Es hora de resistir la
ofensiva de la restauración neoliberal conservadora; resistamos, pues, en todos
los ámbitos. Pero construyamos también la alternativa política, económica y
cultural contrahegemónica, que deberá llevar adelante la reconstrucción de
nuestra América. Que sea un tiempo de resistencia y de invención, para que no
nos arrastre la inercia de las derrotas coyunturales.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
América Latina vive
tiempos complejos y de enorme peligro para nuestras frágiles democracias. Las
derechas avanzan por todo el continente y se lanzan a dentelladas sobre los
derechos laborales y los sistemas de pensiones; sobre las políticas educativas
universales e incluyentes y los sistemas de salud; sobre los recursos naturales
estratégicos –recuperados y nacionalizados después de décadas de lucha- y los
esquemas de integración regional alternativa construidos durante más de tres
lustros; y, en definitiva, sobre el amplio arco de políticas culturales, de la
memoria y de reivindicación de derechos humanos, negados primero por las
dictaduras militares y más tarde por los caudillos neoliberales, que hace
apenas un parpadeo nos permitieron soñar con un futuro digno, soberano e
independiente, con protagonismo de los pueblos. Como lo constatan los
datos de CEPAL, desde el año 2014 crece la pobreza (que ya afecta a más de
186 millones de latinoamericanos y latinoamericanas, poco más del 30% de la
población) y el agravamiento de los problemas estructurales mantiene a nuestra
región como la más desigual del mundo. Las mejoras sustanciales registradas en
la primera década del siglo XXI están siendo sepultadas poco a poco. Con
agudeza, el Papa Francisco, en su reciente visita a Perú, sintetizó en una
frase la tragedia que se nos viene encima: “Se estaba buscando un camino hacia
la Patria Grande, y de golpe cruzamos hacia un capitalismo liberal inhumano que
hace daño a la gente”.
De la mano de los
partidos judicial y mediático, allí donde hubo gobiernos progresistas y que
ensayaron –con resultados diversos- caminos alternativos de superación del
neoliberalismo, como Argentina y Brasil,
se consolidan ahora regímenes autoritarios y racistas; se impone como
práctica la persecución de líderes políticos con arraigo popular, de dirigentes
sindicales y de movimientos sociales, la represión de los pueblos originarios y
el despojo de sus tierras. En Colombia, los acuerdos de paz se tambalean
asediados por la oposición recalcitrante de la derecha uribista y por la
sistemática desaparición y asesinato de activistas sociales, dirigentes
campesinos y guerrilleros desmovilizados, en total impunidad gracias a la
indiferencia del gobierno de Juan Manuel Santos. En Centroamérica y México, se
multiplican los asesinatos de ambientalistas que denuncian la voracidad del
capital extractivista, se extiende la pobreza y aumentan los índices de
criminalidad y violencia en sociedades asfixiadas por los tentáculos del
narcotráfico, amparado a la protección de las más altas esferas políticas. Y en
todas partes, el cáncer de la corrupción carcome los cimientos del Estado de
derecho, debilita las instituciones y acaba con la confianza ciudadana en la
democracia como forma de gobierno siempre perfectible.
En momentos como este,
la pregunta es inevitable: ¿qué hacer? Acaso deberíamos volver a las verdades
sencillas, a las lecciones de la historia, a la palabra de José Martí que, en
un texto de 1892, titulado ‘Adelante,
juntos’, nos enseñó: “A un plan obedece nuestro enemigo: el plan de
enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a
otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo,
hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan. Sin plan de resistencia
no se puede vencer un plan de ataque”.
Es hora de resistir la
ofensiva de la restauración neoliberal conservadora; resistamos, pues, en todos
los ámbitos. Pero construyamos también la alternativa política, económica y
cultural contrahegemónica, que deberá llevar adelante la reconstrucción de
nuestra América. ¿Posneoliberalismo? ¿Socialismo del siglo XXI? ¿Qué vendrá?
Aprendamos, en cualquier caso, de lo vivido en estos años, de los aciertos y
los errores. Que sea un tiempo de
resistencia y de invención, para que no nos arrastre la inercia de las derrotas
coyunturales. De lo contrario,
perderemos para varias generaciones las conquistas sociales que van quedando en
pie en nuestros países y, más grave aún,
el sueño de la Patria Grande como horizonte posible y necesario de la
praxis política de la liberación.
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