El equilibrio en la correlación de fuerzas y
los desajustes económicos son parte de una realidad objetiva, que no es fácil
de cambiar. Pero no es lo mismo manejar estas situaciones por la vía de entendimientos
que hacerlo por medio de una confrontación en la que todo empeoraría.
Leopoldo
Puchi / Enfoque
Finaliza el año con una situación en la que sigue
prevaleciendo el equilibrio inestable de la correlación entre las fuerzas en
pugna, a pesar de todos los eventos políticos ocurridos a lo largo de los doce
meses: protestas, intento de derrocamiento del Gobierno entre abril y julio,
elecciones regionales y municipales, creación de la Asamblea Nacional
Constituyente.
Estos acontecimientos han cabalgado sobre el
deterioro de las condiciones de vida de la gente, afectada por el alto costo de
la vida, la escasez, las dificultades
para acceder a alimentos y medicinas. A su vez, el malestar social reposa sobre
los problemas de nuestra economía que se expresan en el descenso de la
producción nacional, tanto industrial, agrícola como en la petrolera, resultado
de la ineficiencia en la gestión de la industria petrolera, las políticas
macroeconómicas y el bloqueo financiero externo.
¿Se superarán estos problemas en 2018? Esa es
la gran expectativa con la que se va a iniciar el año. En lo político, habría
que poner los pies sobre la tierra y concluir un acuerdo de convivencia no solo
de corto y mediano plazo, sino de largo plazo, puesto que ni Gobierno ni
oposición disponen de la fuerza para imponerse completamente sobre el otro. De
modo que la elecciones presidenciales que van a celebrarse deben reposar sobre
un acuerdo de cohabitación, independientemente de quién gane las elecciones.
Por lo demás, los imperativos sociales y
económicos obligan a que así sea. El asunto de la deuda, su reestructuración y
el levantamiento del bloqueo financiero son puntos de urgencia, en torno a los
cuales es necesario un entendimiento. En materia macroeconómica tendría que
pasarse con rapidez a un nuevo esquema cambiario, que permita que el sector
privado utilice sus divisas para las importaciones, lo que requeriría una
modificación o reinterpretación de la Ley de ilícitos cambiarios.
El equilibrio en la correlación de fuerzas y
los desajustes económicos son parte de una realidad objetiva, que no es fácil
de cambiar. Pero no es lo mismo manejar estas situaciones por la vía de entendimientos
que hacerlo por medio de una confrontación en la que todo empeoraría. Durante
2017 el diálogo, que ha tenido varias rondas, no llegó a acuerdos, como se
esperaba. Es un asunto pendiente, y se espera que para para principios de 2018
se concreten algunos puntos. De la misma forma, las medidas macroeconómicas que
se anunciaban o se insinuaban, no fueron tomadas en el transcurso de 2017. Es
también un asunto pendiente que nos deja el año viejo.
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