En
la acción militar contra Palestina y su pueblo, Israel, sin escrúpulos de
ningún tipo y violentando el derecho internacional, realiza una operación de
exterminio étnico, provoca a Irán buscando la escalada del conflicto, induce a
Estados Unidos y a Europa a darles su
apoyo y prepara sus elecciones utilizando la agresión como instrumento de
unidad nacional.
Sergio Rodríguez
Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela.
Gaza en llamas tras la ofensiva militar de Israel. |
Es
difícil escribir sobre lo que sucede en el Medio Oriente y el norte de África
desde hace dos años, y en particular en días recientes en Palestina, al mirar
con impotencia cómo el mundo observa a través de la óptica torcida de los
medios de comunicación lo que está ocurriendo, y no manifestar el repudio al
horror que significa el asesinato impune de una población civil inerme en un
conflicto que sólo conviene a las potencias occidentales y a su aliado
sionista.
Pero,
hay que sobreponerse e intentar una explicación que permita comprender el
trasfondo de los hechos para entender que el pueblo palestino enfrenta una
poderosa maquinaria bélica soportada tecnológica, financiera y militarmente por
Estados Unidos y las potencias occidentales. Todo esto con el objetivo de
satisfacer las ansias de dominio de la derecha que gobierna el Estado de Israel
financiado por los grandes capitales judíos que representan al mayor poder
financiero de Estados Unidos y Europa. Como vampiros, chupan de la sangre que
produce la guerra, la venta de armas, el negocio energético y el tráfico de
drogas. Por las venas de sus bancos fluyen los miles de millones de dólares que
enriquecen sus arcas y que a pesar de la crisis, y de ser menos del 1% de la
población han incrementado sus ingresos en los últimos dos años hasta en un
30%.
Veamos
los acontecimientos recientes y estudiemos su lógica. El domingo 11, un niño de
13 años, Hameed
Abu Daqqa, recibió un disparo en el estómago mientras jugaba frente a su casa
en el sur de Gaza. Mientras eso ocurría helicópteros militares israelíes
sobrevolaban el lugar. La respuesta no se hizo esperar y se lanzaron ataques
contra las fuerzas militares sionistas. Aunque el lunes, Hamas ofreció una
tregua para investigar los hechos, Israel respondió con los violentos
bombardeos del miércoles que no se han detenido cuando se escriben estas
líneas.
Sin embargo, la
respuesta es la que cualquier pueblo digno debe hacer cuando es atacado. La
resistencia está consagrada como un deber universal y está incluida como tal en
la Constitución de varios países. Lo sabe el pueblo judío que se vio obligado a
ella para sobrevivir a la barbarie nazi. No es terrorismo salvaguardar la
integridad y la soberanía de la patria. Mientras el ejército sionista asesinó a
un niño, los milicianos palestinos atacaron al ejército. Es Israel quien ha
violado todas las resoluciones de la ONU, incluso la que le prohíbe poseer
armas nucleares.
Por otro lado, el
concepto de terrorismo no está definido por los organismos internacionales. Ese
vacío jurídico ha permitido que se dé siempre una idea que solo sirve a los
intereses de los poderosos. Ese fue el
argumento que utilizó Israel para
iniciar esta brutal ofensiva en lo que un editorial del periódico La Jornada de México ha llamado
“violencia asimétrica”.
No recuerdan acaso los
sionistas que cuando comenzaron a instalarse por la fuerza en Palestina en las
primeras décadas del siglo pasado, sus organizaciones armadas, la Haganah y
después el Irgún fueron caracterizados de terroristas por Gran Bretaña, pero
que cuando a los ocupantes les convino que sirvieran a sus intereses contra los
árabes las permitieron y hasta le dieron su apoyo. Ellos
mismos las llamaban su “organización militar popular” y ya en 1938 actuaron
junto a los británicos para sofocar la rebelión árabe. De manera que el uso del
terror y del término terrorismo ha tenido para los sionistas un sórdido manejo
desde hace casi un siglo. Nadie se puede sorprender que lo sigan utilizando
para continuar actuando como cabeza de puente de los intereses de los sectores
más reaccionarios de la derecha internacional.
Tratar
de encontrar la explicación de los hechos lleva al estudio de algunos factores
repetitivos de acciones que dan pistas al respecto. En primer lugar –y al igual
que en 2008- se producen después de las elecciones en Estados Unidos. En este
caso además, Netanyahu había apostado claramente por el candidato republicano
Mitt Romney, su antiguo amigo de la universidad. La derrota de éste adelantó la decisión.
Nuevamente, y de la misma manera que en 2008 están pautadas elecciones en
Israel, ahora para enero de 2013. Cabe destacar que en este país las
principales fuerzas en pugna son las llamadas ultra derecha del canciller
Avigdor Lieberman, extrema derecha del partido Kadima de la ex canciller Tzipi
Livni y la derecha del Likud del actual primer ministro Benjamín Netanyahu. Se
necesitaba de una acción que despertara el sentido nacional para llevar a
Netanyahu a la reelección.
Otro
factor desencadenante de la agresión, es el anuncio del presidente de la ANP
Mahmoud Abbas de que dentro de pocos días va a solicitar el reconocimiento de
Palestina como Estado en la ONU, sin embargo la división entre las autoridades
de Gaza y Cisjordania es tan grande que Abbas incluso llamó “a las partes al
cese del fuego”, ubicándose en una posición externa del conflicto. De manera
que la invasión sionista persigue también el objetivo de profundizar esa
segmentación de las fuerzas políticas palestinas.
En
el análisis más global de los hechos, fuentes militares y de inteligencia tanto
de Israel como de Estados Unidos han aportado elementos suficientes para demostrar
que una acción bélica contra Irán no tiene ninguna garantía de éxito. También
debe considerarse que el ejército sionista ya fue derrotado por Hezbollah en
Líbano en 2006. Así, la desesperación de Israel por provocar a Irán y escalar
una crisis en Oriente Medio lo ha llevado a operaciones de todo tipo. Sólo una
semana antes respondió de manera desmesurada a disparos hechos en los
territorios ocupados del Golán, por fuerzas sirias que se enfrentaban en el
conflicto interno de ese país.
En
ese marco, el presidente Obama parece considerar la realidad de los acontecimientos y ha comenzado a buscar la negociación con Irán, un escollo que
necesita superar en su proyección en dirección a Asia para su confrontación
estratégica (no necesariamente bélica) con China. Al respecto, el mandatario
estadounidense ha dicho que “Tiene que haber un camino mediante el cual ellos
(Irán) puedan tener energía nuclear pacífica mientras satisfagan sus
obligaciones internacionales y suministrar claras garantías a la comunidad internacional
de que no andan tras el arma nuclear” y agregó posteriormente que ha hecho un
compromiso de “realizar un impulso en los próximos meses para ver si podemos
abrir el diálogo”.
Todo
el mundo sabe que las relaciones entre Netanyahu y Obama no son buenas, pero
todo el mundo sabe también que éste y cualquier presidente de Estados Unidos es
“prisionero” de sus compromisos con el lobby judío, que al igual que el cubano,
dejaron de ser –hace muchos años- un problema internacional para transformarse
en parte de la cotidianidad de la política interna de Estados Unidos.
En
este marco de inscribe también la destitución del General Petraeus como Jefe de
la CIA. Lo que han hecho aparecer como un tema de infidelidad conyugal forma
parte de la misma conspiración sionista. No por casualidad la cesantía de
Petraeus se produce días antes de la agresión.
En
marzo de 2010, Petraeus compareció como jefe del Comando Central de EE.UU. ante
el Comité de Servicios Armados del Senado. Ahí manifestó que “Las
hostilidades permanentes entre Israel y algunos de sus vecinos presentan claros
desafíos a nuestra capacidad de avanzar nuestros intereses en el Área de
Operaciones (AOR). Las tensiones israelí-palestinas frecuentemente estallan en
violencia y en enfrentamientos armados en gran escala. El conflicto fomenta el
sentimiento antiestadounidense, debido a una percepción de favoritismo de
EE.UU. hacia Israel. La cólera árabe por la cuestión palestina limita la fuerza
y la profundidad de las relaciones de EE.UU. con gobiernos y pueblos en el AOR
y debilita la legitimidad de los regímenes moderados del mundo árabe.
Entretanto, Al Qaeda y otros grupos militantes explotan esa cólera para
movilizar apoyo. El conflicto también otorga influencia a Irán en el mundo
árabe a través de sus clientes, Hezbollah en el Líbano y Hamás”. No lo hizo por
amor a Palestina, sino porque necesitaba evidenciar los riesgos que está
significando Israel para los objetivos estratégicos de Estados Unidos.
Así mismo, Meir Dagan jefe
del Mossad, la principal agencia de inteligencia israelí dijo en el parlamento de su país que
“Israel está pasando gradualmente de ser un activo de EE.UU. a ser una carga”.
En
esa medida, y frente a la impotencia ante la búsqueda de negociaciones de
Estados Unidos con Irán, Israel actuó en el único lugar donde puede obtener el
“éxito” militar. En Gaza, la agresión contra un pueblo inerme ha devenido en
genocidio. Los palestinos ni siquiera han recibido el apoyo de la mayoría de
los países árabes, desmintiendo una vez más que exista un conflicto
árabe-israelí. Éste sólo se circunscribe a Palestina cuya resistencia impide la
consumación de los planes imperiales en el Medio Oriente.
Con
ello, Israel, sin escrúpulos de ningún tipo y violentando el derecho
internacional, realiza una operación de exterminio étnico, provoca a Irán
buscando la escalada del conflicto, induce a Estados Unidos y a Europa a darles su apoyo y prepara sus elecciones
utilizando la agresión como instrumento de unidad nacional. Estados Unidos lo
podría impedir, pero no lo va a hacer. Por encima de todo, están sus intereses
expansionistas y hegemónicos. Israel lo sabe y ante la mirada impotente del
mundo ha desatado un nuevo asesinato masivo de un pueblo que lucha y
resiste.
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