Bolivia, frente al
estado crítico que signa a Venezuela y al arribo de un gobierno claramente
neoliberal en Argentina, tiene la responsabilidad de ponerse en los hombros el
proceso bolivariano. Ser el guía político en este proyecto de liberación
continental que atraviesa momentos de pálida incertidumbre por lo que acontece
en otras naciones hermanas.
Maximiliano Pedranzini* / Especial para Con Nuestra
América
Desde Misiones,
Argentina
Bolivia se prepara para
poner en marcha el referéndum para la reelección del presidente Evo Morales. El
proceso que se desarrollará el próximo 21 de febrero contempla la reforma
parcial de la Constitución que busca prolongar por un mandato más el gobierno
del actual presidente que culmina en 2020. Esta iniciativa es apoyada por los
movimientos sociales nucleados en la Coordinadora Nacional por el Cambio
(Conalcam), quienes respaldan al gobierno de Evo Morales desde su creación en
2007. Un referéndum que, sin embargo, no se propone una reelección indefinida,
tal como lo expresaran dirigentes del MAS.
La búsqueda del “sí”
para el gobierno de Evo Morales lleva consigo un sentido que va más allá de
continuar con el proceso político iniciado en 2006, cuyo auge y consolidación
lo logra con la sanción de la nueva Constitución en 2009 que refunda el país en
todos los órdenes, dando nacimiento al Estado Plurinacional de Bolivia. Este ir
“más allá” es el umbral cuya dimensión encarna su rol preponderante en la
construcción de la Patria Grande y la continuidad del proceso bolivariano
inaugurado por el comandante Hugo Chávez.
Este protagonismo lo
comienza a alcanzar por varios factores. Uno de ellos es por la ausencia de
Chávez tras su muerte en 2013 y la posterior crisis política que desató la
derrota en los comicios legislativos del 6 de diciembre de 2015. Y el otro, que
lo coloca en una coyuntura inmejorable en el escenario regional, es su
estabilidad tanto económica (con un crecimiento sustentable de más del 5 % por
año) como política -pese a intentos destituyentes por parte de la oposición en
los últimos años-, que la ha tornado más sólida para tolerar el deterioro que
sufren los gobiernos populares.
Este marco coloca a Evo
Morales como el líder del proceso bolivariano, ya que en esta configuración de
liderazgos la no presentación de Rafael Correa en las próximas elecciones de
2017 en Ecuador, hacen que el presidente boliviano sea quien ocupe este lugar
de relevancia para nuestra región de cara a lo que se vendrá en el mediano y
largo plazo.
Bolivia, frente al
estado crítico que signa a Venezuela y al arribo de un gobierno claramente
neoliberal en Argentina, tiene la responsabilidad de ponerse en los hombros el
proceso bolivariano. Ser el guía político en este proyecto de liberación
continental que atraviesa momentos de pálida incertidumbre por lo que acontece
en otras naciones hermanas.
La tarea no es sencilla
y requerirá fortaleza y liderazgo regional que Evo Morales tiene de sobra,
fruto de su experiencia como trabajador cocalero y líder sindicalista.
El gobierno de Evo
Morales antagonizó con los sectores más concentrados del poder en su país,
enfrentando varios intentos separatistas por parte de las regiones más ricas
del país andino e intentonas golpistas que lo han puesto en jaque. Fue aquí
donde Evo Morales sintió el respaldo de la UNASUR y la CELAC, en situaciones
donde los patriciados secesionistas desafiaban con romper la unidad del país.
Bolivia antes de la
llegada de Evo Morales y Álvaro García Linera era uno de los países con mayor
desigualdad de todo el cono sur, y esta situación se revirtió considerablemente
en una década, rompiendo con los dispositivos de subalternidad que marginaron
durante siglos a las comunidades indígenas que componen más del 60 % de su
población. La sanción de una nueva Constitución permitió cristalizar estas
políticas de inclusión cuyos ejes principales son la redistribución de la
riqueza que ha reducido la pobreza extrema de manera significativa, el derecho
a la propiedad de la tierra y la nacionalización de los recursos energéticos,
haciendo -como afirmó el presidente en la IV Cumbre de la CELAC- que los
servicios básicos sean un derecho humano. Un proyecto que está enmarcado en el
plan quinquenal de desarrollo (2016-2020) que busca profundizar y ampliar las
políticas de Estado llevadas a cabo en esta última década.
La región ha quedado
naufragando en una orfandad de liderazgo después de la muerte Chávez y esta
ausencia concreta debe ser suplida por un mandatario que supo resistir los
embates del neoliberalismo nada más y nada menos que profundizando el proyecto
emancipatorio en su propio territorio, y ese sin duda es Evo Morales.
Las recientes derrotas
electorales en Argentina y Venezuela han cambiado drásticamente el tablero
político regional e internacional. El rumbo de nuestra historia reciente está
virando de manera brusca hacia una nueva restauración conservadora que vuelve a
mirar como en los siglos anteriores al Atlántico, buscando despolvar los viejos
pactos neocoloniales y actualizarlos con tratados de libre comercio.
Lo que queda claro en
este camino de recuperación, es que el faro que debe guiar al proceso
bolivariano para no seguir perdiendo terreno en la lucha contra las oligarquías
locales y el imperialismo se llama Evo Morales.
Sudamérica como
precursor de este proceso iniciado en 1999 por el comandante Chávez, debe
continuar con el trabajo de liberar a la región.
Por esta razón, es
menester que se consagre democráticamente la posibilidad de que el presidente
Evo Morales pueda ser reelecto para continuar con las riendas de un proyecto
político que recuperó la dignidad del pueblo boliviano y la de los pueblos
latinoamericanos.
Bolivia es un orgullo
para nosotros, como también los son Venezuela y Ecuador en este último tiempo,
que han sabido reivindicar el principio de soberanía de nuestras naciones
frente a la permanente injerencia del imperialismo norteamericano.
Latinoamérica tiene que
sostener a como dé lugar este proceso emancipatorio. Y pese a los tropiezos de
este último tiempo, aún guardamos la esperanza de esta época que nos toca
vivir, en la que hemos acumulado una experiencia de casi dos décadas y eso
constituye un punto de partida donde recomenzar.
La dicotomía en estas
latitudes sigue siendo la misma: Patria Grande o pacto colonial, cualquiera sea
su nomenclatura.
Como en el referéndum
de 2009 en Venezuela donde el primero que felicitó a Chávez fue Fidel Castro,
esperemos que esta ocasión tan trascendente vuelva a repetirse con un llamado
del líder histórico de la Revolución cubana. Eso iluminaría el sendero del
proceso continental.
Un triunfo del “sí” no
solo es una victoria para el pueblo boliviano, sino para toda Nuestra América.
De afirmarse la positiva, se escribirá una página histórica, tanto para Bolivia
como para el proceso bolivariano. Una página que depende únicamente del pueblo
boliviano.
Como diría Chávez la
noche de su triunfo por el “sí” que le permitió ser reelegido: “¡Ha sido una
gran victoria! ¡Aquí está el pueblo de Simón Bolívar levantando las banderas de
la dignidad!” Esperemos que estas sean también las palabras de Evo y las del
pueblo boliviano.
*Ensayista. Integrante
del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, de
Argentina.
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