El próximo
gobierno que se inaugura el 1 de julio tendrá sus manos llenas de problemas
económicos y un escenario político muy complicado. El ganador tratará de
mantener el mismo curso trazado por el actual (y los anteriores): una política
abierta a las inversiones extranjeras, sin
planificación ni regulación.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Panamá no
ha podido superar su profunda dependencia de la economía mundial. En agosto, se
cumplen 500 años que el Istmo es saqueado sistemáticamente por las potencias
imperiales. La fundación de la ciudad de Panamá (1519) marcó el momento en que
la Corona española selló la suerte del país. Desde entonces sus habitantes han
luchado por romper las cadenas que mantiene a su población en una situación de
dependencia.
A pesar de
que administra el Canal de Panamá desde 2000, la economía del país sigue siendo
vulnerable y los problemas sociales se agigantan con el paso del tiempo. El
presidente Juan Carlos Varela (2014-2019) prometió reformas y varios proyectos
que nunca despegaron. Varela, sin embargo, sorprendió a todos cuando anunció
que el gobierno establecería relaciones diplomáticas con la República Popular
de China. Las perspectivas comerciales y las proyecciones en el campo de las
inversiones alegró al sector empresarial.
La
integración de Panamá en el proyecto chino de la Ruta de Seda se veía con
optimismo. El Istmo sería el ‘hub’ de la conexión entre América Latina y China.
Los sueños se cortaron repentinamente después de la visita del secretario de
Estado norteamericano, Mike Pompeo, quien ordenó desacelerar las negociaciones
de Panamá con Pekín.
La entrega
del Canal de Panamá por parte de EEUU al gobierno en 2000 y la ampliación de
las esclusas (2006-2014), representó una fuerte inyección a la economía. La
tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) del país creció en más del
10 por ciento durante varios años. A pesar del ingreso de divisas al país que representa
la operación del Canal – 6 mil millones de dólares anuales – la economía
panameña inició un espiral descendente a partir de 2015. Los especialistas
pronostican para 2019 un crecimiento del PIB inferior al 5 por ciento (todavía
entre las tasas de crecimiento más altas si no el más alto de la región).
Durante los
últimos tres períodos presidenciales (2004-2019), la economía se multiplicó
diez veces gracias al Canal de Panamá.
Este crecimiento, sin embargo, dejó atrás el sector social. La educación,
los servicios de salud y el empleo fueron desatendidos y colapsaron. Los
enormes ingresos del país han sido mal administrados y la corrupción ha
orientado las políticas en la dirección equivocada.
La economía
de servicios que predomina en Panamá (desde los tiempos coloniales) privilegia
las inversiones en los sectores especulativos y de servicios que no son
productivos. En cambio, los sectores industriales y agropecuarios (a pesar del
crecimiento de la economía del país) se han estancado, incluso retrocedido.
Estos sectores productivos (que generan valor agregado) son los que impulsan la
educación y los servicios de salud, también la seguridad, el empleo y las
inversiones en áreas de innovación. En
pocas palabras, contribuyen al desarrollo del país.
La
estructura política que privilegia el sector servicios, desde la construcción
del Canal a principios del siglo pasado, se prestó para que la ciudad de Panamá
se convirtiera en un centro financiero para que las grandes corporaciones
británicas y norteamericanas guardaran sus ganancias legales e ilegales. A
pesar de que estos ingresos eran pequeños, las fortunas que buscaban ‘refugio’
en los paraísos fiscales eran monumentales. Varias firmas de abogados panameñas
se especializaron en encontrarle destinos seguros a las riquezas bien o mal
habidas. La política de los países de donde originaban esas fortunas cambió en
el siglo XXI y comenzaron a exigir que sus corporaciones no las ‘escondieran’
en países extranjeros. Para legitimar su cambio de política, crearon el
escándalo de los ‘Panama Papers’. Todos los males le cayeron al país Panamá (no
a los que prestan servicios a los especuladores ni a los intereses bancarios).
Mientras tanto, los países de la OCDE salieron libres de paja y polvo.
El próximo
gobierno que se inaugura el 1 de julio tendrá sus manos llenas de problemas
económicos y un escenario político muy complicado. El ganador tratará de
mantener el mismo curso trazado por el actual (y los anteriores): una política
abierta a las inversiones extranjeras, sin
planificación ni regulación. Le prestará mucha atención a los proyectos
chinos, siguiendo de cerca las instrucciones de EEUU. Además, continuará con
las políticas de desregulación en las relaciones obrero-patronales, en el
sistema de precios de los bienes de consumo, así como en los sectores agrícola
e industrial. Sobre todo, usara los medios que tiene disponible para reprimir
cualquier demanda popular que implique reducir el costo de la vida (precio de
la comida y de las medicinas) y la creación de empleos.
No hay
perspectivas de cambio en Panamá.
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