El tema del
narcotráfico y la guerrilla colombiana debe ser visto sin hipocresías. Es el
narcotráfico un actor indudable en la política colombiana y su dinero se
difunde por toda Colombia.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La mayoría de los
análisis que se hacen sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) en Estados Unidos de América, las presentan como uno de los cárteles del
narcotráfico que actúan en dicho país. Es imagen muy difundida y aceptada. Basta ver la entrada sobre las
FARC que existe en la versión en español de la enciclopedia electrónica
Wikipedia, para ver lo generalizado del aserto. La apreciación más equilibrada que he escuchado en relación
a ello, se la oí al muy estimable colega colombiano Alejo Vargas, en ocasión de
una conferencia impartida en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla: el
que las FARC haya establecido negociaciones con los distintos cárteles del
narcotráfico que han operado en Colombia no los vuelve parte de ellos ni
desvirtúa que dicha organización tenga un planteamiento político para su país y
aun una dimensión utópica en sus objetivos.
Las negociaciones de paz entre el gobierno y las FARC,
anunciadas oficialmente en Oslo hace unos días, involucrarán el tema del
narcotráfico en su agenda. El gobierno de Juan Manuel Santos pondrá sobre la
mesa el involucramiento de las FARC con los narcotraficantes colombianos. Y es
que en efecto, es de sobra conocido el pacto al que han llegado las FARC con dichos delincuentes. En las zonas en las
cuales esta guerrilla colombiana ejerce el control territorial, a los
narcotraficantes se les permite el cultivo de coca, mariguana y el
funcionamiento de las llamadas “cocinas” que no son sino los laboratorios en
los cuales se procesa la hoja de coca para convertirlo en cocaína. Además, las
FARC permiten a los cárteles de la droga el trasiego de la droga por los
territorios controlados por la guerrilla. A cambio de esto se les cobra a los cárteles el llamado “impuesto de
guerra”, el cual le genera ingresos que algunos analistas colombianos estiman
en decenas sino es que centenares de millones de dólares al año.
El tema del
narcotráfico y la guerrilla colombiana debe ser visto sin hipocresías. Es el
narcotráfico un actor indudable en la política colombiana y su dinero se
difunde por toda Colombia. Los paramilitares
colombianos –ejército irregular de extrema derecha que actúa como
contraguerrilla- obtienen financiamiento
del narcotráfico de manera parecida a la
de la guerrilla. Las campañas electorales de los más diversos signos se nutren
también de este dinero sucio. Y algún ex presidente colombiano dijo en corto
que no había habido presidente de dicho país que no hubiera hecho alguna
negociación con el narcotráfico. Las FARC arguyen que en este momento lo que
circula en el mundo por concepto de narcotráfico son 670 mil millones de
dólares, de los cuales regresan a
América latina 20 mil
millones y a Colombia reputada
productora del 80% de la cocaína, solamente regresan 4 mil millones de
dólares. Resulta claro que el dinero del narcotráfico irriga las finanzas estadounidenses y del
mundo.
Otro enorme negocio son los precursores químicos y el armamento que se producen
fundamentalmente en el primer mundo. Las FARC consideran perdida la guerra
contra el narcotráfico –con similares argumentos a los de Pérez Molina en
Guatemala- y por ello desde 1999, el líder histórico Manuel Marulanda
“Tirofijo”, propuso un plan sobre sustitución de los cultivos ilícitos que
consideran que puede tener vigencia y aplicación para América latina. Para las
FARC el narcotráfico es un fenómeno económico, político, militar, social y
tiene un componente moral, pero su solución ese esencialmente económica y
social.
La relación de las FARC
con el narcotráfico tiene una larga historia. Han sido enemigos literalmente a
muerte. Desde los años ochenta, las FARC han concluido que el narcotráfico no
es un problema militar ni tampoco los narcotraficantes son su enemigo a vencer.
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