Las
crecientes tensiones diplomáticas entre Washington y Pekín, que han elevado el
riesgo de confrontación bélica entre ambas superpotencias, según alertan cada
vez más observadores internacionales, ha sacado a la palestra otro foco de
conflicto: la lucha por el control del Canal de Panamá, la gran vía de tránsito
comercial entre el Atlántico y el Pacífico.
Diego Herranz / www.publico.es
Vista del Canal de Panamá. |
Más allá de
la batalla tarifaria que se ha desatado entre EEUU y China, de las hostilidades
entre ambas superpotencias por la hegemonía por el negocio de la digitalización que se esconde tras
el veto comercial a Huawei, que ha provocado la ruptura de relaciones con
Google y su sistema operativo Androide, ha puesto en cuarentena las inversiones
de otras tecnológicas americanas como Apple, Nvidia,
Qualcomm o Intel en el mercado chino, y ha convulsionado la cotización en los
mercados, o de las indescifrables consecuencias exactas de la misión naval del
portaviones nuclear estadounidense Abraham Lincoln en el Mar del Sur de China, la cruzada geoestratégica entre Washington y Pekín
encierra otra lucha de poder. Más subrepticia. Pero de trascendencia táctica
similar. A todos los efectos. El control del Canal de Panamá. Es un combate más
soterrado por ejercer la influencia sobre uno de los puntos neurálgicos del
comercio internacional. Quizás, junto al Canal de Suez, el de mayor calibre de
todo el planeta.
La
confrontación por la vía de tránsito naval más rápida entre el Atlántico y el
Pacífico está llena de interrogantes. Entre otras razones, por la cambiante atmósfera política y económica que se
está presenciando en el país centroamericano. Aunque también porque la actitud
de EEUU y China raya la injerencia en la soberanía nacional panameña. Un
anatema si se tiene en cuenta el control histórico de la Casa Blanca sobre esta
obra de ingeniería, diseñada mediante un sistema de esclusas que permitió el
primer tránsito naval en 1914 por el istmo de Panamá, y que amplió su cauce en
2016 -obra realizada por un consorcio internacional abanderado por la
constructora Sacyr- se mantuvo hasta 1979. A partir de los derechos de
propiedad adquiridos por el Gobierno estadounidense desde 1903 por haber
construido y financiado esta mega infraestructura.
Sin embargo,
en la actualidad, y en plena retórica belicista, en todos los órdenes, entre
las dos grandes potencias economías del planeta, el nuevo gobierno panameño se
verá sometido a unas renovadas presiones exteriores. Quien dirimirá la afrenta
será el presidente electo, Laurentino Nito Cortizo,
terrateniente ganadero, 66 años, vencedor en las elecciones del pasado 5 de
mayo.
Cambio de gobierno en Panamá
A Cortizo se
le considera de centro-izquierda. De manera inesperada, ganó a su rival
conservador Rómulo Roux. Por apenas dos puntos de diferencia en el escrutinio.
Bajo ciertas acusaciones de Roux de irregularidades en el proceso
electoral. Tras una campaña que estuvo dominada por un asunto
crucial, la corrupción, y sus herramientas para combatir la imagen de un
territorio al que se considera globalmente un paraíso fiscal y que se ganado a
pulso el cartel de escenario proclive al lavado del dinero.
El futuro
presidente panameño, cabeza de cartel del Partido Democrático Revolucionario
(PDR) -fundado por el militar golpista Omar Torrijos en 1979 y alejado del
poder desde 2009-, labró su triunfo en las urnas con un compromiso claro de
“trabajar denodadamente y con honestidad en la lucha contra la corrupción”,
para lo que ha esbozado una serie de cambios legales encaminados a “aplicar
transparencia” en las normas contractuales y en las regulaciones impositivas.
También en reforzar los lazos con EEUU, país en el que estudió. “EEUU es nuestro socio estratégico, nuestro principal
aliado”, aseguró después de su victoria. “Pero esta relación debe mejorar
substancialmente en el futuro”, precisó a continuación como una de las
directrices que regirán la sexta legislatura después de la invasión americana
del país, en 1989, que derrocó al general Manuel Noriega, encarcelado por
narcotráfico en EEUU, extraditado luego a Francia por blanqueo de capitales, y
que murió bajo arresto domiciliario, ya en Panamá, en 2017.
Cortizo, sin
embargo, tendrá que establecer los cauces de ese entendimiento con Washington.
Porque, formalmente, Panamá, mantiene un estrecho diálogo geoestratégico con
Pekín. Forjado durante la recién culminada presidencia de Juan Carlos Varela
quien, en junio de 2017, rompió, de manera inesperada la relación diplomática
con Taiwán, territorio que reivindica Pekín, y una práctica -la de alejarse de
su vecino insular- exige a sus socios comerciales que demanden flujos de
capital chino.
Es el caso
de Panamá. A raíz de esta fecha, la nación latinoamericana ha visto cómo han
emergido numerosas obras de infraestructuras con inversión procedente del
gigante asiático. Varela también a dejado a su sucesor otro tema candente: la
rúbrica de un tratado de libre comercio, ya negociado, con Pekín, que pretende
aumentar el potencial de Panamá como centro logístico de
mercancías y de productos manufacturados, sin renunciar a seguir siendo el gran
espacio financiero off-shore de la zona. Es decir, a perpetuar su industria
bancaria. Dañada ostensiblemente desde la revelación de los llamados Papeles de
Panamá. China, en realidad, se ha convertido en el más importante inversor del
país. Y tiene un objetivo nítido: el control de la ruta con mayor tráfico
mercante del mundo.
Las
tensiones comerciales entre China y EEUU van a otorgar a Panamá un papel clave
en el teatro de operaciones de su guerra. La práctica totalidad de los
aspirantes a la presidencia defienden el auxilio del capital chino para
reanimar una economía estancada y que no levanta cabeza desde que irrumpió la
lista de grandes patrimonios y empresas con registros mercantiles en sus firmas
de abogados -con Mossack Fonseca en el ojo del huracán-, para beneficiarse de
los privilegios tributarios y financieros del país.
Además de
los escándalos de corrupción internos y de la conexión con empresarios y
políticos panameños de la constructora brasileña Odebrecht. Otra pica más el
emporio que ha llevado a Lula da Silva a prisión, en otra latitud del
hemisferio Sur americano. Todos ellos, incluido Cortizo, coinciden en que este
desembarco monetario chino es un lifting de urgencia para mejorar la
defenestrada marca Panamá. De ahí que el líder del PDR, criticara en mismo día
de su triunfo electoral la falta de sensibilidad de la Casa Blanca hacia su
Puerta Trasera: “Mientras la Administración Trump no nos ha prestado atención,
algunos otros han realizado avances significativos”.
Enclave geoestratégico de primer orden
Carlos
Guevara, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Florida,
es rotundo al analizar esta disputa en ciernes. La guerra comercial entre EEUU
y China “ha situado a Panamá en medio de la rivalidad geopolítica. Y nadie
tiene un plan preconcebido para afrontarla”. Pekín, con la firma expresa del
presidente Xi Jinping, ha formalizado 19 pactos comerciales con países de la
región. Además, todos ellos se han adherido a la Nueva Ruta de la Seda. Panamá tiene visos de
convertirse en el punto de colisión entre los dos poderes mundiales. La
historia está del lado de EEUU. El Canal de Panamá es la gran arquitectura de
la era industrial, un símbolo para EEUU como lo es la Gran Muralla para China.
De ahí el protectorado que, durante décadas, ha ejercido la marina
estadounidense. Para fines comerciales y militares.
Pero la
táctica de China también ha llegado para quedarse, dicen los observadores
internacionales. Su estrategia de desarrollo establece una presencia permanente
en Panamá. En los últimos dos años, Pekín y Panamá han acordado más
de 30 convenios bilaterales y Jinping aterrizó en el istmo en
diciembre de 2018, el primer jefe del Estado chino en visitar el país. Lo hizo
acompañado de docenas de compañías de construcción, telecomunicaciones y de
servicios financieros. Incluso acudió, junto a Varela, su homólogo todavía
entonces, a la firma de dos de especial calado. Uno, con Huawei y otro con
Railway Design Corporation, que selló un contrato de más de 4.000 millones de
dólares para la construcción de un proyecto de alta velocidad ferroviaria en
Panamá. Las autoridades del país le gratificaron con un recorrido aéreo por el
canal.
Para muchos
analistas, toda una simbólica visión de que, algo más de cien años después de
su construcción, el control de la infraestructura podría
ya haber cambiado de manos. Porque las autoridades panameñas andan tratando de
dotar de una estrategia de seguridad nacional a esta vía de tránsito desde su
ampliación a la que, además, la quiere rodear de una vitola como centro
logístico que otorgue al país un valor productivo añadido. Varela puso los
mimbres. Diseñó un plan que ampliaba las facilidades para constituir zonas
francas, autovías y redes ferroviarias que faciliten también el tráfico por
tierra con el resto de países de América Central. Entre otras, con Colombia,
para conectar con la Autopista Panamericana, que enlaza Alaska con Patagonia.
Todo ello, con inversiones masivas -y mayoritarias- chinas.
A largo
plazo, “Panamá podría llegar a ser altamente independiente de China como su
prestamista de última instancia; pero a medio plazo, las instituciones del país
se muestran muy vulnerables a las prácticas corruptas”, explica Rodrigo
Noriega, analista político, en el diario La Prensa. Cortizo tendrá que aclarar
las reglas del juego. “Ha prometido acabar con la opacidad en los contratos
públicos, y haría bien, porque combinar líneas multimillonarias chinas con
organismos débiles institucionalmente sería tan tóxico como explosivo”, recalca
Noriega.
La Autoridad del Canal de
Panamá tomó las riendas del corredor naval en 1999. El pasado
año, aportó a las arcas del estado centroamericano más de 1.700 millones de
dólares. “Es una de las más grandes estructuras tecnocráticas del mundo, con un
enorme crédito, porque ha pervivido al margen de los estamentos políticos,
asegura en Global Americans, think tanks sobre asuntos americanos. “Es su gran
aval. No permite interferencias”. En línea con el mandato constitucional de
neutralidad. Pero entre los expertos, subyacen dudas de que la guerra comercial
obligue a la cúpula gestora del canal a formalizar contratos para el desarrollo
de puertos, puentes o redes de energía que puedan estar dirigidos por la
estrategia inversora china. O sucumbir a los cantos de sirena que, muchos de
ellos, procedentes de EEUU, claman por la privatización de varios de sus
servicios.
Dependiendo
de cómo evolucionen las tensiones, arguye Noriega. No en vano, en 2015, varios
directivos de China Harbour Engineering Company se reunieron con la autoridad
del canal para discutir fórmulas para permitir la navegación de los últimos y
más grandes navíos mercantes, que necesitan aguas más profundas para atravesar
el istmo. El secretario de Estado Mike Pompeo ha alertado recientemente a sus
vecinos del sur que “cuando China les ofrece sus servicios, por muy atractivos
que sean, no siempre resultan provechosos para sus ciudadanos”, al tiempo que
les advertía del “carácter depredador” de las empresas estatales de su rival.
Washington,
en cualquier caso, ha dirigido ya sus tentáculos hacia Panamá en
el viraje unilateral que ha dado al orden mundial. No sólo con China. Y ha
exigido a su vecino centroamericano, en febrero pasado, que revoque la
concesión a 59 buques mercantes iraníes de operar con bandera panameña y que
les permite la entrada en terminales portuarias del país. En contrapartida, el
ya ex presidente Varela negó el visado a EEUU para cooperar con Senafront, el
servicio nacional de fronteras panameño -un cuerpo policial encargado de
vigilar el territorio del país, que es lo más parecido a un ejército que tiene
Panamá, territorio desmilitarizado- que custodia también el canal.
Este
rifirrafe se saldó con una reclamación expresa a EEUU para “volver a fortalecer
las relaciones” por la vicepresidenta de Varela, Isabel de Saint Malo de
Alvarado. “Debemos volver a promover oportunidades comerciales”,
redactó en una misiva dirigida al propio Pompeo en la que reconocía que los
rápidos avances con China iban a ralentizarse por las elecciones. En opinión de
Noriega, sin embargo, “si la respuesta estadounidense es negar visados, cortar
los préstamos financieros o incluir a firmas panameñas en la lista negra de
lavado de capitales”, el futuro presidente dará preferencia a Pekín. Y el
gigante asiático actuará. China Railways ya tiene sede en Ciudad de Panamá,
Huawei encabeza la zona franca Colón y, desde allí, acometerá la distribución de
sus redes electrónicas y de telecomunicaciones por el resto de Centroamérica y
el Caribe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario