El “deshielo” entre
Estados Unidos y Cuba no puede verse como un proceso aislado de la
contraofensiva restauradora que impulsan las nuevas derechas latinoamericanas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Raúl Castro y Barack Obama se reunirán en marzo en La Habana. |
Barack Obama ha dado un
paso al frente en el proceso de “deshielo” de las relaciones diplomáticas entre
Estados Unidos y Cuba: su anuncio de una visita oficial a La Habana programada
para el mes de marzo (los días 21 y 22) y la entrada en vigencia de un paquete
de medidas que incluye la eliminación de restricciones al comercio, la
autorización del funcionamiento de aerolíneas cubanas en Estados Unidos y la
expansión de las autorizaciones de viaje de ciudadanos estadounidenses a la
isla, es una clara señal de que Washington redobla su apuesta diplomática
cuando el reloj corre en contra de la actual administración.
Ben Rhodes, asesor
adjunto de seguridad nacional, aseguró
en un comunicado en su sitio web que el viaje de Obama a Cuba pretende “hacer
irreversible el proceso (de normalización de las relaciones)”, y reconoció el
fracaso del bloqueo de más de medio siglo a la Revolución Cubana, toda vez
que “Estados Unidos estaba aislado en
nuestro propio hemisferio -y en el resto del mundo- que no estaba de acuerdo
con nuestro enfoque”.
La franqueza de Rhodes
y de otros funcionarios estadounidenses -incluido el mandatario- quienes se han
expresado en idéntico sentido sobre el fracaso de la política imperial de
agresión a Cuba, y el giro en las relaciones diplomáticas, políticas, comerciales y de cooperación en varios
niveles, impulsado desde diciembre de 2014, no solo constituyen gestos de
audacia y realismo de parte de los dos gobiernos: también responden a
transformaciones sociales, culturales y cambios generacionales que han
modificado las percepciones mutuas entre ambas sociedades y que,
necesariamente, abren fisuras en las posiciones monolíticas que surgieron en el
marco de la Guerra Fría.
Si bien esta nueva
etapa se valora como una victoria moral de la Revolución Cubana, y se sigue con
esperanza en toda América Latina, en tanto abre posibilidades de mejoramiento
de las condiciones de vida y bienestar para el pueblo cubano, que pueden
potenciar los logros forjados desde 1959; tampoco debe obviarse el hecho de que
este proceso particular se ha venido desarrollando en paralelo con una serie de
acontecimientos ocurridos en los últimos dos años en nuestra región, y que
están modificando –con rumbos todavía inciertos- el panorama político,
socioeconómico y geopolítico de los primeros 15 años del siglo XXI
latinoamericano.
Es decir, el “deshielo”
entre Estados Unidos y Cuba no puede verse como un proceso aislado de la
contraofensiva restauradora que impulsan las nuevas derechas latinoamericanas,
aprovechando para ello la convergencia de factores económicos coyunturales (a
nivel nacional y global), errores de gestión de lo público (agravados por una
intensa guerra económica e intentonas
golpistas en varios países), y una cierta inercia política que desaceleró los
cambios necesarios para desmontar el aparato de dominación del capitalismo
neoliberal, lo que acabó por desgastar a los gobiernos progresistas y
nacional-populares.
La prolongada crisis
brasileña, las derrotas electorales en Argentina y Venezuela, y el inminente
fin de mandato de Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, han
reforzado y generalizado la idea de un fin
de ciclo, y el consecuente debilitamiento de las alianzas de Cuba con estos
gobiernos; en ese escenario, Washington pesca en río revuelto. No en vano,
después de La Habana, la siguiente escala en la gira anunciada por el
presidente Obama será Buenos Aires, Argentina, país en el que no estuvo un mandatario
estadounidense desde la histórica Cumbre de Mar del Plata en 2005, en la que
fue derrotado el proyecto panamericanista del ALCA. Una visita que pretende
saldar cuentas simbólicamente con el kirchnerismo, y que para el hegemónico diario
La Nación “significa un fuerte gesto [de Obama] a Macri,
y le da mayor sustento a su proyección como líder regional”.
¡Sin duda, mucho han
cambiado los tiempos en tan poco tiempo!
Por eso, ahora que la Roma Americana aprovecha el desconcierto
para reconquistar posiciones en nuestra región, conviene tener más presentes
que nunca las palabras de José Martí, que iluminan la comprensión de la
naturaleza e intereses que predominan en las relaciones de Estados Unidos con
nuestra América, y que aconsejan precaución ante todo gran convite: “El tigre,
espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. (…) No se le oye
venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta,
tiene al tigre encima”.
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