La voz del Che formula un
llamado de alarma. Pensar es tan urgente como hacer para no repetir errores,
para no forjar falsas ilusiones, para evitar la improvisación y no elaborar una
táctica al margen de un pensamiento estratégico.
Graziella Pogolotti / La
Ventana
"Apuntes filosóficos", reciente publicación de la editorial Ocean Sur. |
Conocemos el rostro del
guerrillero. Hemos admirado al organizador disciplinado, al combatiente
austero, solidario siempre con cada uno de los camaradas a su mando, ríspido
ante los formalismos y la retórica vacía, maestro de sus compañeros, médico
dispuesto a asistir a amigos y adversarios, capaz de expresar ternura contenida
ante el cuerpo del caído. No hemos reparado lo suficiente en los desvelos del
estudioso y el pensador.
Hoy sabemos, gracias a la
publicación de sus Apuntes
filosóficos por Ocean Sur, que en las ásperas jornadas del
páramo boliviano, aislado por la fragilidad de una izquierda dividida,
sufriendo hambre y sed, perdida a veces la orientación entre caminos
desconocidos, víctima del asedio de las tropas y del temor desconfiado de los
campesinos, no renunció a la indispensable indagación teórica. En Ernesto Che
Guevara, palabra y acción corrían por un mismo cauce. De igual manera,
experiencia de vida, praxis y conceptualización teórica resultaban
inseparables. Consideraba, valiéndose de un texto de Engels, que la táctica
separada de una perspectiva estratégica, conduce al oportunismo.
Muy joven comprendió el
Che que, para él, América Latina seguía siendo una asignatura pendiente, a
pesar de haber accedido a los rasgos fundamentales de su historia y su
geografía a través de los libros escolares. Necesitaba un aprendizaje de otra
naturaleza, afianzado en la experiencia de tocar la realidad con las manos, la
realidad humana, física, cultural, social y económica del continente.
En lo personal, era un
modo de seguir creciendo en todos los aspectos. Vencedor del asma que nunca lo
abandonó, anduvo a paso de hombre, valido de los medios que pudiera ofrecerle
el azar. Atravesó ríos y ascendió a la cima de los volcanes. Convivió con los
pobladores y pudo comprender el significado de conductas forjadas en una larga
cultura de la resistencia en la que coexistían gestos solidarios y generosos
con mezquindades, egoísmos y hasta manifestaciones de apetito rapaz. No juzgó:
observó.
Puedo imaginarme a aquel
joven impaciente, crecido en una atmósfera de alta tensión intelectual. La
formación del bachiller se sustentaba en una significativa base humanística. La
Argentina proyectaba hacia el continente una intensa vida cultural, con sus
editoriales, revistas, diarios de amplio perfil y profesores universitarios de
renombre. El debate intelectual se expresaba en el plano ideológico y en la
confrontación entre corrientes literarias, apegadas algunas a modelos europeos,
y asentadas otras en la tradición popular de Martín Fierro, registrada en la
memoria de los nacidos en los territorios del Río de la Plata.
Con extremo cuidado, el
Che anota los títulos que integran su programa de lectura en fichas que lo
acompañarán durante muchos años en la mochila del combatiente y en su
biblioteca personal. Característico del contexto cultural de su país de origen,
abundan los clásicos del psicoanálisis, así como los de la historia de la
filosofía y los pensadores más renombrados del siglo XX.
No dispuso, sin embargo,
el médico guerrillero del tiempo necesario para sistematizar sus propias ideas.
Los Apuntes… que ahora están a nuestro alcance reproducen los pasajes
subrayados por el Che junto a las marcas, comentarios e interrogantes anotadas
al margen. Aunque fragmentarios, revelan muchas cosas. A profesores y
estudiantes ofrecen una lección de método que debería constituirse en guía para
la pedagogía contemporánea, a fin de desplazar definitivamente todo rezago de
memorismo. El cimiento de todo aprendizaje se encuentra en el ejercicio de una
lectura creativa. Lo sustancial no consiste en repetir, muchas veces de manera
mecánica, sino en acribillar el texto con las interrogantes pertinentes.
Cuando leemos a Engels o
a Marx, no lo hacemos a la manera de quienes se adscribieron a la primera
Internacional, en un mundo que ya no es el nuestro. Lo hacemos como habitantes
de una isla del Caribe en la frontera del imperio, en medio de una pavorosa
crisis, en tanto hijos de una Revolución que afronta demandas emergentes sin
renunciar a su proyecto emancipatorio. El ascenso hacia el pensamiento
abstracto se produce desde la vivencia concreta del terreno que estamos
pisando.
El mosaico conformado por
fragmentos yuxtapuestos cobra sentido al ordenarse según el hilo conductor del
pensamiento del Che, planteado en el contrapunteo entre la práctica y el ajuste
de una visión estratégica.
A la luz de la
contemporaneidad, me interesa destacar el empeño permanente por eludir las
trampas inherentes a la tendencia acomodaticia, a simplificar la realidad.
Consciente de la gran complejidad del tejido social, insiste en atender a las
múltiples mediaciones que intervienen en el vínculo entre base y
superestructura, en destacar la consideración determinista del factor
económico. Sustenta su punto de vista en el análisis de la relativización
formulada por Engels, según las propias palabras del amigo de Marx.
La selección de los
materiales resaltados por el Che no incluye todo aquel que debió haber leído en
torno al pensamiento social. Obedece a un orden determinado y responde a
preocupaciones que pueden deducirse implícitas. Los clásicos universalmente
reconocidos se complementan con pasajes del Mao-Tsé Tung de la época de la
Larga Marcha y con el filósofo francés Luis Althusser, ambos muy leídos entre
nosotros en los años sesenta del pasado siglo.
Del primero constan lo
relacionado con la valoración de las contradicciones como fuente del desarrollo
con alusión a la célebre metáfora de las cien flores, recibida entonces como
reconocimiento de la necesaria convivencia de variadas corrientes de la cultura
y el pensamiento. De más difícil abordaje, las páginas de Althusser plantean la
inseparable unidad entre teoría y práctica, al punto de considerar la primera
como expresión específica de la segunda.
Quien acumuló estos
materiales de estudio fue un Ernesto Guevara maduro. Ha transitado por la lucha
guerrillera en la Sierra Maestra, por la etapa de puesta en marcha del proyecto
socialista cubano, por el conocimiento directo de los países de la Europa del
Este y por los duros encontronazos con el imperialismo. Ha detectado errores
que anuncian la vulnerabilidad del modelo soviético. Comprende la necesidad de
incentivar un pensamiento crítico, la importancia de preservar la vocación
internacionalista a fin de estimular de manera orgánica el crecimiento de la conciencia,
superando el adoctrinamiento de esencia dogmática. A lo largo de la
transformación de una sociedad, sus hacedores, los ciudadanos todos
comprometidos con ella se someten a un permanente aprendizaje fundado en
vivencias, relecturas de la historia y ajuste del rumbo táctico para cumplir
con el propósito estratégico.
A veces, la pasión ciega.
Pero también ilumina la ruta de la lucidez. Desde la caída del Che en Bolivia,
con rapidez sorprendente, el panorama mundial ha cambiado de manera
insospechada. El derrumbe de la Europa socialista aceleró la crisis latente de
las izquierdas, desplazó la tradición marxista, instauró el escepticismo y
sustituyó la ideología explícita por otra disimulada bajo el mensaje light de
los medios. El poder financiero ejerce su dominio como fuerza autónoma
desgajada de la economía real y convierte a los políticos en servidores de sus
intereses.
Aprendida la lección de
neoliberalismo, la América Latina ofrece una plataforma para la resistencia
requerida de una revitalización del pensamiento, de una izquierda siempre
enferma de fragmentación. En esa circunstancia, la voz del Che formula un
llamado de alarma. Pensar es tan urgente como hacer para no repetir errores,
para no forjar falsas ilusiones, para evitar la improvisación y no elaborar una
táctica al margen de un pensamiento estratégico. Volvamos al Che. Aceptemos el
desafío de convertir en práctica el ejercicio de un pensamiento creador.
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