Una conspiración contra
el proceso de cambio que encabeza el presidente Evo Morales está en marcha.
Tiene su epicentro en Washington DC y se implementa por medio de operadores
políticos bolivianos y extranjeros. Utilizan el argumento de una presunta
defensa de la democracia y lucha contra la corrupción y el narcotráfico y su
objetivo es evitar que el Sí obtenga
la victoria en el referéndum de reforma de la constitución política del Estado
del próximo 21 de febrero.
Atilio Borón / LA JORNADA
Nunca como hasta ahora,
con métodos menos visibles para la ciudadanía, Estados Unidos está respaldando
decididamente, a través de sus agencias para la subversión como el Instituto
Nacional Demócrata (NDI por sus siglas en inglés) y el Instituto Republicano
Internacional (IRI por sus siglas en inglés) ambas con recursos entregados por
el Fondo Internacional para la Democracia (NED por sus siglas en inglés), las
acciones de la oposición boliviana destinadas a impedir que el referéndum del
21 de febrero represente un paso más en la consolidación del proyecto político
que lidera Evo Morales, un presidente indígena que ha cambiado radicalmente
Bolivia.
El carácter de la brutal
ofensiva estadunidense se explica por la importancia que tiene Bolivia hoy para
los procesos de cambio en América Latina, particularmente después de las
elecciones presidenciales en Argentina y legislativas en Venezuela.
Ya antes de la expulsión
del embajador estadunidense Philip Goldberg y en pleno intento de
desestabilización separatista, la CIA actuaba mediante operadores como Joseph
Humire. En fechas más recientes fue el vicecónsul Ari Avidar uno de los
principales operadores, quien tuvo que dejar el país una vez que se comprobó
que compraba información a dirigentes afines al proceso de cambio, tal y como
demostró en una investigación el semanario La Época y el programa Ojo
con los Medios del canal Abya Yala en 2015. Al no ser efectivas las
acciones violentas perpetradas, los actos racistas (en Sucre, Santa Cruz y
Pando), las manifestaciones antigubernamentales extremadamente hostiles (en
Tarija y Cochabamba), y las acciones abiertamente subversivas y antipatrióticas
(separatismo de la Media Luna y el fallido golpe de Estado “cívico-prefectural”
de 2008), hoy la derecha boliviana, en coordinación con organismos relacionados
con la NED –como son el NDI y IRI–, toman la iniciativa y financian actividades
con fines subversivos de grupos políticos y activistas opositores mediante fondos
del Congreso estadunidense.
Dentro de esos objetivos
de desestabilización se encuentra la movilización de agentes y operadores en
inteligencia y espionaje, el fortalecimiento de la actividad política
“ciudadana” contra el gobierno, y la distorsión mediática utilizando temas
sensibles como narcotráfico, corrupción, transparencia, libertad de expresión,
gobernabilidad y otros desde la perspectiva estadunidense. La utilización de la
memoria de un niño muerto, de otro en su acto de bautizo y de la ex pareja de
Evo Morales para poner en duda la moral del presidente ha sido uno de sus
golpes más bajos y arteros, en el típico estilo de las campañas subversivas
estadunidenses.
Entre esas “renovadas”
tácticas destaca el financiamiento de actividades políticas opositoras, la
llegada de agentes y asesores, supuestamente “capacitadores” de jóvenes,
mujeres e indígenas en temas de democracia, que en realidad tienen el objetivo
de organizar grupos de conspiradores y activistas políticos e instruirles en el
uso de un discurso antigubernamental que esgrima el argumento de la alternancia
como cimiento de la “verdadera” democracia y estigmatice la repostulación del
presidente Morales.
Según denuncias
efectuadas en los últimos años por medios alternativos como Rebelión, Alai,
Telesur y La Época, entre las decenas de agentes estadunidenses que
llegaron a Bolivia en los últimos años están Alton Eugene Dawsey, Gregory
Reynolds Alston, Richmond Paul Blake, Alejandro Lee Johnson, Donald Loren
Frerichs y Geofrey Frederich Schadrak. Asimismo, la embajada de Estados Unidos
en La Paz utiliza personajes que, bajo la fachada de “hombres de negocios”,
desarrollan labores de inteligencia para la CIA y la DEA. Tal es el caso de los
operadores David Wayne Paiz y Bert Davi Castorino. No son los únicos; a ellos
se suman agentes de la inteligencia política y militar, muchos de ellos
especializados en la lucha contra el narcotráfico, pero que en Bolivia tienen
el objetivo de desprestigiar políticamente a Evo Morales y sus colaboradores.
Entre este último grupo, que han ingresado al país con un visado de turismo,
hemos podido identificar a Salvador Leyva y Edgar Fernando Fritz.
Los vínculos entre los
operadores
En agosto de 2015 llegó a
Bolivia un operador político de origen costarricense llamado Víctor Hugo Rojas,
director para los Asuntos Internacionales del NDI, quien se reunió con
dirigentes de la oposición como Soledad Chapetón y con representantes de Samuel
Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Rubén Costas y Luis Revilla, con el
fin de coordinar acciones para dañar la imagen del gobierno de Evo Morales.
Junto a Rojas llegó Claudio Ortiz, un chileno experto en técnicas de acción
política que organizó un curso para el partido de Costas en Santa Cruz.
Rojas se comprometió a
volver a Bolivia antes de los tres meses, es decir, entre finales de octubre y
principios de noviembre, lo que no pudo hacer debido a la denuncia que hizo el
presidente Evo Morales sobre la activa presencia del NDI en Bolivia con fines
subversivos. Pero el NDI envío desde Lima a dos “técnicos” peruanos –Cecilia
Ormeño (asistente de Rojas) y Rafael Sotomayor–, para reunirse con la gente de
Soledad Chapetón y Rubén Costas, además de opositores de Beni, Cochabamba y
Tarija.
El NDI tiene nexos con
agencias de inteligencia como la CIA, y con instituciones estadunidenses
supuestamente dedicadas a la cooperación internacional. Su presencia persigue
desestabilizar al gobierno de Bolivia. Uno de sus enlaces más activos en
Bolivia es Luis Beccar, quien forma parte de la Oficina de Asuntos Políticos de
la embajada de Estados Unidos en La Paz y a la vez es uno de los principales
enlaces de la esa sede diplomática con líderes opositores como Tuto Quiroga,
al parecer su preferido.
Por otra parte, un
informe1 elaborado por el Centro Andino de Estudios Estratégicos en 2013,
detalla los sujetos, mecanismos y modalidades de la conspiración contra el
gobierno boliviano. El eje de acción está compuesto por el IRI, el NDI y la
Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés),
cuyos planes de desestabilización se disfrazan de programas de cooperación con
fuerzas “democráticas” de Bolivia. Asimismo, según el programa Ojo con los
Medios, de los periodistas Andrés Sallari y Mariano Vázquez, en 2014 Norma
Piérola, Mauricio Muñoz y Marcelo Antezana, asambleístas de oposición, viajaron
a Estados Unidos para reunirse con el ex marine y activista del IRI,
Joseph Humire, a quien le pidieron “capacitación”, apoyo político y recursos
económicos. Humire responde al senador ultraconservador estadunidense John
McCain.
Los recursos que
financian la campaña por el No en Bolivia, no solamente salen de los
bolsillos de las antiguas élites políticas y económicas que se fugaron de
Bolivia para no responder ante la justicia por sus delitos, como Gonzalo
Sánchez de Lozada, Carlos Sánchez Berzaín o Branko Marinkovic, sino también de
los bolsillos del contribuyente estadunidense. De acuerdo a fuentes bien
informadas, la embajada de Estados Unidos en La Paz ha aportado alrededor de
200 mil dólares para la campaña contra la reforma de la Constitución, recursos
que son administrados en Bolivia por fundaciones y organizaciones “ciudadanas”
y por líderes “juveniles” que organizan manifestaciones, marchas, seminarios,
cursos y otras actividades “democráticas”. Entre 2003 y 2014, la NED desembolsó
más de 7.7 millones de dólares para el financiamiento de casi 20 instituciones
en Bolivia, siempre con objetivos políticos.
Aunque todos se unen en
torno al No, lo que los divide es el acceso a los recursos y la preferencia,
tal como ha denunciado el presidente Evo Morales. Todo indica que para la
embajada gringa los preferidos son Tuto Quiroga del PDC y Sánchez
Berzaín del MNR (actualmente monitoreando la campaña desde EU), mientras que
para el NDI y el ala menos conservadora de la legación son Costas, Revilla,
Chapetón y Patzi.
Todo ello apunta a
desprestigiar al gobierno boliviano por medio de acusaciones de corrupción y
narcotráfico, dado que no ha sido posible vencerlo políticamente. Una
conspiración que va más allá de las fronteras de Bolivia y que tiene su
epicentro en Washington DC. Y es que como dijo el presidente Evo Morales, “esta
campaña (el referéndum del 21 de febrero próximo) va a ser pueblo boliviano
contra el imperio estadunidense, ésa va a ser la lucha”.
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