Los Estados Unidos y China se encuentran en plena colisión. El impetuoso
crecimiento económico chino tiene en ascuas al declinante imperio de los
Estados Unidos que responde belicosamente.
Rafael Cuevas
Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Esta semana, el protagonista del pleito planetario ha sido la empresa
china Huawei. Los Estados Unidos ha prendido todas las alarmas frente a un
rival que no solo copa los mercados, sino logra avances tecnológicos que
amenazan con dejar varados a las principales compañías norteamericanas rivales.
Es un pleito entre algunas de las más grandes compañías del capitalismo
contemporáneo que, por igual, aprovechan las imperantes condiciones de
explotación agresiva de la fuerza de trabajo, y hacen uso de todas las
estratagemas que pone a su disposición la sociedad de mercado. Aquí no hay
santas palomas.
En la periferia de ese ring en el que se sacuden a puñetazos los
gigantes capitalistas, América Latina observa cómo saltan las chispas del
encontronazo, pero no es totalmente ajena a él.
Una de las razones del terrible enojo norteamericano, son los pasos de
animal grande que se escuchan por la aproximación de China a lo que consideran
que es su patio trasero, y que los postulados básicos de su política exterior
determinan que no debe ser tocado por nadie externo a lo que denominan el
Hemisferio Occidental.
La estrategia China para su expansión comercial se llama La ruta de la
seda, un proyecto de una envergadura que no tiene parangón en la actualidad,
para el cual ha tejido alianzas con grandes potencias como Rusia y la India, y
que no deja rincón del planeta sin contemplar.
En Centroamérica, hemos sentido de cerca el aliento enojado del Tío Sam
por los coqueteos que algunos de los pequeños y timoratos gobiernos locales han
hecho con el gigante asiático.
En esta región del mundo, los Estados Unidos no se andan con eufemismos
ni medias tintas, y tratan a los “países mexicanos” como niños díscolos a los
que hay que llamar al orden y regañar cuando se salen del redil.
La guinda de la torta en Centroamérica es, como lo ha sido durante toda
nuestra historia republicana, el Canal de Panamá, o cualquier otro canal que
pueda eventualmente existir en la región.
Los planes de China con Panamá implican megaproyectos sin parangón en la
historia no solo de ese país sino de Centroamérica y América Latina. Implica
inversiones multimillonarias en infraestructuras portuarias, de transportes y,
obviamente, del canal.
Esos planes no se detienen en ese país, que efectivamente es su centro
de interés, sino que se extiende hacia otros países del istmo.
Olfateando con sus naricitas oportunistas los nuevos aires, varios
gobiernos centroamericanos rompieron relaciones con Taiwán y las establecieron
con la República Popular China en los últimos años.
El primero fue Costa Rica en 2007, que en ese momento coqueteó con la
idea de convertirse en cabeza de puente de las inversiones chinas en
Centroamérica y, ya puestos a soñar, en América Latina. La tradicional política
acomodaticia costarricense con el imperio del Norte atemperó tales ánimos, y
solo lo dejó con un ojo medio abierto observando el discurrir de los acontecimientos.
Otro cantar fue cuando les llegó el turno a El Salvador y Panamá, entre
otras razones porque los planes chinos ya no se limitaban a regalar un estadio
de futbol, como sucedió con Costa Rica, sino a proyectos de envergadura con
implicaciones económicas, comerciales y geopolíticas de primer orden.
Fue entonces cuando la diplomacia norteamericana sacó la faja y no
vaciló en mostrarla amenazando con una buena tunda.
En El Salvador y Panamá habrá nuevas autoridades gubernamentales
próximamente, y el tema de las relaciones con China está ya en la picota. En el
caldeado ambiente internacional, los Estados Unidos no vacilarán en dejar claro
quién manda en esta región del mundo, y no permitirá que nadie venga a querer
sacarle plumas al águila imperial en donde su hágase es ley.
En Centroamérica no hacía falta que Trump se peleara con Huawei para
saber que la cosa está que arde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario