Ahora sí comienza la
verdadera competencia electoral. A un mes de la primera vuelta electoral, la
Corte de Constitucionalidad se constituyó en el principal árbitro político para
determinar quiénes no podrán competir por la presidencia.
Desde
Ciudad de Guatemala
Con criterios y fundamentos
estrictamente jurídicos o no, finalmente ha sido esa instancia la que ha
frustrado la participación de dos candidaturas de derecha punteras en la competencia electoral: Thelma Aldana (Semilla) y Zury
Ríos (Valor). Está pendiente un proceso contra Sandra Torres (UNE), que
probablemente no impida la inclusión de ella en la papeleta electoral.
La candidatura de
Aldana, autodefinida como de derecha moderada, era la opción de una amalgama de
fuerzas cuyas características principales pueden situarse en la anticorrupción
y el reformismo institucional. Esta opción no riñe con el modelo de acumulación
de capital y la esencia del régimen político. No obstante, al optar por la
línea anticorrupción, fue vista por las fuerzas que integran el llamado Pacto
de Corruptos como la candidatura a defenestrar. Era la opción más agradable a
la embajada estadounidense, que en estas circunstancias podría volcar su apoyo
a otra candidatura o renegociar los términos de su relación con alguna de las
fuerzas del actual bloque de poder o con la misma Sandra Torres.
La candidatura de
Torres es otra de las opciones de derecha. Devenida de un partido
autodenominado socialdemócrata, durante el gobierno 2008-2012 impulsó programas
paliativos contra la pobreza, pero representó la continuidad del modelo de
acumulación de capital imperante. Su disputa frente a partidos tradicionales
devino posteriormente en alianzas para garantizar impunidad a sus principales
dirigentes, incluida su candidata presidencial, por acusaciones de ilícitos en
la contienda de 2015. Asimismo, ha incorporado a financistas de dudosos
intereses y ha cedido candidaturas a funcionarios y políticos responsables del
desastre en que se encuentra el país.
La propuesta de Zury
Ríos y su partido forman parte de las fuerzas que integran el llamado Pacto de
Corruptos. Este bloque de poder se configuró con grupos económicos, militares y
políticos que coincidieron en intereses de acumulación, enriquecimiento e
impunidad. No obstante, en el ámbito se despliega en varias fuerzas partidarias
y candidaturas que expresan a grupos de interés específico, cuyo objetivo es
lograr la mayor cuota de poder en el Congreso y posicionarse como la principal
opción electoral para constituirse en el punto de articulación de cara a la
segunda vuelta electoral.
Lo previsible es que
este conjunto de grupos y partidos del Pacto de Corruptos se articule, como lo
hizo en 2015, en torno a la candidatura presidencial que logre posicionarse con
las mayores posibilidades de ganar la presidencia. Esta articulación se irá
gestando a partir de los resultados de las encuestas por venir y,
principalmente, del resultado de la primera vuelta electoral. En este sentido,
según la última encuesta disponible y después de la veda a la candidatura de
Ríos, las principales opciones de este bloque estarían en los candidatos
Alejandro Giammattei (Vamos) y Roberto Arzú (PAN y Podemos, candidatura
indecisa aún en el TSE). No obstante, su avance en las encuestas dependerá de
las alianzas que haga el partido de la defenestrada Ríos, de hacia dónde opte
el electorado, que hasta hace unos días la favorecía, o de la orientación de
los votantes adeptos a candidaturas invalidadas como la de Mario Estrada (UCN)
y Mauricio Radford (Fuerza).
Sin Aldana en la
contienda, muy probablemente el bloque que integra el llamado Pacto de
Corruptos tendrá las mayores posibilidades de mantener el control del Gobierno
y del Congreso, en especial porque la candidatura de Torres cuenta con un
antivoto bastante alto y porque la votación para el Congreso suele dispersarse.
No es de descartar que en el último mes surja una opción competitiva emergente
también de derecha, pero más cercana a la línea de Aldana, quizá en la figura
de Manfredo Marroquín (EG) o en la de Edmond Mulet (Humanista).
Mientras esto sucede
con las derechas, las izquierdas, también fragmentadas, muy probablemente
obtengan resultados modestos que en algunos casos provoquen la desaparición de
más de uno de los cuatro partidos de esta tendencia.
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