La historia de América Latina y el Caribe de los dos últimos siglos está cubierta por la implementación de
modelos de intervención imperial en sus asuntos internos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En homenaje al Profesor Demetrio Böersner, profesor y maestro.
Desde
su irrupción como potencia dominante a nivel global a fines del siglo XIX,
Estados Unidos inició el proceso de institucionalización de la intrusión y el
sometimiento en los países del sur del Río Bravo, sin embargo muy pocos años
después de su Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, comenzó su
proceso de expansión y avasallamiento.
Thomas
Jefferson quien fue elegido presidente en 1800, curiosamente en representación
de un partido que se llamaba republicano-demócrata, fue exponente de una
doctrina de expansión que miraba más allá de las fronteras naturales del río
Mississippi (al oeste) colonizadas por Francia desde 1763 en territorios en los
que habitaban sus pueblos originarios, y hacia el sur, que era una posesión
española. Dada su debilidad por la desastrosa guerra que libraba en Haití,
Francia se vio obligada a vender la Louisiana a Estados Unidos. Fue el inicio
de una expansión que rápidamente tomó rumbo sur con la mirada expresamente
orientada a la obtención de Cuba. Después de utilizar diversos instrumentos
como la conspiración, el apoyo y aliento a la rebelión en pro de la secesión de
colonos que había introducido en territorio español y la intervención militar
directa, logró la apropiación de la Florida en febrero de 1819. Fue el comienzo
de 200 años de horror.
En
1829 y a pesar que el Tratado Adams-Onis que le había permitido apropiarse de
la Florida aceptaba implícitamente la soberanía española sobre Texas, Estados
Unidos inició nuevamente la conjura para apropiarse de ese rico territorio
mexicano. Nuevamente, mediante la introducción de colonos a partir de 1821 fue
creando las condiciones para la apropiación de esa región. En 1836 los texanos
de origen estadounidense se alzaron con
el apoyo del país del norte y se
declararon independientes, lo cual fue reconocido por el Congreso de la Unión
Norteamericana en 1837, con ello se inicia la expoliación mediante al guerra de
un territorio que significa el 15% del área actual de Estados Unidos y de la de
México, comprendiendo la totalidad de los estados de California, Nevada y Utah
y partes de Arizona, Colorado, Nuevo México, Wyoming, Oklahoma y Kansas.
La
anexión de Texas potenció la ambición intervencionista de los intereses de
expansión. El triunfo de la burguesía y el capitalismo emergente en la Guerra
de Secesión contra el latifundismo esclavista no impidió la búsqueda de nuevos
territorios para ampliar la frontera agrícola del país. Así, comenzó a aplicarse
la doctrina de “Destino Manifiesto” que justificaba la aplicación de estas
políticas. En 1855, William Walker, un mercenario financiado por intereses texanos invadió territorio
centroamericano. El gobierno de Estados Unidos se hizo de la “vista gorda” ante
las protestas de las naciones violentadas
y de Gran Bretaña con quien había firmado un pacto de no agresión para
la región en 1850. Así mismo, en 1849 y 1850 apoyó con financiamiento y armas a
otro mercenario, esta vez el cubano Narciso López con el fin de se apoderara de
la isla y la anexara a Estados Unidos.
Las
décadas finales del siglo XIX introducen la fase imperialista en la política de
Estados Unidos. Con ello, comienza el proceso de institucionalizar su dominio y
jugar un papel de “arbitro” en los conflictos entre países de América Latina,
-la mayoría heredados de la colonia y aún sin solución- a través de la creación
de las conferencias panamericanas que se propusieron eternizar el pensamiento
monroista en la región. Después de
desplazar a Gran Bretaña como potencia hegemónica en la región, Estados Unidos
intervino en Cuba, ocupó Puerto Rico y conspiró con los secesionistas de Panamá
para desprender ese territorio de Colombia y crear un nuevo país con idea de
que las nuevas autoridades compradas a fin de apuntalar sus intereses, le
cedieran el territorio necesario para construir el canal creando una ruta que
le facilitara su voracidad imperial comunicando sus costas del Pacífico y el
Atlántico.
Fueron
años en que se aplicaron la política del gran garrote y la diplomacia del
dólar. Volvió a intervenir en Cuba en 1906 y se puso de lado de las potencias
europeas en la agresión contra Venezuela en 1902 siendo cómplice de la
usurpación de territorio venezolano por parte de Gran Bretaña. Ocuparon
República Dominicana en 1905 asumiendo el control de las aduanas de ese país
Eran tiempos del corolario Roosevelt a la doctrina Monroe que le auto concedió
el papel de “policía internacional”.
En
1909 apoyaron el conato de golpe de Estado contra el presidente liberal de
Nicaragua, José Santos Zelaya, pero ante el fracaso de la intentona envió
barcos de guerra al país centroamericano, lo cual provocó la caída del
presidente y la instalación de un gobierno proclive a los intereses imperiales
que entregó las aduanas a un administrador estadounidense. En 1910
intervinieron en Haití, ocupando la banca de ese país y manejándola a partir de
intereses financieros propios. Volvieron
a invadir Nicaragua en 1912 y 1931. En 1915, los marines gringos regresaron a
Haití para permanecer 18 años, imponiendo una Constitución redactada en
Washington. En una ocasión y ante las protestas del pueblo haitiano por la
intervención imperialista en su país, asesinaron a mansalva a 3000 ciudadanos.
Un año después, en 1916, ocupó la otra parte de la isla la Española, en
República Dominicana estuvieron ocho años, tiempo durante el cual las fuerzas
armadas imperiales asumieron el mando directo del país, estableciendo una
brutal dictadura. Las aduanas fueron afanadas hasta 1940. En los dos países,
los intereses azucareros estadounidenses aprovecharon la situación para
controlar y extender su dominio sobre la industria azucarera.
Al
producirse el triunfo de la revolución mexicana de 1910, como era de esperar,
Estados Unidos se puso de parte de los
latifundistas y otros sectores de
grandes propietarios, incluso el embajador Henry Lane Wilson conspiró con el
general Victoriano Huerta para apresar y asesinar al Presidente Madero. En 1914
los marines intervinieron en México, pero se vieron obligados a retirarse por
su interés primordial de participar en la primera guerra mundial. Las
relaciones entre Estados Unidos y México se mantuvieron en el marco de una
fuerte tirantez y bajo amenaza imperial permanente hasta 1933, en los
prolegómenos de la segunda guerra mundial.
Durante
este período, actuaron militarmente en Panamá en 1908, 1912 y 1918, en Honduras
en 1909 y en Nicaragua (como se dijo antes) en 1912 quedándose hasta 1933
cuando instalaron a Anastasio Somoza con la orden de asesinar al General de
Hombres Libres Augusto. C. Sandino a quien no le perdonaban haber sido el
primer latinoamericano que dirigió un ejército popular hasta derrotarlos
militarmente y expulsarlos del territorio de su país.
Tras
su retirada física de estas naciones motivada por la necesidad de una nueva
política que le significara apoyos en su cruzada durante la segunda guerra
mundial, instaló y/o apoyó dictaduras leales a sus intereses, las que
utilizaron la represión, la tortura y el asesinato como medio de aplicar la
democracia made in Estados Unidos. Son los casos de Rafael Leonidas Trujillo en
República Dominicana, Gerardo Machado en Cuba y Juan Vicente Gómez en
Venezuela, todo con el objetivo de aislar a la revolución mexicana e impedir
que su ejemplo se propagara por la región.
En
ese intertanto, complotaron junto a la Standard Oil Company para enfrentar a
Bolivia con Paraguay que a su vez era respaldada por la Shell, en el conflicto del Chaco que derivó en una
guerra fratricida entre los dos países, bajo la defensa de supuestos intereses
nacionales que ocultaban las contradicciones imperialistas por intereses
energéticos de las transnacionales, mientras hipócritamente, Estados Unidos
jugaba a ser mediador en el conflicto. (Continuará)
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