Hoy la vieja
mentalidad empresarial ha revivido de la mano del gobierno de Lenín Moreno que
lo ha permitido, al haber dado un giro total a la economía y al enfoque social,
al punto de pasar por alto a la misma Constitución de 2008.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / Historia y presente blog
El riesgo de liquidar derechos laborales es
inminente en Ecuador. En el Consejo Nacional del Trabajo (CNT), empresarios y
“sindicalistas” han acordado las primeras tres medidas de flexibilización
laboral. El escándalo se volvió nacional, de modo que hasta el Frente Unitario
de Trabajadores (FUT), que ha permanecido coqueteando con el gobierno de Lenín
Moreno y es otra de las fuerzas que ha apuntalado la “descorreización” de la
sociedad, ha tenido ahora que salir para anunciar una huelga nacional y
rechazar la reforma laboral en marcha, impulsada por la elite empresarial más
retardataria del país. Otras organizaciones de trabajadores como los eléctricos
igualmente han convergido en el mismo rechazo. Y es amplia la reacción entre
los colectivos ciudadanos. Pero la división en el movimiento de los
trabajadores persiste y es una debilidad para la acción colectiva.
Es necesario tomar en cuenta que los ataques
empresariales a la legislación laboral vienen desde el momento mismo en que se
expidió el Código del Trabajo en 1938, tildado por entonces de “comunista”. Sin
embargo, desde aquellos tiempos no han sido perdurables los intentos de reforma
para afectar derechos laborales, aunque en la década de 1960 el anticomunismo
se puso de moda y el sindicalismo fue perseguido. Hubo varios decretos anti
obreros durante las dictaduras militares entre 1972-1979. Pero con el inicio de
la democracia y la vigencia de la progresista Constitución de 1979, se creó un
ambiente favorable para los trabajadores, cuyas centrales nacionales crearon el
FUT y desplegaron importantes huelgas nacionales.
Una época distinta sobrevino tras el derrumbe
del socialismo soviético, el auge de la globalización y la expansión del
neoliberalismo. Entre 1983 y 2003, Ecuador suscribió 16 cartas de intención con
el Fondo Monetario Internacional (FMI) que forzaban a flexibilidades laborables
compatibles con la ideología neoliberal. La pérdida de derechos para los
trabajadores galopaba. La “Ley Trole 1”, expedida por Gustavo Noboa en 2000,
introdujo el trabajo por horas, la unificación salarial y prohibió toda
indexación (subir salarios de acuerdo con la inflación). También la “Ley para
la Promoción de la Inversión y Participación Ciudadana”, expedida por Noboa,
alteró el concepto de remuneración, fijó topes al reparto de utilidades, limitó
indemnizaciones, afectó contratos colectivos, reguló huelgas, facilitó
despidos, introdujo el concepto de “trabajador plurifuncional o polivalente”.
Se consagraban así las demandas de los empresarios. Felizmente para el país y
sus trabajadores, el Tribunal Constitucional declaró la inconstitucionalidad de
semejante ley.
Pero con el gobierno de Lucio Gutiérrez los
empresarios fueron beneficiados con el incremento del 40% al 75% en el número
de trabajadores que podía ser contratado por horas (se pagaba a U$ 0.97 cada
hora) y también con la introducción de la tercerización laboral, que igualmente
podía llegar hasta el 75% de los trabajadores.
Una investigación realizada por el Taller de
Historia Económica en la PUCE, sobre los pronunciamientos empresariales entre
1979 y 2006, da cuenta de las demandas por la flexibilidad laboral, además de
las posiciones asumidas frente a los distintos gobiernos que se sucedieron en
esas décadas.
El Mandato No. 8 de la Asamblea Constituyente
del 2007 y la Constitución de 2008 acabaron con el camino neoliberal del país,
con el primer modelo empresarial que se había consagrado en dos décadas, y
específicamente con el trabajo por horas, el tercerizado y cualquier fórmula de
precarización y flexibilidad laboral. Los empresarios de mentalidad oligárquica
nunca perdonaron esta situación y sus líderes incluso anunciaban situaciones
económicas y sociales desastrosas para el país, algo que nunca ocurrió; y a
pesar de ello, los empresarios hicieron buenos negocios entre 2007 y 2017, como
lo prueban todas las estadísticas económicas.
Hoy la vieja mentalidad empresarial ha revivido
de la mano del gobierno de Lenín Moreno que lo ha permitido, al haber dado un
giro total a la economía y al enfoque social, al punto de pasar por alto a la
misma Constitución de 2008. Vivimos la época del segundo modelo económico
empresarial, pero con las mismas viejas demandas: flexibilizar la jornada, no
repartir utilidades, acabar con las indemnizaciones por despido así como con la
jubilación patronal, revisar la forma de contratación, etc. e incluso
privatizar la seguridad social. No importa si se viola la Constitución. Para
soporte de estas demandas ahora contamos, además, con el reciente acuerdo con
el FMI, que impone la reforma laboral soñada, para que el capital fluya, se
vuelva competitivo y provoque el “adelanto” del país.
Las experiencias con el FMI en América Latina
han sido nefastas, incluido el Ecuador. Puede acudirse a los estudios anuales
de la CEPAL. De modo que bajo la carta suscrita, lo único que ocurrirá es el
deterioro sistemático de las condiciones de vida y de trabajo en la sociedad
ecuatoriana. Es increíble que el propio FMI lo ha previsto
(https://bit.ly/2Wfs97H): dice, entre otros datos, que en 2019 la economía
ecuatoriana decrecerá en 0.5% y para 2020 solo crecerá al 0.2%; en tanto la
tasa de crecimiento en 2021 será del 2.7%, pero en 2022 del 2.3%; y, además, el
desempleo crecerá del 3.75% en 2018 al 4.3% en 2019 y al 4.7% en 2020. (Ver: El
Comercio, https://bit.ly/2Yf59ru).
Así pues, en el acuerdo suscrito al interior
del CNT se ha contemplado que “la jornada semanal de 40 horas podrá cumplirse
en hasta 6 días a la semana, sin superar las 12 horas diarias. Se pagará el
debido recargo de ley, por cada hora adicional de trabajo cumplidas las 40
horas semanales”. Pero esto solo será posible si se cumplen tres condiciones:
1. acuerdo escrito entre las partes; 2. cuando el giro del negocio lo amerite;
3. registro en el sistema informático del ente rector del trabajo.
Es decir, la situación es peor de lo que hasta
el momento se ha analizado en distintos foros, por varias razones:
1) Se viola la jornada máxima de 8 horas
diarias, pues las 4 adicionales no serán pagadas como horas extras o
suplementarias; se viola el descanso obligatorio de sábados y domingos; se
viola la diferenciación entre trabajo diurno y nocturno.
2) Ni aún por escrito, ni con la voluntad del
trabajador, se puede suscribir un “acuerdo” que implique violar derechos. Por
algo la legislación laboral pertenece al Derecho Social. Así lo quiera, ningún
trabajador puede firmar algún documento en el que renuncie “voluntaria y
libremente” al salario mínimo, la jornada máxima, la afiliación a la seguridad
social, etc. Nadie puede decir “sí quiero ser esclavo”, así firme y notarice el
documento que suscribe con esta cláusula. Por eso, las sucesivas Constituciones
del siglo XX (1929, 1938, 1945, 1946, 1967, 1979, 1998) y la actual de 2008
establecen que los derechos laborales son “irrenunciables”.
3) Dependerá exclusivamente del “giro” de la
empresa. ¿Quién lo decide? ¿Quién lo acepta?
4) Se desprecia el proceso histórico: del
capitalismo salvaje con jornadas extenuantes (12, 14, 16, 18 horas y hasta más)
y salarios miserables, se pasó al siglo XIX con jornadas de 12 y 10 horas
diarias. En 1886 se planteó la jornada de 8 horas. A inicios del siglo XX los
países europeos fueron adoptando la jornada de 8 horas. En Ecuador se la adoptó
en 1916. También la jornada semanal pasó, en el mundo, de 48 horas a 44. En
Ecuador a 40 horas en 1979. Y la tendencia camina a la reducción de la jornada
semanal a 35 horas, como ya ocurre en varios países europeos. Hoy, la jornada
máxima de 8 horas diarias es un derecjho universal, reconocido por NNUU y la
OIT.
5) En muchos sectores se cree que la “jornada
especial” acordada en el CNT sólo afectará a los obreros. No es así. Si se
aprueba, afectará a todos los trabajadores en el sector privado, pues cualquier
empresario podrá adoptarla, en función del “giro” de su negocio.
6) Se argumenta que la reforma servirá para dar
trabajo a la enorme masa de desocupados y subocupados (70% de la PEA). Si es
así, se lo hará precarizando el trabajo de los actuales trabajadores
“formales”; pero también quedarán precarizados los nuevos trabajadores
contratados, porque para ellos regirá el mismo sistema sin pago por horas
extras o suplementarias y con jornada de 8 horas violentada. En definitiva, se
pretende dar trabajo nuevo, pero arrasando con derechos laborales actuales.
7) Se anuncia que se tratarán reformas a los
artículos 47; 47.2; 50; 51 y 52 del Código del Trabajo. Estos se refieren a:
jornada máxima (quieren que oficialmente sea de 12 horas); descanso obligatorio
de 48 horas consecutivas (¿quieren abolirlo?); descanso obligatorio de sábados
y domingos (¿también quieren abolirlo?)
No examino, por el momento, los otros dos
acuerdos logrados en el CNT. Pero es evidente que, aunque las condiciones
políticas y gubernamentales son adversas para los trabajadores, no es posible
aceptar una reforma a las leyes laborales orientada exclusivamente a afectar
“costos” del trabajo para tener más rentabilidad. ¿Qué tipo de empresarios
tiene el Ecuador?
No hay comentarios:
Publicar un comentario