Vivimos en
el ambiente creado por un sistema mundial que solo puede garantizar su
reproducción en la medida en que socava, en cada una de sus sociedades, las
condiciones fundamentales de vida y desarrollo de la especie que somos.
Guillermo Castro Herrera / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Para Rafael
Colmenares,
en sus ríos
como en sus páramos
El
verdadero problema relativo al lugar y la función de la naturaleza en la
filosofía de la praxis no consiste tanto en que exista o no una ecología de
Marx, como en que su obra ofrezca una teoría y una metodología de la historia
que permitan un abordaje integrado del desarrollo de la especie humana. Este es
un tema de especial interés político para nuestro tiempo, sobre todo en lo que
hace al análisis del origen, el significado histórico y las vías de acción ante
la crisis ambiental global.
En esa
tarea, resulta útil ubicar el tema en el marco mayor de la visión del mundo
elaborada por Marx, y referirlo a sus reflexiones puntuales sobre el papel del
trabajo como forma humana específica de intercambio de materia entre la
sociedad y la naturaleza. Con ello emerge de inmediato una constante referencia
a la naturaleza los grandes textos que dan cuenta de esa visión del mundo,
desde los Manuscritos Económico – Filosóficos de 1844, hasta la Crítica
del Programa de Gotha, de 1875, pasando naturalmente por los Grundrisse de
1857-1858, y el primer tomo de El Capital, de 1867.
En esas
referencias, además, destaca el papel determinante que se otorga al trabajo –
esto es, a la capacidad natural de los humanos para colaborar en la
transformación de la naturaleza en función de sus necesidades – como medio de
relación entre nuestra especie y su entorno. Esa interdependencia entre los
humanos y su entorno, mediada por el el trabajo, es abordada por ejemplo en La
Ideología Alemana – un texto de 1846 - a partir de que
El primer supuesto de toda historia humana es,
naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes. Los primeros
hechos comprobables son, por lo tanto, la organización corporal de estos
individuos y su relación, dada de ese modo, con el resto de la naturaleza. […]
Toda historiografía debe partir de estos fundamentos naturales y de su
modificación a lo largo de la historia por la acción de los seres humanos. […]
[Los seres humanos] empiezan a diferenciarse de los animales en cuanto empiezan
a producir sus subsistencias, un paso que obedece a su organización corporal.
Al producir sus subsistencias, los seres humanos producen indirectamente su
vida material misma.[1]
Veinte años
después, esta relación entre la sociedad y la naturaleza mediante el trabajo
está admirablemente sintetizada en el primer tomo del Capital, publicado
en 1867. Allí dice Marx que el trabajo “es, en primer lugar, un proceso entre
el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla
su metabolismo con la naturaleza.” En ese proceso, añade, el hombre “se
enfrenta a la materia natural misma como un poder natural” con el fin de
“apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su
propia vida” mediante el ejercicio de sus capacidades físicas, mentales y
sociales, de un modo en el que, al transformar la naturaleza exterior a él,
“transforma a la vez su propia naturaleza”, esto es, se produce a sí mismo como
como ser humano.[2]
En la
década siguiente, el tema emerge con especial vigor en su Crítica del
Programa de Gotha (1875). Allí, ante la declaración del partido
socialdemócrata alemán de que el trabajo es la fuente de toda la riqueza, Marx
riposta los siguiente:
El trabajo no es la fuente de toda riqueza.
La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que
verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo,
que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de
trabajo del hombre.[…] En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como
propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y
objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en
fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza.[3]
La
perspectiva aportada por Marx nos ofrece tres verdades elementales. Una, que el
ambiente hace parte de la naturaleza pero no es idéntico a ella, en cuanto es
el resultado de las intervenciones humanas en el medio natural mediante
procesos de trabajo socialmente organizados. Otra, que a lo largo de la
historia de nuestra especie, la forma en que cada sociedad ha organizado esas
intervenciones en el medio natural ha dado lugar a ambientes característicos.
Y, por último, que si deseamos un ambiente distinto tendremos que crear una
sociedad diferente, que se relacione con su propio entorno con fines distintos
a los que determinan los procesos de trabajo dominantes en el mundo que
conocemos.
El estudio
de los procesos de formación y de las transformaciones de estos ambientes
sucesivos, en su relaciones con las sociedades de los que han sido y son
expresión, es uno de los grandes temas de la historia ambiental. Al respecto,
Marx nos ofrece en El Capital múltiples referencias sobre el origen de
la crisis ambiental de nuestro tiempo o, lo que es igual, de la dimensión
ambiental de la crisis del capital. Una de las más conocidas es aquella en que
describe las consecuencias para la naturaleza y los trabajadores del paso de la
producción de bienes para la satisfacción de necesidades humanas, a la de
mercancías destinadas a satisfacer la acumulación incesante de capital. Allí
nos dice que la consolidación del capitalismo “crea las condiciones materiales
para una nueva y más alta síntesis o coordinación de la agricultura y la
industria, sobre la base de sus formas desarrolladas en un sentido antagónico”,
con lo cual
Al crecer de un modo incesante el predominio de la
población urbana, aglutinada por ella en grandes centros, la producción
capitalista acumula, de una parte, la fuerza histórica motriz de la sociedad,
mientras que de otra parte perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra;
es decir, el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos por el
hombre en la forma de alimento y de vestido, que constituye la condición
natural eterna de la fertilidad permanente del suelo. Al mismo tiempo, destruye
la salud física de los obreros.
Esa
transformación capitalista del proceso de producción, que destruye “las bases
primitivas y naturales de aquel metabolismo”, ocasiona que tanto en la
industria urbana como en la moderna agricultura ”todo progreso, realizado en la
agricultura capitalista no es solamente un progreso en el arte de esquilmar
al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra”. De
allí resulta, así, que “la producción capitalista sólo sabe desarrollar la
técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo
tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el
hombre.”[4]
Las luchas
de los ambientalistas de nuestro tiempo en defensa de la agricultura indígena y
campesina, de la preservación de su patrimonio natural frente a la presión por
convertirlo en capital natural al servicio de la inversión pública y privada, y
del acceso de los trabajadores del campo y de la ciudad a condiciones dignas de
vida y de trabajo, son también luchas por la preservación de esas “dos fuentes
originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”. Vivimos en el
ambiente creado por un sistema mundial que solo puede garantizar su
reproducción en la medida en que socava, en cada una de sus sociedades, las
condiciones fundamentales de vida y desarrollo de la especie que somos.
Trascender ese sistema, para transformarlo, es ya el mayor desafío político del
movimiento ambientalista mundial, y sólo podrá contribuir a hacerlo en la
medida en que se vincule de manera cada vez más rica con todos los movimientos
sociales y todas las corrientes políticas que, desde muy diversos puntos de
origen, se orientan en la misma dirección.
Panamá, 29 de diciembre de 2017
NOTAS:
[1] Marx, Karl
y Engels, Friedrich (2005, 35-36): La Ideología Alemana y Otros Escritos
Filosóficos. Editorial Losada, Buenos Aires, 2005.
[2] Capital. Sección
Tercera. Producción del plusvalor absoluto. Capítulo V. Proceso de trabajo y
proceso de valorización.
[3] Glosas
marginales al programa de Partido Obrero Alemán (1875). https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm
[4] Marx, Karl: El
Capital, I. Sección Cuarta. La producción de la plusvalía relativa.
Capítulo XIII. Maquinaria y gran industria. 10. La gran industria y la
agricultura. Fondo de Cultura Económica, México, 2010, p. 422 - 424.
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