Jimmy
Morales, el comediante burlón de las mujeres, los indígenas y los homosexuales
que llegó al poder gracias a mítines electorales en los que reproducía sus
programas televisivos, muestra lo que ya todos sabemos: que no
es más que una mampara, una máscara de rictus sonriente de quienes han ejercido
el poder de forma violenta y corrupta durante décadas.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-COSTA RICA
Jimmy Morales y Benjamin Netanyahu, en noviembre de 2016. |
El
domingo 24 de diciembre, el gobierno de Guatemala reconoció a Jerusalén como
capital del Estado de Israel. No es una noticia que nos tomara por sorpresa
porque, tal como lo indicó la cancillería guatemalteca, ambos países tienen una
larga historia de relaciones. No se trata, sin embargo, de las relaciones que
invocó el gobierno guatemalteco sino de otras, menos publicitadas, vergonzosas,
llevadas adelante en la oscuridad.
No se
trata, tampoco -como insinuaron no pocos chistes en Guatemala- del gobierno de
un presidente errático siguiendo al gobierno de otro presidente igualmente
obtuso. Efectivamente, las personas que encabezan los actuales gobiernos de
Guatemala y Estados Unidos han sido continuamente cuestionados por su poca
idoneidad para los cargos que ostentan. Trump, un señor al que le gusta cenar
hamburguesas en la cama mientras ve televisión y envía “tuits” tontos
alardeando del tamaño de su “botón nuclear”; y Jimmy Morales, un cómico que
hacía chistes racistas, homófobos y misógenos en su programa televisivo.
Ojalá
fuera solo eso, a pesar que decir “ojalá fuera solo eso” ya es terrible y
muestra de cuerpo entero el mundo bizarro en el que vivimos. Se trata de algo
más allá de la coyuntura; incluso más allá de la necesidad imperiosa que tiene
el gobierno guatemalteco de quedar bien con los Estados Unidos ante la
inminente posibilidad de que miles de migrantes guatemaltecos sean deportados y
creen un sisma en el país. Más allá también de la búsqueda del apoyo de Washington
a un gobierno al que un organismo de la ONU, que cuenta con el beneplácito del
país del norte, ha cuestionado a su presidente por malos manejos financieros
durante la última campaña electoral.
Ese
más allá del que hablamos se remonta a los tiempos de lo que en Guatemala se
conoce como la guerra sucia; esa
guerra que llevó a su máxima expresión el papel del Ejército guatemalteco como
máquina genocida ensañada contra la población de su propio país. Tiempos en los
que, ante tanta devastación vergonzosa, los propios Estados Unidos se vieron en
la necesidad de limitar el apoyo económico y militar que hasta entonces habían
prestado al Estado contrainsurgente de Guatemala.
Eran
los tiempos en los que en la presidencia de los Estados Unidos estaba el pastor
Jimmy Carter, al que su moral luterana aún le dejaban algunos restos de pudor
ante las matanzas indiscriminadas que se llevaban a cabo con apoyo de su país
en ese pequeño punto perdido en el mapa llamado Guatemala.
Fue
ahí en donde surgió con su salvadora espada flamígera Israel, que al ver las
penurias que pasaba la dictadura guatemalteca se transformó en el canal no solo
para hacer llegar las armas que tanto necesitaban los militares guatemaltecos
(y que, en última instancia, provenían de los mismos proveedores
norteamericanos solo que tenían que dar una vuelta más larga para llegar a
ellos).
Hay
un vídeo que quienes lean estas líneas pueden visitar en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=CBIyIgxMSM0), en
el que quien fuera presidente de Guatemala, el general Otto Pérez Molina
(sindicado actualmente por corrupción en los tribunales de justicia), da
declaraciones en 1982 en el marco de un escenario de guerra, al periodista
norteamericano Allan Nairn, y muestra cómo utilizar un arma de proveniencia
israelí. Otto Pérez lo dice claramente en el vídeo: el arma es de proveniencia
israelí.
El
servicio de inteligencia de Israel, el MOSAD, fue también un valioso apoyo para
complementar las enseñanzas que los oficiales guatemaltecos obtenían en la
Escuela de las Américas norteamericano, en ese tiempo con sede en Panamá. Como
está muy bien documentado hoy, en ese lugar los militares latinoamericanos se
entrenaban en técnicas de contrainsurgencia, entre las cuales se encontraba la
tortura. El MOSAD perfeccionó esas técnicas, que había refinado en su guerra
contra el pueblo de palestina, y las llevó a Guatemala, en donde fueron
aplicadas y, cómo no, aún más refinadas.
El
Ejército, los paramilitares y los grupos de poder de extrema derecha
(especialmente los organizados entonces en el auto caracterizado partido de
la violencia organizada, el Movimiento de Liberación Nacional –MLN-) tuvieron
desde entonces estrechos vínculos con la extrema derecha israelí, y ambos
grupos de poder son los mismos que siguen al frente de sus respectivos
gobiernos en nuestros días.
Así
que Jimmy Morales, el comediante burlón de las mujeres, los indígenas y los
homosexuales que llegó al poder gracias a mítines electorales en los que
reproducía sus programas televisivos, muestra con esta medida lo que ya todos
sabemos: que no es más que una mampara, una máscara de rictus sonriente de
quienes han ejercido el poder de forma violenta y corrupta durante décadas, y
hacen todo lo posible por seguir lucrando a costas de desangrar al Estado y
reprimir a quienes se opongan a sus prácticas.
1 comentario:
No creo que el tontito de Jimmy piense en todo ese análisis. El es un evangélico ignorante y fanático, que cree que Israel es el pueblo escogido y ese es el moivo central de su dec
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