La diversidad de Obama tiene límites. En
el caso de su discurso, el límite es estar dentro del proyecto norteamericano,
ser uno con él, apuntalarlo, trabajar por él, considerarlo bueno, deseable,
sueño realizable. Quien está fuera del proyecto, el que rompe la unidad de
sentido queda fuera de la diversidad admitida y se transforma en enemigo,
amenaza, malo, indeseable.
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Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Más allá de su discurso, Obama se ha comportado como un presidente norteamericano cualquiera. |
En su “discurso de la victoria”, luego
de ganar por segunda vez las elecciones presidenciales de los Estados Unidos,
Barack Obama hizo un elogio de la diversidad de la nación norteamericana. “No
importa –dijo- que sea negro, blanco, hispano, asiático, indio americano,
joven, viejo, pobre, rico, capacitado, discapacitado, gay o heterosexual” pues
todos tienen cabida en ese crisol en el que, desde el momento de la llegada del
May Flower, se ha ido convirtiendo
ese país.
No solo los que lo rodeaban lloraban.
Hubo emocionados en todas partes, incluso entre nosotros, que le envidiaron a
los Estados Unidos el ser un pueblo inteligente y saber elegir a quien
representa al futuro: un mulato con abuela keniana, criado en Hawai que “ha olido al tercer mundo” en carne propia.
Barack Obama, sin embargo, el que elogia
la diversidad de la nación del norte y dice apostar por ella para sacar
adelante a la nación en crisis, parece hacer una separación tajante entre su
país y el resto del mundo: puertas afuera, ya no es el mundo diverso lo que
parece conquistarlo, sino el alineamiento con el dictum norteamericano. En este sentido, es decir, más allá del
discurso, Obama se ha comportado como un presidente norteamericano cualquiera,
independientemente del color de su piel, su origen social y el lugar en donde
haya pasado su infancia.
En nuestra pequeña Centroamérica,
Honduras es el ejemplo más rotundo, y en América Latina aún resuenan en
nuestros oídos las prepotentes palabras de Hillary Clinton refiriéndose a
Venezuela, por ejemplo. Es decir que, en nuestro caso, para Barack Obama lo que
es bueno para el ganso no necesariamente es bueno para la gansa, lo que es lo
mismo que decir que la diversidad que internamente considera que es una
fortaleza, allende las fronteras norteamericanas se transforma en una
debilidad, cuando no en una amenaza para los Estados Unidos.
No hay que juzgar, sin embargo, tan
duramente al presidente norteamericano. Él no es más que un engranaje en un
inmenso aparato en el que la voz cantante la tienen los grandes intereses
económicos de las grandes transnacionales, el capital financiero, el complejo
económico-militar.
No hay presidente que pueda escapar a
esta situación, pero él es la cara más visible de una idea que se vende como la
más pura, la más deseable: la búsqueda de la libertad y la democracia. Él es la
imagen del sistema: el que debe subir corriendo todas las escaleras que se le
pongan enfrente para que parezca potente y en forma; el que debe saber hacer la
pausa efectista en el discurso para que sus palabras creen el efecto deseado,
de euforia o tristeza, de solidaridad o amenaza; el que debe lucir impecable
todos los días, incansable, listo siempre para entrar en acción.
La diversidad de Obama tiene límites. En
el caso de su discurso, el límite es estar dentro del proyecto norteamericano,
ser uno con él, apuntalarlo, trabajar por él, considerarlo bueno, deseable,
sueño realizable. Quien está fuera del proyecto, el que rompe la unidad de
sentido queda fuera de la diversidad admitida y se transforma en enemigo,
amenaza, malo, indeseable. Usted puede ser todo lo distinto que quiera siempre y
cuando acepte que en los Estados Unidos está el futuro. Lo demás, lo de afuera,
o tiende a parecerse a ellos o se le endereza para que esa sea su ambición.
Por eso, su elogio de la diversidad debe
tomarse con pinzas. Por un lado, porque un país que caza inmigrantes como
animales, en el desierto que cubre su frontera sur no es, ni lejanamente, un
país que considera la diversidad como algo positivo. Por otro lado, porque
siendo, como es, una potencia que no para mientes en avasallar a los que no se
plieguen a sus designios ideológicos, económicos o políticos, no puede
autoerigirse en campeón de la diversidad mundial.
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