Este 30 de abril, la
Revolución Bolivariana y el presidente Maduro sufrieron otra arremetida
imperial. Una más, de una larga cadena de acometidos. Títeres y titiritero se
estrellaron de frente con un pueblo que bajo sus pies tiene un mar de petróleo,
se niega someterse a los caprichos del colonialismo más pedestre, y que está
empeñado en tratar de conquistar el cielo por asalto.
Luis Hernández Navarro / LA JORNADA
La escenografía
Una palabra resume el
intento de golpe de Estado contra el presidente Nicolás Maduro de este 30 de
mayo: fracaso. Faroleando, la oposición venezolana apostó a derrocar al
mandatario. Perdió. Después de algunas escaramuzas, su convocatoria se desinfló
rápidamente.
Más allá de la
escenografía montada para la ocasión y del griterío ensordecedor de quienes
fantasean con el fin de la Revolución Bolivariana, el saldo de la jornada es
claro. De un lado, los mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)
se mantienen leales al mandatario venezolano y decenas de miles de chavistas
resguardan el Palacio de Miraflores. Del otro, la cabeza visible de la
operación, el líder opositor Juan Guaidó, anda a salto de mata, mientras el
prófugo Leopoldo López y esposa tuvieron que refugiarse en la embajada de Chile
y luego en la de España.
El bluff golpista
comenzó temprano en la madrugada. Fue más una representación propagandística
que una acción militar en forma. Posando para las cámaras de video en la
Autopista del Este, al lado del distribuidor vial Altamira, rodeado de un
pequeño grupo de militares desertores, en su mayoría de baja graduación, y
policías, con la base militar La Carlota a sus espaldas, Juan Guaidó llamó al
pueblo de Venezuela a tomar las calles, dar inicio la fase definitiva de la
Operación Libertad y a hacer realidad el cese definitivo de la usurpación.
Autoproclamándose jefe
de las Fuerzas Armadas, el presidente de la Asamblea Nacional arengó a sus
uniformados imaginarios: “Hoy convoco a los soldados, y a todas las familias
militares a acompañar esta gesta […] Son muchos los militares que se suman […]
El momento es ahora”.
“Pueblo de Venezuela,
es necesario que salgamos juntos a la calle. Organizados y juntos movilícense a
las principales unidades militares. Pueblo de Caracas, todos a La Carlota”,
escribió en uno.
“En este momento
–mintió en otro– me encuentro con las principales unidades militares de nuestra
fuerza armada dando inicio a la fase final de la Operación Libertad”. Ya
encarrerado, fantaseó en uno más: ¡Las calles de Venezuela se siguen llenando
de gente y más gente!
Con el factor sorpresa
de su lado, los alzados lograron un efímero éxito tempranero: liberar a
Leopoldo López, quien cumplía condena en prisión domiciliaria. Y, antes de
chocar de frente con la realidad, acompañados de guarimberos armados con
pistolas, vivieron unos cuantos minutos de gloria. No les duró mucho. Con ocho
tanquetas, cuatro ametralladoras 7.62 y fusiles de alto poder, trancaron la vía
e intentaron avanzar sobre La Carlota. No pudieron tomarla.
Se desinflaron más
rápido que despacio. Soldados y policías que participaron inicialmente en la
escaramuza se retiraron. Fuimos engañados. Nos dijeron que íbamos a participar
en otra operación, denunciaron. La mazorca se fue desgranando paulatinamente.
No era aún mediodía, cuando 80 por ciento del personal militar que formaba
parte de la asonada abandonó a los jefes de la conjura. Una a una, las ocho
tanquetas fueron llevadas a sus lugares de origen.
Desalojados de la
autopista, los golpistas trataron de marchar rumbo al Palacio de Miraflores.
Tampoco tuvieron fortuna. Las oficinas del presidente estaban rodeados de miles
de simpatizantes chavistas. Tuvieron que replegarse hacia el barrio de
Altamira.
Menos exitosa aún
resultó la convocatoria de Guaidó a que los ciudadanos tomaran las calles. Ni
siquiera en los barrios que históricamente controlan, los antichavistas
pudieron movilizar la cantidad de simpatizantes que tradicionalmente los han
apoyado en todos estos años de lucha opositora.
Con un palmo de narices
quedó también el senador estadunidense Marco Rubio, quien anunció en Twitter:
El 1° de mayo Juan Guaidó encabezará lo que potencialmente será el momento
definitivo en la lucha contra el régimen de Maduro en Venezuela. Los líderes de
las FANB deben defender la Constitución y proteger a los manifestantes de los
ataques de las pandillas armadas de Maduro.
El golpe interminable
El descalabro de los
antichavistas es el último eslabón de una larga cadena de fracasos golpistas.
Apenas el 4 de agosto de 2018, se intentó asesinar, con un ataque de drones, al
presidente Maduro. El atentado fue planificado en Colombia, bajo la dirección
del político opositor Julio Borges y el apoyo del financista Osmán Alexis
Delgado.
Borges es un político y
abogado venezolano que participó en 2018 como representante de la oposición en
las pláticas de paz celebradas en Santo Domingo, de manera simultánea a la
organización del atentado contra Maduro. Junto al empresario Parsifal de Sola,
desempeñó un papel clave en la fallida Operación Jericó en 2014-15, que intentó
otro golpe de Estado.
Poco después, al comenzar
2019, el coronel retirado Oswaldo Valentín García Palomo coordinó otra fallida
tentativa de golpe de Estado contra Maduro. En la acción participaron
empresarios, políticos y agentes de la CIA. De acuerdo con el testimonio del
coronel retirado, él contactó en Colombia a un funcionario de CIA. Y en ese
país se reunió también con el empresario venezolano Parsifal de Sola y un
policía nacional de ese país, quienes me dieron apoyo. Según el ministro Jorge
Rodríguez, el policía colombiano es el enlace del golpista con el ex presidente
Juan Manuel Santos.
García Palomo fue
arrestado el pasado 31 de enero, cuando se internaba en Venezuela para dar el
golpe, gracias al trabajo de los servicios de inteligencia locales. Al coronel
retirado se le hizo creer que estaba en marcha un levantamiento militar en
Caracas, y se puso a su disposición un vehículo para que se trasladara dentro
del país.
A partir del 10 de
enero pasado, cuando Nicolás Maduro asumió como presidente, se echó a andar
desde Washington un nuevo guion. El diputado Juan Guaidó se proclamó presidente
encargado de Venezuela. Amenazador y arrogante, Donald Trump puso sus cartas
sobre la mesa: en el transcurso de 2019 podría concretarse una intervención
militar de su país en Venezuela.
Es sabido que el
imperio acostumbra envolver sus agresiones coloniales con juegos de artificio
oratorios en favor de los derechos humanos, la democracia y el bienestar. En
esta ocasión, el discurso intimidatorio contra la Revolución Bolivariana no fue
la excepción. Sólo añadió un ingrediente al guion intervencionista: una
inexistente crisis humanitaria.
No son palabras al
viento. El discurso de Trump y sus amigos expedicionarios camina de la mano de
las declaraciones y maniobras de sus títeres venezolanos. Como un muñeco de
madera que mueve las labios para fingir que habla, por la boca de Guaidó se
escucha, apenas disimulada, la voz del ventrílocuo imperial. Las bravatas y
desplantes del autoproclamado han transportado a la oposición venezolana a los
tiempos de su peor abyección y sometimiento.
En esa ruta, con el
pretexto de la ayuda alimentaria, el pasado 23 de febrero, titiritero y títeres
se la jugaron a tratar de propiciar, desde la frontera colombiana, la ruptura
de las FANB, la deserción de altos mandos, el desbordamiento civil y la acción
de grupos paramilitares, para intentar ocupar un territorio liberado, en el
cual instalar al gobierno del autoproclamado Guaidó. Desafortunadamente para
ellos, la arremetida fracasó. Para desencanto opositor, los militares bolivarianos
no se dividieron, contuvieron la embestida del antichavismo y mantuvieron el
control del territorio. La unión cívico-militar se mantuvo. La supuesta ayuda
alimentaria a territorio venezolano (que incluía material para la lucha
callejera y la instalación de guarimbas), llevada a Colombia por Estados Unidos
y Chile, no pudo traspasar el bloqueo fronterizo.
Hace más de 20 años que
la Venezuela de Hugo Chávez dio a la historia de nuestro continente un giro
radical y puso nuevamente en el centro de su horizonte el socialismo. Ni el
imperio ni sus vasallos criollos se lo han perdonado jamás. Como tampoco
dispensan al presidente Maduro, elegido mayoritaria y democráticamente por su
pueblo, no haber abandonado esa ruta y no haberles entregado un poder que no
han podido ganar por las buenas en las urnas.
Este 30 de abril, la
Revolución Bolivariana y el presidente Maduro sufrieron otra arremetida
imperial. Una más, de una larga cadena de acometidos. Títeres y titiritero se
estrellaron de frente con un pueblo que bajo sus pies tiene un mar de petróleo,
se niega someterse a los caprichos del colonialismo más pedestre, y que está
empeñado en tratar de conquistar el cielo por asalto.
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