Ecuador, como país primario exportador, ha dependido económicamente de
los ciclos de sus principales productos de exportación.
Juan J. Paz y Miño C. / El Telégrafo (Ecuador)
Durante el siglo XIX, el cacao se erigió como el primer producto
generador de la riqueza nacional. Su segundo “boom” (1880-1920) fortaleció a
una élite de empresarios y hacendados; pero semejante riqueza no se distribuyó
socialmente. El Estado liberal, triunfante desde 1895, incluso pudo extender
algunas obras y servicios públicos al aprovechar los altos ingresos derivados
del comercio externo cacaotero.
Solo los gobiernos de la Revolución Juliana (1925-1931) rompieron con la
hegemonía de los intereses privados del ‘gran cacao’ en el Estado e impusieron
su papel económico regulador y, por primera vez en la historia, impulsaron
políticas sociales destinadas a redistribuir la riqueza y afectar con impuestos
a las capas ricas.
Durante el auge del banano (1950-1965), prácticamente el país inició su
tardío desarrollo capitalista y hubo alguna modernización. Nuevamente la
riqueza se concentró en la élite empresarial, agroexportadora y terrateniente
del país. El ‘desarrollismo’ de la década de 1960 en algo cambió el panorama.
Pero fue el auge del petróleo (1972-1980) el que transformó al Ecuador, al
permitir un desarrollo económico inédito, gracias a que el Estado manejó esa
riqueza, extendió como nunca antes las obras y servicios públicos, promovió el
crecimiento empresarial e impuso alguna redistribución de la riqueza.
Durante las décadas finales del siglo XX se desmontó la herencia
estatal-desarrollista. Ecuador ingresó al ‘paraíso’ del modelo empresarial
inspirado en el neoliberalismo. Otra vez la hegemonía de los intereses privados
en el Estado provocó la más aguda concentración de la riqueza, desmontó el
sistema impositivo que otrora tuvo como finalidad la redistribución de la
riqueza y agravó las condiciones de vida y de trabajo de la población.
Desde 2007 el país nuevamente cambió. En buena parte se retomó el camino
de activar un rol económico decisivo para el Estado, que ha sido la fórmula
históricamente más conveniente para el país, aunque en Ecuador todavía se cree
que cuando el Estado interviene, comienzan los problemas económicos. La verdad
es absolutamente distinta, pues cuando los intereses privados han dominado el
Estado, es cuando peor se ha concentrado la riqueza y menos servicios sociales
se ha brindado a la población.
Desde la Revolución Juliana se ha intentado, como en oleadas de adelanto
y retroceso, que Ecuador cuente con seguridad social universal, atención médica
general, educación pública gratuita, pensiones suficientes, salarios dignos y
derechos laborales consolidados. Un modelo económico hacia el futuro debería
asegurar, por lo menos, esas conquistas ya encaminadas, que en Europa ni
siquiera se discuten, a pesar de los retrocesos impulsados por los
neoliberales. Mantener una economía socialmente orientada exige aumentar y
consolidar fuertes impuestos sobre las capas ricas. Nada dicen sobre estos
puntos los precandidatos a las futuras elecciones ecuatorianas.
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