No se alude a
una burda prueba de extravagante virilidad ni a la garantía explicita de uso de
viagra en pacientes impacientes. No. Aludimos a las derrotas de la alianza
Cambiemos en las elecciones provinciales durante los cinco meses en lo que va
del año. Ocho derrotas del oficialismo que los dejan sin argumentos ni
ilusiones reeleccionistas.
Es más, pocos piensan –dentro de los razonables radicales nucleados– en Mauricio
Macri como su propio sucesor, como candidato.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Hasta los más
fanáticos porteños ponen en duda su liderazgo, aunque ese liderazgo sea en los
estrechos términos definidos por una construcción política tan sui generis, tan
posverdaderamente elaborada, con esos sustentos ideológicos traídos de los
pelos (no hablemos filosóficos, porque es darle una relevancia que jamás
expuso) que intentan diferenciarse del calificativo opositor de restauración
conservadora, de liberales a ultranza o, simplemente, neoliberales. Aunque
tipos descarados como el inefable gurú Jaime Duran Barba o el filósofo Alejandro
Rozichtner, quien sostiene que Macri es el mejor presidente de los últimos
tiempos y su gobierno ha sentado las bases del país que viene.
Entonces, con
toda esa pesada y nauseabunda atmósfera, es lógico que intenten erigirse en los
neo Maquiavelo, habitantes de una pseudo Florencia actualizada, despojada de
los Médici, envenenada por la medicina cambiemita instalada en los medios. Es
coherente también que, en cada debilidad vean una fortaleza y una oportunidad
en el fracaso más rotundo. Siguiendo siempre, al pie de la letra para ser
precisos, con su retorcido modo de pensar. Ir en vertiginosa caída los
envalentona, porque cualquiera sea el nuevo presidente, deberá lidiar con “la
pesada herencia” de la deuda contraída. De eso estamos todos seguros, desde el
primer funcionario al último habitante del país.
El triunfo
del peronista Juan Schiaretti el domingo pasado por 54%, recuperó 28
intendencias es más que elocuente, cuando Córdoba fue la provincia que aseguró
el triunfo macrista con un 70% en 2015. Mario Negri, el candidato de Cambiemos
sólo obtuvo un 17,7% y Ramón Mestre candidato a la intendencia de la ciudad de
Córdoba por la UCR, un 11%. Estos resultados han generado tremendas discusiones
dentro de la alianza gobernante y desde la presidencia de la UCR (Alfredo
Cornejo, gobernador de Mendoza, para ser precisos), el principal aliado del PRO
en Cambiemos, ha salido a cuestionar la reelección de Macri. Esto sin contar
con la desbocada diputada Elisa Lilita Carrió que viajó expresamente a Córdoba
para apoyar a Negri, rompió lanzas con sus pares hablando de traiciones y otros
improperios a los que nos tiene acostumbrados desde su rol de “fiscal de la
nación”.
Todo un
malestar de incertidumbre a las que se sumó la decisión de la Suprema Corte de
Justicia de atrasar el tratamiento de la causa Vialidad de la ex presidenta
Cristina Fernández de Kirchner. Hecho criticado por el ministro de justicia
Germán Garavano y otros funcionarios del gobierno. Mohín que, luego de 24 horas,
cacerolazos chetos de barrio Norte mediante, críticas en todos los medios
mediante y desde luego, discurso presidencial también mediante, expresando
textualmente para que no queden dudas: “esta reacción colectiva contra lo que
pasó con la corte muestra que Argentina cambió”, las cosas han vuelto a dar el
giro ansiosamente previsible: hacer que la actual senadora deba asistir a
Tribunales la semana próxima, aunque sea para la foto de portada. Cuestiones
que acrecientan la popularidad de CFK, cuyo regreso ha sido estrictamente
elaborado por el propio Macri.
El revés
político, fruto de la espantosa situación económica, la inflación imparable ya
no puede alimentarse con las reiteradas bombas de estruendo ni las cotidianas
cortinas de humo de distracción acostumbrada. La colaboración de los medios hegemónicos
deja ver sin tapujos el resultado desastroso de una gestión inoperante. Nadie
se priva de llamarlos inútiles. Cabe acotar incluso el trabajo de lavado de
cerebro de la opinión pública en estos agitados días, intentando victimizar en
primer lugar a esa clase media triunfalista que creyó en la prédica de cambio
de Cambiemos. Esa que, cándidamente, se ilusionó que el cambio significaría
mejorar la gestión anterior, liberar el cepo cambiario e importar bienes
suntuarios, aunque no accedieran a ellos. Trabajado ese imaginario los pobres
se creyeron ricos y ahora, decepcionados lloran e imploran venganza. Venganza
también elaborada por los macristas que suponen impondrá el kirchnerismo no
bien asuma el gobierno, es decir, retroalimentar el odio para mantener el clima
de zozobra en la sociedad.
Sin embargo,
el pánico misógino paraliza, como le pasa a Bolsonaro en Brasil cuando menciona
que si vuelve CFK a Argentina, se transforma en otra Venezuela. Pobre Venezuela
que intenta soberanamente soportar tanta presión imperial dentro y fuera de sus
fronteras.
Cristina con
su sola presencia interpela. Sin hablar, habla. Llena la Feria del Libro sin
permitirse ni agredir, con sólo expresarse “Sinceramente”, como el título de su
sentido relato. Con sólo mostrarse les gana la pulseada. De ahí que, ocho al
hilo es posible.
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