La importancia de este
nuevo triunfo para Lula no es menor, puesto que el ex mandatario fue duramente
criticado en los últimos meses por los medios de comunicación durante el
juzgamiento del escándalo del “mensalao”, a partir del cual se condenó a
funcionarios clave de su gobierno bajo la acusación de haber comandado pagos a
parlamentarios de la base aliada a cambio de votos en el Congreso.
Ariel Goldstein / Página12
Lula, Dilma y Haddad en un acto de campaña electoral. |
El triunfo de Fernando
Haddad en la elección por la alcaldía de San Pablo resulta un importante avance
político para el Partido de los Trabajadores (PT). La capital paulista había
resultado –a pesar de las experiencias de gobierno petistas de Luiza Erundina
(1989-1993) y de Marta Suplicy (2001–2005)– un distrito donde se concentraban
rechazos al oficialismo y un bastión electoral del opositor Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB). En esta última elección, el candidato del
PSDB, el ex alcalde de San Pablo José Serra no pudo evitar quedar –según ciertas
encuestas– restringido a franjas de mayor edad, renta y más conservadoras de
San Pablo. De este modo, una parte importante del voto entusiasmado con una
innovación que en primera vuelta se había volcado por Celso Russomanno –el
candidato evangelista-televisivo que tuvo un estelar ascenso en el primer tramo
de la campaña y se desinfló en las últimas semanas a partir de los ataques de
los candidatos del PT y PSDB– se volcó en el ballottage hacia Haddad.
Este triunfo alimenta el
capital político de Lula, quien apostó personalmente por este candidato,
participando activamente en la campaña electoral. Una muestra más de la aguda
percepción de este último para elegir candidatos viables para su partido, que
ya había demostrado en ocasión de pronunciarse por la actual presidenta
Rousseff para su sucesión. La importancia de este nuevo triunfo para Lula no es
menor, puesto que el ex mandatario fue duramente criticado en los últimos meses
por los medios de comunicación durante el juzgamiento del escándalo del “mensalao”,
a partir del cual se condenó a funcionarios clave de su gobierno –incluyendo a
los históricos dirigentes partidarios José Dirceu y José Genoíno– bajo la
acusación de haber comandado pagos a parlamentarios de la base aliada a cambio
de votos en el Congreso. Finalmente, el impacto en el electorado de este
juzgamiento, anunciado como el “juicio del siglo” por la gran prensa paulista,
fue menor del esperado por estos vehículos de comunicación.
Entre las múltiples
consecuencias que se pueden interpretar a partir de estos resultados, se afirma
la posibilidad de concebir al PSDB como un “partido en crisis”. A pesar de
conservar importantes alcaldías y gobiernos estaduales, y representar dentro
del sistema político brasileño el partido más competitivo de oposición al PT,
el PSDB atraviesa actualmente una crisis política e ideológica que permite una
ampliación de perspectivas para pequeños partidos (el PSB y el PSD, entre
otros).
La crisis ideológica de
los tucanos del PSDB remite a su incapacidad para defender su ideología
pro-mercado frente a una ciudadanía que mayoritariamente valora los resultados
de una sostenida intervención del Estado en la economía de los gobiernos
petistas (que incluye el exitoso plan Bolsa Familia, el cual ha contribuido
para el ascenso de una franja popular hacia lo que se ha denominado como una
“nueva clase media”). En reemplazo de sus carencias ideológicas, el PSDB ha
intentado de forma infructuosa centrar su estrategia en las denuncias por
ineficiencia y corrupción hacia el PT (quienes busquen un ejemplo, vean la
actuación de Serra en estas últimas elecciones paulistas).
Por otra parte, aunque
directamente relacionada, se encuentra su crisis política. En este partido
débilmente articulado a nivel de su densidad militante, la crisis resulta
claramente identificable en la ausencia de liderazgos competitivos del partido
a nivel nacional, capaces de proyectarse frente a los líderes del PT (las
últimas encuestas ubican tanto a Lula como a Dilma por encima del 60 por ciento
del apoyo de los brasileños para las elecciones de 2014). En este sentido, sus
tres figuras más importantes y que se encuentran activas políticamente han
perdido competitividad para una disputa electoral a nivel presidencial.
Comenzando por José Serra, que a su última derrota en San Pablo suma las de
2002 frente a Lula y las de 2010 frente a Dilma; le siguen el actual gobernador
de San Pablo, Geraldo Alckmin, quien perdió en 2006 frente a Lula; así como el
ex presidente Fernando Henrique Cardoso, quien se mantiene como la conciencia
simbólica del partido a sus más de 80 años.
Frente a este escenario,
la única figura con posibilidades de disputar la presidencia resulta quien
seguramente enfrentará al candidato del PT en 2014: Aécio Neves. Político
moderado de Minas Gerais, nieto del fallecido Tancredo Neves y ajeno al núcleo
fundador paulista al que pertenecen los anteriores mencionados, tiene muchos
desafíos por delante. El primero, demostrar qué trae de nuevo a la escena
política que le permita competir con los exitosos gobiernos del PT a nivel
nacional.
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