A
contramano del oportunismo político y el
zigzagueante protagonismo mediático de la dirigencia banal -que salvo
honrosas excepciones- venimos
padeciendo los argentinos, hay gestos, que por ejemplares, resultan de difícil olvido.
Carlos María Romero Sosa / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Buenos Aires, Argentina
El expresidente Kirchner y el general Juan Jaime Cesio |
Uno de
ellos es y será para la historia democrática del país aquel del coronel Juan Jaime Cesio, marchando junto a las Madres de Plaza de Mayo
en reclamo de verdad y justicia cuando tantos escondían la cabeza o aprobaban
sin más la llamada “guerra sucia” y sus métodos.
Cesio
falleció el 23 de diciembre último a las 91 años, según informó la nota
necrológica de LA PRENSA de un par de días
después. De su trayectoria de soldado orgullosamente sanmartiniano y
bolivariano, era esperable tal actitud valiente, comprometida y bien
meditada que tomó aceptando los riesgos
de vida, la persecución y la posibilidad cierta de severas sanciones militares
como las que recibió al ser privado del grado y el uso del uniforme. (Un
reportaje de Mona Moncalvillo aparecido en el número 101 de la revista Humor le
valió también un arresto por tiempo indeterminado).
Me pregunto
si sospecharían sus camaradas de armas devenidos en jueces venales, que Cesio con sus “puños llenos de verdades”
venía a salvar el honor de la Fuerza, mancillado por usurpadores de bebés,
torturadores y demás lacras morales. En
1973, durante la primavera camporista fue Secretario General del Ejército bajo
la Comandancia en Jefe del Teniente General Jorge Raúl Carcagno, que denunció
la doctrina de la Seguridad Nacional en la X Conferencia de Ejércitos
Americanos reunida en Caracas. A poco sin embargo, la influencia siniestra de
López Rega y la extrema derecha
encaramada en el movimiento popular,
impidieron su ascenso a general de brigada. Cesio intuyó entonces, dando
combate a la adversidad, que no debía dejarse ganar por el resentimiento, la
frustración, el cómodo silencio o
imaginar concluida su vida pública. Y
aunque denigrado entonces con el “retiro
efectivo”, no se apartó de la lucha por sus ideales y durante la dictadura
estuvo próximo a los movimientos de Derechos Humanos. Militó después en el Partido
Intransigente liderado por el doctor Oscar Alende, al que muchos provenientes
del peronismo votamos en 1983 desencantados del candidato Italo Luder, proclive
a convalidar la autoamnistía decretada por Reinaldo Benito Bignone. En 1984,
junto al general Jorge Leal, el coronel Horacio Ballester y el capitán Jorge
Luis D´Andrea Mohr, entre otros
oficiales, fue uno de los fundadores de CEMIDA (Centro de Militares para la
Democracia Argentina).
Ascendido
por el presidente Néstor Kirchner al generalato en 2006, como en el caso de
Emilio Fermín Mignone, el fundador del CELS, el genuino respeto del
general Cesio por la vida humana y su
defensa de la dignidad integral del hombre que creía hecho a imagen y semejanza
del Creador, provenían de su acendrado
catolicismo que nada tenía que ver con el “catolicismo mistongo” que
anatemizó en su hora el padre Leonardo Castellani. Sólo hablé con él en dos
ocasiones, una vez en el anexo del Congreso y otra precisamente durante
una jornada de oración, por lo que puedo
dar fe de lo dicho.
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