El
intento de vacancia presidencial presentado en el Congreso trajo el pacto de
impunidad y este el aislamiento político del mandatario, a costo de la
legitimidad y la credibilidad del pueblo en las instituciones y, sobre todo, en
los gobernantes, en los dirigentes de los grupos políticos que hoy intentan
repartirse el poder.
Mariana Álvarez Orellana-CLAE
El presidente Kuczynski y el expresidente Fujimori. |
El
comienzo de 2018 consolidó en Perú un cambio radical del escenario político,
cuando aquel que esgrimía la bandera de la democracia liberal burguesa de los
“valores democráticos”se convirtió en furgón de cola del fascismo fujimorista:
el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que había asegurado que no
indultaría a Alberto Fujimori, le regaló elperdón al genocida la última
navidad, en busca de su “gobernabilidad”.
La
incapacidad del banquero Kuczynski para gobernar parece haber recortado
drásticamente su mandato democrático. Contrariamente a sus cálculos, el pacto
de impunidad que amnistió al exdictador acusado de corrupción y genocidio, ha resultado en un grave aislamiento político
que le quita el aire necesario para llegar al 2021.
Curiosamente
el “antifujimorismo social”, como ahora gusta llamarse al humor antiautoritario
del electorado joven y movilizado, que le permitió ganar en segunda vuelta el
2016, ahora le grita que no a su acuerdo bajo la mesa. En estas condiciones
solo le queda gobernar como rehén de Alberto Fujimori y ya conocemos los
modales, no precisamente de etiqueta, que tiene este señor, señala el analista
Alberto Lynch.
El
intento de vacancia presidencial presentado en el Congreso trajo el pacto de
impunidad y este el aislamiento político del mandatario, a costo de la
legitimidad y la credibilidad del pueblo en las instituciones y, sobre todo, en
los gobernantes, en los dirigentes de los grupos políticos que hoy intentan
repartirse el poder. La historia vuelve a repetirse –y no es tango- ya que los
seis gobiernos neoliberales, desde 1990, terminaron todos embarrados en la
corrupción, pero también en la impunidad.
Algunos
analistas señalan que este acuerdo entre poderosos se venía cocinando desde
agosto, en plena crisis por los sobornos pagados por la brasileña Odebrecht,
una estrategia para reimplantar “una dictadura terrorista de los grandes
monopolios buscando para ella apoyo de masas”, al decir de Gustavo Espinosa. Es
una forma de parar el desborde de las masas y el resurgir de los movimientos
populares y de una incipiente izquierda. ¿Es por miedo a perder el poder y los
negocios?
PPK
no solo cometió un legicidio al otorgar el cuestionado “indulto humanitario”,
que bien puede ser legalmente derribada incluso por el Tribunal
Constitucional), y por los organismos internacionales a los que el país está
atado.
Pese
a lo que la prensa hegemónica divulgó, Fujimori goza de buena salud (el jueves
4 de enero fue dado de alta y abandonó la clínica Centenario Peruano Japonesa),
y no se ha arrepentido de sus crímenes y otros latrocinios, no ha invocado el
perdón ante las víctimas o sus familiares, no ha pagado un sol (moneda peruana)
de la caución que le fuera impuesta, ni sufre enfermedad terminal alguna.
PPK
especuló que un acuerdo con del fujimorismo le garantizará “gobernabilidad”,
pero éste seguramente lo responsabilizará de todos los errores, de la
crisis y también de las imperfecciones jurídicas del Indulto,
para deshacerse de él cuando ya no le sea útil.
Algunos
medios de prensa resaltaron diferencias insalvables entre Keiko y Kenyi
Fujimori, los hijos del dictador. El primero responde a una vieja guardia
fujimorista, la segunda a la nueva. Ambos esperan que PPK nombre al indultado
como asesor presidencial, un cargo hoy vacante. Si esto no sucediera, siempre
está la posibilidad de huir al Japón.
Las
revelaciones de las coimas que pagó la empresa Odebrecht hicieron visible la
dimensión de la podredumbre, porque robar ha sido la forma de gobernar en más
de dos décadas. Quizá esta falta de credibilidad termine también con el encanto
del modelo, cuando el mito del crecimiento ya no es tal y el capitalismo no se
recupera de su crisis planetaria. El término del encanto nos hace ver que el
emperador está desnudo y revela su naturaleza, dice La Otra Mirada.
Para
Lynch, hay que volver los ojos a la sociedad movilizada: “La duda es ahora si
la reacción democrática de la sociedad será extensiva y duradera. Si las
protestas de hoy serán la representación política de mañana, y más todavía, si
esta levantará una propuesta alternativa a lo que hemos tenido, porque de eso
se trata y es lo más difícil de lograr. De ello depende para tener un Perú en
el que podamos vivir y trabajar, para que sea nuestro y no de otros.
Pero
para ello sería imprescindible una unidad de acción de los movimientos
populares, construir la unidad, comprometerse en la acción superando fricciones
menores, como las que se ven diariamente entre los activistas del Frente Amplio
(FA) y su exlideresa, la cusqueña Verónica Mendoza, entre los partidarios de
Marco Arana -sociólogo, catedrático y ex-sacerdote, fundador del Movimiento
Tierra y Libertad y del FA-, entre la llamada izquierda caviar, los ultras, los
reformistas, los radicales. Y sobre todo entre campesinos, indígenas,
trabajadores, estudiantes, que son parte esencial del Perú-real.
*Antropóloga, docente e investigadora peruana, asociada al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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