La ecología
se ha transformado en el contexto general de todos los problemas, proyectos
oficiales y privados. A ella está ligado el futuro de nuestro planeta y de
nuestra civilización. De donde se deriva su importancia ineludible. O cambiamos
de manera de habitar la Casa Común o podemos conocer situaciones ecológicas y
sociales dramáticas, dentro de no mucho tiempo. Aquí van fragmentos de un
discurso ecológico, parte de un Todo más grande y vasto.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
1. La irracionalidad de nuestro estilo de vivir
El modelo de
sociedad y el sentido de la vida que los seres humanos han proyectado para sí,
por lo menos en los últimos 400 años, están en crisis.
Este modelo
nos hacía creer que lo importante es acumular gran número de medios de vida, de
riqueza material, de bienes y servicios a fin de poder disfrutar de nuestro
corto paso por este planeta.
Para realizar
este propósito nos ayudan la ciencia que conoce los mecanismos de la naturaleza
y la técnica que hace intervenciones en ella para beneficio humano. Se ha
procurado hacer eso con la máxima velocidad posible.
En
definitiva, se busca el máximo beneficio con el mínimo de inversión y en el
tiempo más breve posible.
El ser
humano, en esta práctica cultural, se entiende como un ser sobre las cosas,
disponiendo de ellas a su gusto, nunca como alguien que está con las cosas,
conviviendo con ellas como miembro de una comunidad mayor, planetaria y
cósmica.
El efecto
final y triste, solamente ahora visible de forma innegable, es el que se
expresa en esta frase atribuida a Gandhi: “la Tierra es suficiente para todos,
pero no para los consumistas”.
Nuestro
modelo civilizatorio es tan absurdo que, si los beneficios acumulados por los
países ricos se generalizaran a los demás países, necesitaríamos otras cuatro
Tierras iguales a la que tenemos.
Ello muestra
la irracionalidad que este modo de vivir implica. Por eso el Papa Francisco en
su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común” pide una radical conversión
ecológica y un consumo sobrio y solidario.
2. La naturaleza es maestra
En momentos
de crisis civilizatoria como nuestra es imperioso consultar a la fuente
originaria de todo: la naturaleza, la gran maestra. ¿Qué nos enseña?
Ella nos
enseña que la ley básica de la naturaleza, del universo y de la vida no es la
competición, que divide y excluye, sino la cooperación, que suma e incluye.
Todas las
energías, todos los elementos, todos los seres vivos, desde las bacterias y los
virus hasta los seres más complejos, estamos todos inter-retro-relacionados y,
por eso, somos interdependientes. Uno coopera con el otro para vivir.
Una red de
conexiones nos envuelve por todos los lados, haciéndonos seres cooperativos y
solidarios. Queramos o no, esta es la ley de la naturaleza y del universo. Y
gracias a esta red de interdependencias hemos llegado hasta aquí.
Esa suma de
energías y de conexiones nos ayuda a salir de las crisis y a fundar un nuevo
ensayo civilizatorio. Pero nos preguntamos: ¿somos suficientemente sabios para
hacer frente a situaciones críticas y responder a los nuevos desafíos?
3. Todo está relacionado con todo
La realidad
que nos rodea y de la cual somos parte no debe ser pensada como una máquina
sino como un organismo vivo, no como constituida de partes estancas, sino como
sistemas abiertos, formando redes de relaciones.
En cada ser y
en el universo entero prevalecen dos tendencias básicas: una es la de autoafirmarse
individualmente y otra la de integrarse en un todo mayor. Si no se autoafirma
corre el riesgo de desaparecer. Si no se integra en un todo mayor, corta la
fuente de energía, se debilita y puede también desaparecer. Es importante
equilibrar estas dos tendencias. En caso contrario caemos en el individualismo
más feroz –la autoafirmación– o en el colectivismo más homogeneizador – la
integración en el todo. Por eso siempre tenemos que ir y venir de las partes al
todo, de los objetos a las redes, de las estructuras a los procesos, de las
posiciones a las relaciones.
La naturaleza
es, pues, siempre co-creativa, co-participativa, ligada y re-ligada a todo y a
todos y principalmente a la Fuente Originaria de donde se originan todos los
seres.
4. Desde el comienzo está presente el fin
El fin está
ya presente en el comienzo. Cuando los primeros elementos materiales después
del big bang empezaron a formarse y a vibrar juntos, ahí se anunciaba ya un
fin: el surgimiento del universo, uno y diverso, ordenado y caótico, la
aparición de la vida y el irrumpir de la conciencia.
Todo se movió
y se interconectó para dar inicio a la gestación de un cielo futuro, que empezó
ya aquí abajo, como una semillita, y fue creciendo y creciendo hasta acabar de
nacer en la consumación de los tiempos. Ese cielo, desde el comienzo, es el
propio universo y la humanidad llegados a su plenitud y consumación.
No hay cielo
sin Tierra, ni Tierra sin cielo.
Si es así, en
lugar de hablar de fin del mundo, deberíamos hablar de un futuro del mundo, de
la Tierra y de la Humanidad que entonces serán el cielo de todos y de todo.
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