sábado, 13 de enero de 2018

Marx, ambiente, sociedad. Nota para la ecología política de nuestro tiempo.

Vivimos en el ambiente creado por un sistema mundial que solo puede garantizar su reproducción en la medida en que socava, en cada una de sus sociedades, las condiciones fundamentales de vida y desarrollo de la especie que somos.

Guillermo Castro Herrera / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Para Rafael Colmenares,
en sus ríos como en sus páramos

El verdadero problema relativo al lugar y la función de la naturaleza en la filosofía de la praxis no consiste tanto en que exista o no una ecología de Marx, como en que su obra ofrezca una teoría y una metodología de la historia que permitan un abordaje integrado del desarrollo de la especie humana. Este es un tema de especial interés político para nuestro tiempo, sobre todo en lo que hace al análisis del origen, el significado histórico y las vías de acción ante la crisis ambiental global.

En esa tarea, resulta útil ubicar el tema en el marco mayor de la visión del mundo elaborada por Marx, y referirlo a sus reflexiones puntuales sobre el papel del trabajo como forma humana específica de intercambio de materia entre la sociedad y la naturaleza. Con ello emerge de inmediato una constante referencia a la naturaleza los grandes textos que dan cuenta de esa visión del mundo, desde los Manuscritos Económico – Filosóficos de 1844, hasta la Crítica del Programa de Gotha, de 1875, pasando naturalmente por los Grundrisse de 1857-1858, y el primer tomo de El Capital, de 1867.

En esas referencias, además, destaca el papel determinante que se otorga al trabajo – esto es, a la capacidad natural de los humanos para colaborar en la transformación de la naturaleza en función de sus necesidades – como medio de relación entre nuestra especie y su entorno. Esa interdependencia entre los humanos y su entorno, mediada por el el trabajo, es abordada por ejemplo en La Ideología Alemana – un texto de 1846 - a partir de que

El primer supuesto de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes. Los primeros hechos comprobables son, por lo tanto, la organización corporal de estos individuos y su relación, dada de ese modo, con el resto de la naturaleza. […] Toda historiografía debe partir de estos fundamentos naturales y de su modificación a lo largo de la historia por la acción de los seres humanos. […] [Los seres humanos] empiezan a diferenciarse de los animales en cuanto empiezan a producir sus subsistencias, un paso que obedece a su organización corporal. Al producir sus subsistencias, los seres humanos producen indirectamente su vida material misma.[1]

Veinte años después, esta relación entre la sociedad y la naturaleza mediante el trabajo está admirablemente sintetizada en el primer tomo del Capital, publicado en 1867. Allí dice Marx que el trabajo “es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza.” En ese proceso, añade, el hombre “se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural” con el fin de “apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida” mediante el ejercicio de sus capacidades físicas, mentales y sociales, de un modo en el que, al transformar la naturaleza exterior a él, “transforma a la vez su propia naturaleza”, esto es, se produce a sí mismo como como ser humano.[2]

En la década siguiente, el tema emerge con especial vigor en su Crítica del Programa de Gotha (1875). Allí, ante la declaración del partido socialdemócrata alemán de que el trabajo es la fuente de toda la riqueza, Marx riposta los siguiente:

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre.[…] En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza.[3]

La perspectiva aportada por Marx nos ofrece tres verdades elementales. Una, que el ambiente hace parte de la naturaleza pero no es idéntico a ella, en cuanto es el resultado de las intervenciones humanas en el medio natural mediante procesos de trabajo socialmente organizados. Otra, que a lo largo de la historia de nuestra especie, la forma en que cada sociedad ha organizado esas intervenciones en el medio natural ha dado lugar a ambientes característicos. Y, por último, que si deseamos un ambiente distinto tendremos que crear una sociedad diferente, que se relacione con su propio entorno con fines distintos a los que determinan los procesos de trabajo dominantes en el mundo que conocemos.

El estudio de los procesos de formación y de las transformaciones de estos ambientes sucesivos, en su relaciones con las sociedades de los que han sido y son expresión, es uno de los grandes temas de la historia ambiental. Al respecto, Marx nos ofrece en El Capital múltiples referencias sobre el origen de la crisis ambiental de nuestro tiempo o, lo que es igual, de la dimensión ambiental de la crisis del capital. Una de las más conocidas es aquella en que describe las consecuencias para la naturaleza y los trabajadores del paso de la producción de bienes para la satisfacción de necesidades humanas, a la de mercancías destinadas a satisfacer la acumulación incesante de capital. Allí nos dice que la consolidación del capitalismo “crea las condiciones materiales para una nueva y más alta síntesis o coordinación de la agricultura y la industria, sobre la base de sus formas desarrolladas en un sentido antagónico”, con lo cual

Al crecer de un modo incesante el predominio de la población urbana, aglutinada por ella en grandes centros, la producción capitalista acumula, de una parte, la fuerza histórica motriz de la sociedad, mientras que de otra parte perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra; es decir, el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos por el hombre en la forma de alimento y de vestido, que constituye la condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo. Al mismo tiempo, destruye la salud física de los obreros.

Esa transformación capitalista del proceso de producción, que destruye “las bases primitivas y naturales de aquel metabolismo”, ocasiona que tanto en la industria urbana como en la moderna agricultura ”todo progreso, realizado en la agricultura capitalista no es solamente un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra”. De allí resulta, así, que “la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.”[4]

Las luchas de los ambientalistas de nuestro tiempo en defensa de la agricultura indígena y campesina, de la preservación de su patrimonio natural frente a la presión por convertirlo en capital natural al servicio de la inversión pública y privada, y del acceso de los trabajadores del campo y de la ciudad a condiciones dignas de vida y de trabajo, son también luchas por la preservación de esas “dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”. Vivimos en el ambiente creado por un sistema mundial que solo puede garantizar su reproducción en la medida en que socava, en cada una de sus sociedades, las condiciones fundamentales de vida y desarrollo de la especie que somos. Trascender ese sistema, para transformarlo, es ya el mayor desafío político del movimiento ambientalista mundial, y sólo podrá contribuir a hacerlo en la medida en que se vincule de manera cada vez más rica con todos los movimientos sociales y todas las corrientes políticas que, desde muy diversos puntos de origen, se orientan en la misma dirección.

Panamá, 29 de diciembre de 2017

NOTAS:
[1] Marx, Karl y Engels, Friedrich (2005, 35-36): La Ideología Alemana y Otros Escritos Filosóficos. Editorial Losada, Buenos Aires, 2005.
[2] Capital. Sección Tercera. Producción del plusvalor absoluto. Capítulo V. Proceso de trabajo y proceso de valorización.
[3] Glosas marginales al programa de Partido Obrero Alemán (1875). https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm

[4] Marx, Karl: El Capital, I. Sección Cuarta. La producción de la plusvalía relativa. Capítulo XIII. Maquinaria y gran industria. 10. La gran industria y la agricultura. Fondo de Cultura Económica, México, 2010, p. 422 - 424.

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