López Obrador
se lanza a su tercera campana presidencial, lo cual significa que ocupa el
centro del espacio de la izquierda a lo largo de por lo menos 20 años, desde
que sustituyó a Cuahutémoc Cárdenas como candidato a la presidencia de México
por el PRD. Ahora se presenta con su partido, el Movimiento de Regeneración
Nacional, Morena.
Emir Sader
/ Página12
Ya son como
ocho veces que la izquierda llega al final de la campaña electoral con
posibilidades de ganar en México y casi gana. Le han quitado varias veces el
triunfo con fraude. El Estado-partido del PRI ha sobrevivido a dos mandatos
fuera de la presidencia, pero ha retornado y, aunque ha fracasado como
gobierno, y se ha debilitado con ello, mantiene el poder de imponer resultados
a la fuerza, como lo ha demostrado la elección del gobernador del estado de
México.
Pero el PRI
ya no puede todo. Primero, ha perdido dos veces con su primo cercano, el PAN.
Segundo, llega a estas elecciones muy desgastado por el fracaso del gobierno de
Peña Nieto. Encima ha resucitado el dedazo, eligiendo a un típico economista
neoliberal, que ha servido al gobierno del PAN y ahora presta sus servicios al
del PRI. Se trata de un candidato extrapartidario, pero absolutamente integrado
a las elites empresariales: José Antonio Meade.
Del otro
lado del mismo campo, el PAN logró imponer al presidente del partido, Ricardo
Anaya, como candidato a presidente en alianza con lo que queda del PRD
–anteriormente representante de la izquierda. Son dos máquinas políticas, cada
una con muchos gobernadores de provincia, con grandes bancadas parlamentarias,
listos para accionar todo ese poder de aparato para disputar entre sí quien
está en mejores condiciones de enfrentarse al candidato de la izquierda, Andrés
Manuel López Obrador.
López Obrador
se lanza a su tercera campana presidencial, lo cual significa que ocupa el
centro del espacio de la izquierda a lo largo de por lo menos 20 años, desde
que sustituyó a Cuahutémoc Cárdenas como candidato a la presidencia de México
por el PRD. Ahora se presenta con su partido, el Movimiento de Regeneración
Nacional, Morena.
López
Obrador es un candidato moderado, calificado por el New York Times como mas
cercano a Lula que a Hugo Chávez. Sin embargo, como todo candidato progresista,
es tildado de “chavista” y “bolivariano” por la derecha. Con un programa
económico tradicional, ubica el combate a la corrupción en el eje de su agenda
de gobierno. Es la víctima privilegiada de los ataques de la derecha y de sus
medios, aunque no es tan boicoteado como en otras campañas, por el hecho mismo
de que es el favorito en las encuestas. Síntomas favorables a López Obrador son
las adhesiones de empresarios y de políticos vinculados al PRI y al PRD, que se
combinan con anuncio de posibles ministros de perfil moderado en su gabinete.
Esos trascendidos y la alianza con un partido fundamentalista religioso provocaron críticas dentro de la izquierda,
pero no mermaron, hasta ahora, su favoritismo.
Por otra
parte, la líder indígena candidata del zapatismo, Maria de Jesús Patricio,
conocida como Marichuy, tiene dificultades para lograr las firmas necesarias
para registrar su candidatura, lo cual también puede favorecer a López Obrador.
Pero lo que es decisivo es la división y el debilitamiento de los dos partidos
tradicionales. Fracasó Peña Nieto como alternativa renovadora del PRI. El PAN,
aún aliado a lo que queda del PRD, tampoco muestra fuerza para enfrentar a
López Obrador, aunque parece ser el frente que va a recibir el grueso del apoyo
de la derecha mexicana. Pero el principal adversario de López Obrador es el
fraude, que ya varias veces impidió la victoria de la izquierda en las ultimas
décadas.
El que
gane, aún no siendo de la izquierda, tendrá que se enfrentar a la postura de
Trump en contra de México y del Tratado de Libre Comercio, además de lo del
muro y de la expulsión de inmigrantes. Posiblemente el próximo presidente
tendrá que volcarse hacia América Latina, restableciendo alianzas,
especialmente si Lula vuelve a ser presidente de Brasil.
Con
elecciones en México, Brasil, Colombia, Venezuela, entre otros, 2018 permite
que la izquierda recupere iniciativa y vuelva a fortalecerse en el continente.
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