En un país como México,
con una tasa de inefectividad judicial de 98%, con una gran impunidad para los
grandes capos del narcotráfico, con una permisividad indignante ante la
corrupción, el ensañamiento contra José Manuel Mireles y Nestora Salgado es
ultrajante.
Carlos Figueroa Ibarra /
Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La descomposición social provocada por
el neoliberalismo en México y su
ubicación en las fronteras del mercado de la droga más grande del mundo, lo ha
llevado a una situación cercana a una
falencia estatal. El problema se agravó a partir de diciembre 2006, cuando el
flamante Felipe Calderón anunció una embestida total contra el narcotráfico e
involucró al ejército y a la marina en la misma. La guerra contra el
narcotráfico no sólo era una exigencia estadounidense sino también una
necesidad política de Calderón para legitimarse después del fraude electoral de
julio de 2006. Desde entonces la guerra ha provocado un enorme sufrimiento a
México: 154 mil ejecuciones extrajudiciales y casi 27 mil desapariciones
forzadas entre ese año de 2006 y 2015.
En ese contexto, entre un 60 y un 80% de los ayuntamientos se encuentran
influenciados o francamente en manos del crimen organizado. Vastas
regiones del país han sido tomadas por poderes perversos que desafían al
Estado. Entre las entidades que se encuentran en esa situación están Michoacán y Guerrero. En Michoacán un cártel local, “Los caballeros templarios”,
se adueñó de vastas regiones. Cobró extorsiones a campesinos, comerciantes y
rancheros. Sus cabecillas y sicarios
asesinaron y secuestraron a personas honradas. Convertidos en señores de horca
y cuchillo, procedieron a secuestrar y violar a mujeres. En Guerrero ha
sucedido lo mismo y en ambos estados la población ha tenido que organizar la
autodefensa. José Manuel Mireles con los Grupos de Autodefensa que actuaron en
buena parte de Michoacán y Nestora Salgado al frente de la Policía Comunitaria
en el municipio de Olinalá, decidieron
defenderse armas en mano de la acción de la rampante violencia delincuencial.
Ambos han pagado caro el comandar la autodefensa. El gobierno federal
toleró en un principio a las Autodefensas, actuó con éstas de manera coordinada
para abatir a “Los caballeros templarios” y una vez retomado el control empezó
a reprimir sus integrantes más rebeldes. Es decir a aquellos que no aceptaban
desarmarse porque no habían logrado capturar a los jefes del cártel.
Dividiendo, infiltrando, cooptando y encarcelando a sus dirigentes más
inclaudicables logró acabar con las Autodefensas. Así las cosas, en junio de
2014, Mireles y 45 de sus seguidores fueron capturados acusados de poseer
armamento prohibido. Nestora había sido
arrestada meses antes, en agosto de 2013 y fue acusada de ser secuestradora.
En un país como México, con una tasa de inefectividad judicial de 98%, con
una gran impunidad para los grandes capos del narcotráfico, con una permisividad
indignante ante la corrupción, el ensañamiento contra José Manuel Mireles y
Nestora Salgado es ultrajante. Nestora ha sufrido lo indecible en sus dos años
y medio de encarcelamiennto. Estuvo sometida a un aislamiento extremo y hay
denuncias de que fue torturada con descargas eléctricas. Como suele suceder en el sistema judicial
mexicano, sus acusadores nunca se presentaron en las audiencias, ha sido
exonerada de los cargos graves y aun así no ha sido liberada.
He aquí pues dos emblemas de la injusticia en México.
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