Para la
región, la agenda política de integración de este año, comienza en Santiago de
Chile con la realización entre el 19 y el 21 de enero de la II Reunión de Ministros de
Relaciones Exteriores del Foro CELAC-China con el tema “CELAC-China: Trabajando
por más desarrollo, innovación y cooperación para nuestros pueblos”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Las
convenciones han permitido organizar el tiempo a partir de los períodos de
duración de los fenómenos naturales: el día y la noche, las estaciones y el
tiempo de traslación de la tierra alrededor del sol, así como también de
conformidades religiosas, así tenemos días, semanas, meses y años. Esto conduce
a la equivoca idea de que estas convenciones pueden establecer parámetros de
comportamientos sociales o políticos: se dice “este año ocurrirá esto o lo
otro”, sin embargo, la realidad es que estos acuerdos modulan ciertas conductas
y procedimientos, pero no los determinan ni los deciden. Esta reflexión, viene
a cuenta de que siempre que comienza un nuevo año se elucubra respecto de que
podría ocurrir durante el mismo, lo cual siendo valedero, no necesariamente
señala con certeza lo que habrá de suceder, toda vez que los procesos políticos
y sociales son continuos, dialécticos y dependen de las condiciones objetivas y
subjetivas en que transcurren, no de plazos creados artificialmente.
Es así que
el mapa político mundial no necesariamente se modifica en ciclos anuales, en
esa medida genera muchas mayores certezas estudiar cuáles son las tendencias en
la situación internacional, en ese sentido veo difícil que se produzcan cambios
trascendentes en 2018 en comparación con 2017, si se considera que las
directrices del poder global no sufrirán grandes variaciones durante el año que
comienza.
La
dicotomía principal seguirá siendo aquella que existe entre la guerra y la paz.
Las acciones de política exterior de Estados Unidos que se orientan a favor del
conflicto y la guerra, se han acentuado desde la llegada al poder de Donald
Trump: incremento de su actividad agresiva en la península coreana, reconocimiento
de Jerusalén como capital de Israel, amenazas de revertir el acuerdo nuclear
con Irán, apoyo irrestricto y ciego a Arabia Saudita en el desarrollo de su
guerra genocida en Yemen, incremento del gasto militar, fortalecimiento de la
OTAN, intimidaciones a Cuba y Venezuela, escalamiento de la tensión con Rusia y
aumento de la presencia militar en el mar Meridional de China, al mismo tiempo que incentiva los conflictos
en esa región. El mapa político de 2018 se dibujará dependiendo en gran medida
de la capacidad que tengan las fuerzas favorables a la paz, de impedir los
designios bélicos, terroristas e intervencionistas de Estados Unidos.
Por su
parte, la situación de América Latina y el Caribe está marcada desde hace
algunos años, por una transformación de la correlación de fuerzas a favor de una
regresión conservadora que está revirtiendo todos los avances que se habían
logrado en materia social durante los primeros quince años del siglo, poniendo
en entredicho la democracia electoral como modelo de gobierno, sobre todo
cuando se pudo destituir ilegalmente a la presidenta Dilma Rousseff en Brasil y
al presidente Fernando Lugo en Paraguay, organizar un golpe de Estado de
Honduras en 2009 y que ahora ha visto como se impone un monstruoso fraude
electoral o, la posibilidad que personas que han delinquido, -paradójicamente
protegidos por la justicia- como Michael Temer, Mauricio Macri, Juan Manuel
Santos, Enrique Peña Nieto y Sebastián Piñera accedan a la presidencia de sus
países, todo ello influido y condicionado por esta situación de enaltecimiento
del conflicto que permea al globo. De manera tal que la situación mundial está
afectando negativamente a América Latina en un año 2018 en que definitivamente
los eventos electorales pondrán a prueba la credibilidad en los sistemas
democráticos electorales.
Es muy
difícil responder en términos plurales a la pregunta de ¿qué se debe hacer para
lograr una mayor presencia de América Latina y el Caribe en el escenario
global?, porque su única posibilidad de participar con cierto protagonismo en
el escenario global es a través de su concurrencia integrada. Ningún país de la
región, ni siquiera Brasil por si solo, tiene capacidad de conseguir un espacio
importante en el mundo. Lula compendió eso y llevó a Brasil a los BRICS y a
utilizar la potencia de su economía para fomentar la integración regional y
subregional. Eso fue favorecido por el impulso que le dio el comandante Hugo
Chávez a este proceso, así como los gobiernos progresistas que estuvieron en el
poder durante los primeros tres lustros de este siglo.
Las
tendencias retrógradas que se han ido imponiendo en la región se han dedicado a
torpedear este proceso, las oligarquías en el poder tienen un punto de vista
más nacionalista -que les conduce a optar por la maximización de ganancias en
una relación subordinada a Estados Unidos- que una tendencia integracionista apuntando
a construir un polo de poder mundial. La potencia norteamericana ha conseguido
aliados latinoamericanos para torpedear la integración de la región, que ha
sido un objetivo de política exterior permanente de Estados Unidos desde hace
casi 200 años.
En esa
medida, América Latina y el Caribe como región no tiene ninguna posibilidad de
tener “un puesto más importante en la administración global y el mapa político
mundial”. Individualmente, los únicos países que podrían hacerlo: Brasil y
México, no están en condiciones, uno por la profunda crisis económica que
atraviesa y la carencia de credibilidad política de un gobierno que sólo tiene
el apoyo de 5% de la población y que se puede sostener sólo por las
triquiñuelas propias de la democracia electoral y el otro, México, entrampado
en una relación de subordinación casi absoluta a Estados Unidos, que lo
desprecia y humilla contantemente, sin capacidad para responder, también por la
abrumadora falta de credibilidad en un sistema político corrupto y
desprestigiado. La región tendrá todavía que transitar algunos años en los que debiera
mostrar capacidad de revertir estas tendencias dañinas para sus sociedades
antes de pensar en tener alguna participación protagónica en el ámbito global.
Para la
región, la agenda política de integración de este año, comienza en Santiago de
Chile con la realización entre el 19 y el 21 de enero de la II Reunión de Ministros de
Relaciones Exteriores del Foro CELAC-China con el tema “CELAC-China: Trabajando
por más desarrollo, innovación y cooperación para nuestros pueblos”. América Latina como región no tiene una mirada similar
respecto de su relación con China y en esa medida, no configura una opinión
única sobre el tema, sin embargo esta instancia es una excelente oportunidad de
incrementar los vínculos con una potencia que en sus lazos con la región no
manifiesta actitudes hegemónicas, ni prácticas intervencionistas.
Para
algunos países de América Latina y el Caribe, China es un país amigo, otros,
interesadamente dicen que lo es, mientras de forma velada la desprecian, sobre
todo cuando necesitan exponer su lacayuna actitud de subordinación a Estados
Unidos; para la mayoría, no es más que el socio comercial más importante, en
algunos casos el único salvavidas para sus maltrechas economías. La contrariedad
es que la mirada desde China es distinta, basada en su filosofía, su historia y
sus preceptos de política exterior, todos los países con los que tienen
relaciones son considerados “amigos”, independientemente de la opinión de la
contraparte, su régimen político, orientación ideológica y tamaño de su
economía.
Ninguna
persona con mínimos conocimientos políticos podría concebir que Mauricio Macri
haya felicitado a Xi Jinping por su reelección como secretario general del
Partido Comunista de China durante el XIX Congreso de esa organización
celebrado en octubre pasado, a través de una curiosa misiva escrita en primera
persona, en la que trata al presidente chino como “amigo” y lo felicita en su
nombre y el de su esposa (súper sic como diría Alfredo Jalife-Rahme). Pocas
veces se había visto una expresión de oportunismo y cálculo político tan
escandaloso en las relaciones internacionales. Esta carta es un “monumento” a
la hipocresía y la doble cara de un sujeto que desprecia a los comunistas y a
la democracia, pero no puede abstenerse de aceptar el papel y la importancia
creciente de la República Popular China en el escenario global y su potencial
económico en ascenso. Los gobiernos de derecha que repudian el curso político
de China se han visto obligados a aceptar esa realidad a regañadientes, por la
sencilla razón de que no tienen otra opción, dada la profundidad de la crisis
económica mundial.
Por el
contrario, los países amigos de China, valoran altamente el papel constructivo
que está jugando en el sostenimiento de la paz mundial, la cooperación
mutuamente ventajosa, basada en la ecuación ganar-ganar y su posición
irrestricta de defensa de la justicia y el derecho internacional. Se aprecia la
gran valía que tiene que China establezca relaciones amistosas de cooperación
económica sin imposiciones de carácter político, económico o militar y tienen
la esperanza de que juegue un papel más activo y protagónico en la gobernanza
mundial y en la administración global, utilizando todo su potencial político y
económico para evitar imposiciones de otras potencias a los países pequeños,
ejerciendo sus fortalezas no solo en favor de su pueblo, también en favor de
los pueblos del mundo.
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