papel “catalizador”
que han tenido los distintos movimientos sociales, especialmente, los
estudiantes.
Si concebimos la inmensa
mayoría abstencionista como una suerte de “agujero negro” instalado en el
centro de nuestra sociedad, caemos en cuenta de que este “agujero” ha ido
devorando de manera acelerada lo que solía llamarse el “espíritu cívico” de la
población, diluyéndolo en una “negación” que se siente como un “malestar
difuso” que va desde el simple desinterés a la opción política consciente por
la abstención. La tendencia que se constata es hacia un crecimiento de este
“agujero”, y no hay razones para pensar que ese aumento se revierta en un plazo
breve. Recordemos que la próxima elección se realizará en algunos meses más.
El universo
abstencionista, como buen “agujero negro”, no deja escapar la luz; esto
significa que es refractario a un análisis sistemático. Podemos observar su
totalidad que lo aproxima al 60% del electorado, pero no es previsible en el
futuro inmediato. Es claro que el fenómeno no es nuevo y, pareciera, que se ha
ido contagiando por capas. Lo que comenzó como una actitud marginal y juvenil
se ha multiplicado hacia diversos sectores que se suman a la apatía y el
desencanto. De modo que aquello que era un universo electoral relativamente
estable y previsible se ha transformado en un universo inestable e incierto.
Es claro que el
abstencionismo obliga a un replanteamiento fundamental en las estrategias
políticas de los diversos partidos. Esto es así porque, finalmente, se ha
producido una “mutación del imaginario histórico, social y político” en buena
parte de la población. De suerte que los discursos y promesas de otrora ya no
resultan eficaces en este nuevo contexto, disociando las estructuras
partidarias de los fenómenos sociales y culturales en curso.
Lo que ha sido puesto en
jaque es el “imaginario neoliberal”, alimentado por los medios, los empresarios
y una clase política elitista, como promesa de convertir a Chile en un país
desarrollado. Este discurso político administrado como “democracia de baja
intensidad” por cuatro gobiernos concertacionistas y por el actual gobierno de
derechas ha dejado de convocar a las mayorías. La abstención está señalando el
ocaso de una fantasía tecnocrática que excluye a los más y el anhelo de que
Chile sea un país democrático para todos.
Álvaro
Cuadraes investigador y docente de la Escuela
Latinoamericana de Postgrados. ELAP. ARENA PÚBLICA. Plataforma de Opinión.
Universidad de Arte y Ciencias Sociales. ARCIS. Autor de Manifestaciones
Estudiantiles en Chile - Cultura de la
protesta: Protesta de la cultura (http://alainet.org/active/57490)
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