El costo político de
una restauración neoliberal en cualquiera país latinoamericano sería grave y
generaría una resistencia popular capaz de provocar una crisis social que
trascienda el neoliberalismo y el neodesarrollismo.
Luis Manuel Arce Isaac y Anubis Galardy / Prensa Latina
Esta dramática
advertencia fue lanzada por el académico martiano panameño Guillermo Castro en
una entrevista con periodistas de Prensa Latina, en el ámbito de la II
Conferencia Internacional Con todos y para el bien de todos en la que
participa, junto a más de 750 intelectuales de 51 países.
La región está en medio
de una gran batalla que no ha sido ganada, en momentos de grave crisis del sistema
mundial, donde vemos dentro de las propias potencias dominantes la plaga de la
corrupción que corroe por dentro a la mayor parte de los gobiernos de nuestros
países, abundó.
Cuando uno lee Nuestra
América, que es el acta de nacimiento de la contemporaneidad nuestra, encuentra
todos los problemas, advertencias y señales de una ruta a seguir que puede ser
facilitada por los logros tecnológicos pero que los trasciende y le da sentido
al uso de esa tecnología.
Y es asombroso porque
en nuestra América encontramos referencias de tal naturaleza que ningún
problema contemporáneo ha estado ausente ahí.
Frei Betto, dice, nos
ha dado una conferencia extraordinaria sobre la corrupción y su papel en la
vida contemporánea, y escuchándolo uno se remite a Martí cuando nos advierte
que "el lujo venenoso enemigo de la libertad pudre al hombre liviano y
abre la puerta al extranjero", y esto es un retrato que no puede ser más
claro de situaciones que tenemos en América Latina que muchos redimensionan y
que está corroyendo también a las grandes potencias de nuestro tiempo.
A la pregunta de si en
la dialéctica martiana la situación actual de América Latina, con retrocesos
como el de Argentina, guarda alguna semejanza con las reflexiones leninistas
sobre un paso adelante y dos atrás, responde: no estamos en esa situación.
En mi opinión, precisa,
afrontamos una situación nueva, distinta, en la cual -si bien hay derrotas de
gobiernos llamados progresistas-, no se ha producido una restauración del
status quo anterior inmediato, pues esos regímenes han propiciado cambios
importantes en la correlación de fuerzas sociales en sus países.
El catedrático panameño
pone como ejemplo la situación de Argentina, donde gana el neoliberalismo por
un escaso dos por ciento; y de Venezuela, donde se registró una abstención de
más de dos millones de personas, lo cual puede traducirse en votos que se
restan a la oposición por diversas razones.
Uno se da cuenta
entonces, explica, que en esos procesos electorales, más que un cambio en la
correlación de fuerzas, se ha creado una correlación de debilidades, en suma
una crisis. El dominó se trabó y ahora hay que ver cómo se va a destrabar,
añade recurriendo a una metáfora.
Sobre algunas
observaciones planteadas en el foro martiano, alusivas a contradicciones dentro
de la izquierda latinoamericana -que llevan al enfrentamiento de grupos, a
pesar de su afinidad-, Guillermo Castro recuerda que es un fenómeno de vieja
data acompañado de expresiones muy severas de sectarismo.
En su opinión, el
problema tiene que ver con una relación no resuelta entre trabajadores manuales
y trabajadores intelectuales, fenómeno percibido ya por el pensador peruano
José Carlos Mariátegui quien en 1927 planteó la necesidad de integrar de alguna
manera esos sectores, pero lamentablemente no subsanada hasta ahora.
Tras la caída de la
Unión Soviética y la bancarrota de los partidos comunistas latinoamericanos
obligados a replegarse y recomponer sus fuerzas, el problema se agravó a tal
punto que la recomposición de esos espacios de encuentros de ambos mundos, del
campo y la ciudad, ha devenido en estos momentos una de las tareas culturales y
políticas más importantes de América Latina y el Caribe.
Cómo restablecer el
diálogo donde lo hubo y cómo iniciarlo donde
no lo hubo ha devenido un problema crítico que debe solucionarse, aunque
hay atisbos que apuntan al buen camino.
Al respecto, cita al
Movimiento de Campesinos Sin Tierra de Brasil, que ha creado un sistema de
educación de trabajadores del cual va emergiendo una nueva intelectualidad
propia capaz de relacionarse con esa otra inherente al mundo universitario.
Nosotros en Panamá,
sostiene, no tenemos nada que subsane esa brecha. El mundo intelectual
permanece aislado en su propio círculo, y el mundo del trabajo circunscrito a
sus problemas y reivindicaciones inmediatos, y el espacio intermedio está
vacío.
Aún así debemos tener
fe en el mejoramiento humano, como afirmaba Martí: confiar en lo mejor del
hombre y desconfiar de lo peor de él y trabajar para que prevalezca lo mejor.
Se trata de un trabajo
con una proyección política, capaz de trascender los límites de esa realidad y
crear otra distinta, y no quedarnos en el dilema del neoliberalismo o
neodesarrollismo. Si no, vamos a quedar atrapados en un problema pendular. ¿Cómo
vamos a hacer en América Latina?, se pregunta. ¿Vamos a movernos del
neodesarrollismo al neoliberalismo, o vamos a trascender esa disyuntiva?
El académico panameño
admite que esa es la verdadera interrogante y aún no sabemos la respuesta. En
su opinión, hay que analizar y crear esa salida considerando el potencial
descomunal de las fuerzas opuestas a esos objetivos, como lo han advertido en
el foro martiano numerosos conferencistas.
Ante esa circunstancia,
Guillermo Castro insiste en aprovechar las fortalezas de los sectores
populares, estrechar el contacto con la realidad de quienes tienen que ganarse
la vida trabajando, el principal recurso para construir una explicación de la
realidad que se contraponga a la propaganda de los centros de poder.
No hemos vuelto atrás,
aclara, es una espiral en la cual estamos en un escalón más arriba. De aquí el
reto planteado: esta no es una batalla que esté ganada, es un momento de un
proceso muy difícil del sistema mundial, dijo.
En ese punto los
periodistas le recuerdan el escenario en que el líder histórico de la
Revolución cubana, Fidel Castro, lanzó y encabezó la batalla de ideas. Hay que
continuar y mantener esas acciones, se trata de algo vital, corroboró de manera
enfática.
Recordó que el llamado
del Comandante en Jefe tuvo su origen en un planteamiento de Martí en el
periódico Patria, cuando indicó: "de pensamiento es la guerra mayor que se
nos hace, ganémosla a pensamiento".
Fidel, añadió, retoma
esa idea, la renueva, la proyecta hacia la actualidad, y ha sido la batalla
latinoamericana del siglo XX, no ha cesado, ni podemos renunciar a la evidencia
de todo lo que hemos logrado.
El intelectual panameño
alertó sobre la arremetida de los neoliberales contra los sueños legítimos y su
promoción del nihilismo, de la idea de que "nada es posible y por tanto yo
no soy responsable de lo que suceda". A la larga, eso es malo incluso para
el capitalismo, precisa, porque precipita situaciones como la bancarrota de
2008: eso es lo que se nos viene encima en el futuro. Ese es el plan de ellos,
pero no el nuestro.
Lo más curioso,
reflexiona, es ver cómo pese al poderío de sus medios de comunicación y sus
capacidades para obnubilar a enormes masas de la población -en especial las
urbanas-, no han logrado erradicar la voluntad de resistencia de los sectores
populares. Eso se debe a que la voluntad de lucha se nutre de hechos. En
relación con ese tema surge otra pregunta: qué hacer para convertir el ideario
martiano en una fuerza actuante en esa realidad cuyos peligros, en el contexto
latinoamericano, avizoró y llamó a conjurar.
Guillermo Castro
coincide con la apreciación del ensayista y poeta cubano Fernández Retamar
quien sostiene que América Latina está llena de martianos que no saben que lo
son, y lo descubren cuando leen por primera vez su medular ensayo Nuestra
América, profundo y esclarecedor. Esas fuerzas están y lo que hace falta es
dotarlas de la herramienta adecuada para dirigirlas.
Allí entra en juego el
pensamiento martiano. Su vigencia no se agota en su obra sino que se extiende a
la capacidad que esa propia obra tiene para captar y expresarse en un conjunto
de valores y asentarse en las raíces de la modernidad latinoamericana.
Para entenderlo es
necesario contextualizar la obra de Marti en la América Latina que él vivió.
Esa vigencia está también en su capacidad para enseñarnos a razonar
dialécticamente nuestras realidades, y a poner en una perspectiva histórica
como algo relativo y no como un triunfo, los hechos que van ocurriendo.
La manera más clara de
hacer pasa por identificar el problema político-cultural más serio que tenemos
en estos momentos que es la ruptura de los vínculos entre los trabajadores
intelectuales y los manuales, de lo que ya hemos hablado, insiste. Se impone la
recomposición de esos vínculos de manera innovadora.
A juicio de Guillermo
Castro, esa recomposición demanda resolver dos asuntos clave: la divulgación, y
la aplicación del pensamiento martiano. No basta con lo que Martí dice, sin
aplicarlo como una herramienta de análisis enriquecido con otras corrientes del
pensamiento histórico.
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