Estamos en período histórico en el que en el ámbito de la cultura se desarrollan procesos fundamentales para la dinámica política. Como nunca antes, quien tiene el control de los medios que permiten dirigir estos procesos, tiene posibilidad de hacer prevalecer sus intereses. Es por ello que el de la cultura se ha transformado en un espacio en disputa que tiene múltiples frentes y expresiones.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA Costa Rica
"El gran desfile", cartel de Josep Renau. |
Uno de los más socorridos ha sido
el de los medios de comunicación, en el que se ha librado una guerra de
posiciones durante más de una década en algunos países que impulsaron proyectos
nacional-populares. El poder de los medios de comunicación parte, por un lado,
de la revolución científico-tecnológica que tuvo lugar en los primeros años de
la segunda mitad del siglo XX, que ha permitido prácticamente su omnipresencia
en la vida de las personas. Este poderío, sin embargo, ha sido apropiado por un
escaso número de empresarios que no solamente lucran con su monopolización
sino, también, lo utilizan para abonar ideológicamente en pro de sus intereses
económicos y políticos.
Otro frente cultural muy
importante es el del “modelo de vida”. Los Estados Unidos han comprendido
perfectamente hace mucho la potencia que tiene la promoción del modelo del american way of life en el mundo, especialmente entre la juventud.
Cuentan para ello con un instrumental monumental y sin parangón: su industria
cultural. Ésta promueve sistemáticamente los valores que sustentan el modo de
vida estadounidense y lo exportan bajo el embalaje de entretenimiento,
diversión, arte o de herramientas tecnológicas como el software para
computadoras y teléfonos móviles.
El modelo del american way of life es terriblemente atractivo porque se asocia a
un estado de bonanza y bienestar social al que, en el caso latinoamericano,
muchos sectores sociales no han podido acceder.
Los Estados Unidos promueven su
modelo de vida como instrumento de subversión ahí donde les interesa cambiar el
estatus quo. En la coyuntura actual, seguramente el lugar en donde este frente
de lucha adquiere mayor algidez es en Cuba. Los Estados Unidos, en su afán por
derrumbar el proyecto socialista, buscan establecer las condiciones para que
las aspiraciones de un mejor nivel de vida se enrumben por la aspiración de ser como ellos.
En esta lucha cultural, no hay
grupo ni sector social que quede al margen, pero son las clases medias los que
más traducen en ideario y acción política los valores y aspiraciones que se
identifican con el proyecto político asociado al american way of life. En países asediados por la desigualdad
social, estos grupos sociales aspiran a hacer evidente “la diferencia” con los
que están abajo, con los perdedores, con los marginados del sistema y, más aún,
con los prescindibles.
Son estos grupos sociales los más
beligerantes y los que más se identifican con los agresivos discursos de la
nueva derecha latinoamericana. Sienten que la chusma invadió sus predios, que
accedió a formas de consumo que antes les estaban vedados y constituían
espacios de diferenciación; piensan que se envalentonaron, que se insolentaron
e “igualaron” (aunque sea solo simbólicamente) accediendo a sitios que antes les
estaban vedados, como sucede por ejemplo con el Teatro Teresa Carreño, en
Caracas, a donde antes solo accedía la burguesía encopetada a presenciar
espectáculos “refinados y de buen gusto”, y ahora es usado para reuniones y mítines
de los sectores populares: ha sido la profanación de los templos de la cultura.
De su cultura.
La guerra cultural se libra en
toda América Latina pero también en el seno mismo de los Estados Unidos. El
principal frente en el seno de esta nación es el de la sostenibilidad o no de
su propio modo de vida, el american way
of life. La crisis ambiental que está empezando a padecer el mundo cada vez
con más fuerza muestra sus límites. Leonardo Boff ha dicho con razón que los
límites del capitalismo están en el tope que le está poniendo la naturaleza
misma, que ya no da abasto para sostenerlo.
En los Estados Unidos, amplios
sectores sociales niegan la crisis ambiental, y pretenden seguir adelante
devastando la naturaleza para transformarla en bienes de consumo que luego
vuelven a ella transformados en desechos. Otros sectores han prendido las luces
de alarma aunque no con la necesaria intensidad, porque aún creen que solo con
medidas paliativas, relativamente inocuas para el sistema, podrán salir
adelante.
Pero independientemente de lo
acertadas o no de sus posiciones, se encuentran entrelazados de una batalla
cultural, es decir de visión de mundo, de concepción del modo de vida.
Como nunca antes en la historia de
la humanidad esta batalla cultural librada en múltiples frentes tiene una
importancia crucial. De ella depende en muy buena medida la sobrevivencia de la
especie humana.
1 comentario:
Poniéndome un poco auto crítico, con este trabajo, no creo que estemos ante una batalla cultural, más bien creo que nos encontramos por medio de la globalización como seres vivos totalmente amenazados, perdidos, desangrados, triturados y molidos por la imposiciones y las prácticas-económicas y políticas - como por los procesos y condiciones culturales- productivas de una única cultura, que se a echo hegemónica, en tal sentido única, como totalmente imperante en el control y el dominio, la explotación y dominación total del mundo.
Para hablar de batalla cultural, podríamos hablar, cuando se confronta dos modos o dos construcciones antagónicas de genera las condiciones esenciales para la comunidad, para la vida y la existencia, como modos distintos y antagónicos de vincularse y relacionarse crear estructuras y medios entre las personas de relación y participación, en los modos constitutivos económicos y productivos de la propia y necesaria integración entre los integrantes de la comunidad, un pueblo, una nación.
Aquí no hay confrontación de modelos culturales distintos, podrá haber lucha por el poder, entre distintos grupos, étnicos o de clase, por apropiarse del manejo cultural imperante, por agenciarse las mieles de la gobernabilidad, la administración, la gestión, de tales formas culturales políticas económicas productivas de dominio y sometimiento de la vida y el planeta.
Ante las cuales la vida toda esta totalmente desnuda desarmada, la únicas organizaciones que se permiten, son las micro organización, de la clase en el poder, por la disputa, la supuesta y sana disputa como competencia democrática en la lucha por el poder, o de la clase en el poder, entendido este como la mera y simple administración y distribución de los recursos obtenidos por la explotación histórica cultural.
Aquí no existen ni los gérmenes, ni siquiera un miserable prototipo de otra cultura o una contracultura, entendida la misma como los medios las construcciones imprescindibles para un relacionamiento otro del hombre, la vida humana, con su mundo y condiciones de vida.
En tanto esto, no se encuentra a la vista en el horizonte próximo ningún modelo, de participación generativa, para enamorar, captar, convocar, el compromiso y la participación ciudadana de la gente.
Pero esta es una mera y muy desautorizada opinión de un ciudadano de a pie, que agradece y mucho, que se le contemple por este medio, sus opiniones divergentes, en tanto se acepte la participación grafica-escrita como balbuceo teórico.
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