Los planteamientos de Bergoglio anuncian la propuesta de una reforma
al interior de la Iglesia Católica. A generar una práctica y una ética como la de San Francisco de
convivir y trabajar con y por los
pobres. Únicamente falta que la derecha neoliberal, cuando ya no soporte sus
palabras, su práctica y compromiso con los pobres lo acuse abiertamente de ser
un Papa populista.
Adalberto Santana /
Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
El nuevo periplo que
realizó el Papa Francisco por tierras de nuestra América comenzando el día
viernes 12 de febrero de 2016 se inició en La Habana. Ahí, el máximo
representante de la Iglesia Católica en el mundo completó su segundo viaje a la
mayor de las islas del Caribe. En el país caribeño que podría parecer ser el
consentido del Papa (será por su claro parecido con el paraíso en la tierra). Esto es, una nación donde la
belleza de su paisaje y de su pueblo es de llamar la atención. En ese
territorio no hay exclusión social y la
gran mayoría de la población goza de buena salud, educación, buena música y un
pueblo muy alegre y nada consumista. En
gran media es una sociedad más justa alentada por el bloqueo económico
estadounidense que dura ya más de medio siglo. Ahí, el modelo del socialismo
cubano parecería para la doctrina social de la Iglesia Católica un proyecto
alternativo para los pueblos del mundo en el siglo XXI. En tanto esa sociedad
gira en torno a una mayor justicia social.
Pues bien, ahí en La Habana se reunieron dos de los principales dirigentes religiosos. Por un lado el patriarca Kiril, máximo representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa que aglutina a casi el 4% de la población mundial y por el otro el de la Iglesia Católica con el 31.5%. Ambos dirigentes religiosos tuvieron como testigo y anfitrión al presidente cubano, Raúl Castro Ruz. Uno de los mandatarios latinoamericanos con más autoridad política y moral en la región latinoamericana y en el mundo. Durante el encuentro de ambos jerarcas religiosos, implicó el rencuentro de dos Iglesias que estuvieron integradas hasta el año 1054. En nuestros tiempo dicho encuentro mostró el necesario diálogo interreligioso del siglo XXI.
Finalmente con su encuentro en La Habana volvieron a establecer sus relaciones en un momento en el que los conflictos político-militares que acontecen en Siria y Ucrania pone en tensión a todas las naciones del mundo. De ahí que ese diálogo en un país como Cuba que es una nación de paz, fue más que significativo para el propósito de que esas dos iglesias busquen la pacificación en esa vieja región del mundo que vio nacer la civilización y que abarca buena parte de los territorios de Irak, Siria, Afganistan y Turquía, así como la región de Ucrania y Rusia. De ahí que se reconozca que el encuentro entre el patriarca ruso y el Papa Francisco se logró después de casi un milenio al reconciliar la ruptura religiosa entre el Occidente y esa parte del llamado Cercano Oriente.
Después de su corta escala en Cuba, el Papa Francisco llegó a México como lo ha estado de gira el año pasado en la misma Cuba, Estados Unidos, Ecuador, Bolivia y Paraguay. En México llegó en un momento muy difícil y complejo cuando es el único país que se mantiene en una situación de fuertes conflictos y violencia generada por la guerra que le declaró al narcotráfico el ex presidente Felipe Calderón, de claro perfil conservador. Esa situación de conflicto no ha disminuido, por el contrario durante el gobierno del presidente Enrique Peña Neto se ha recrudecido constantemente. Oficialmente se reconoce que esa guerra entre 2006 y 2015 ha dejado más de 80 mil muertos y más de 20 mil desaparecidos. De ahí que el Papa haya advertido a la población y a la llamada clase política mexicana sobre la urgencia de avanzar en el camino de la justicia. Así, el discurso del Papa Francisco en su recorrido por distintos escenarios del territorio mexicano como fueron las ciudades de México, Ecatepec (Estado de México), San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez (Chiapas), Morelia (Michoacán) y Ciudad Juárez (Chihuahua) estuvo centrado en temas como la pobreza, la violencia, el narcotráfico, la desigualdad, la acumulación de riquezas en unas cuantas manos, la migración, los jóvenes, la diversidad cultural de los pueblos originarios, el daño al medio ambiente y especialmente a los legítimos propietarios de esas tierras del Nuevo Mundo.
Si bien las palabras del Papa en su visita a México de seis días, fue un claro compromiso por hacer
prevalecer con su sentido ético el tema de la justicia social, el que forma parte de la doctrina social de la Iglesia Católica, fue también un discurso que se enunciaba más allá de México. Por su contenido social y rescate de la diversidad cultural, su interlocutor fueron los grandes grupos más vulnerables de América Latina y el Caribe. Precisamente en el continente americano se concentra el mayor número de católicos del mundo, la población total de cristianos en el mundo alcanza a 2,135,783,000 (33.1%), y de estos la mayor concentración se ubica en nuestro continente con el 36% (http://www.vicariadepastoral.org.mx/domund_7/hojas/2007_09.htm). De ahí la importancia de la región y la emergencia de un Papa de origen latinoamericano como es el caso de Jorge Mario Bergoglio. Es decir, de un Papa emergido de la periferia y muy cercano por su pensamiento ético y su práctica religiosa a los pobres de los países que siguen viviendo en el subdesarrollo y la dependencia.
Así, la visita a México
del sumo pontífice ya no comulgó con la idea de seguir apostando por el glamur
de la alta jerarquía católica, al manifestar que ya “no se necesitan
príncipes”,
como lo señaló en la Catedral de la ciudad de México, sino por el compromiso de los religiosos de abajo, los
que día a día conviven y trabajan con la base real del pueblo católico. Con
una realidad que muestra las más amplias
desigualdades sociales. Así, las palabras y orientación del discurso del Papa se manifestó con las ideas
de un pensamiento crítico: “Cada vez que buscamos el camino
del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde
o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el
narcotráfico, la exclusión, la violencia e incluso el tráfico de personas, el
secuestro y la muerte”. Sin duda los planteamientos de Bergoglio anuncian la
propuesta de una reforma al interior de la Iglesia Católica. A generar una
práctica y una ética como la de San
Francisco de convivir y trabajar con y
por los pobres. Únicamente falta que la derecha neoliberal, cuando ya no
soporte sus palabras, su práctica y compromiso con los pobres lo acuse
abiertamente de ser un Papa populista.
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