Pateado el tablero, las piezas tratan de reacomodarse al nuevo escenario.
Escenario que obliga a ciertas definiciones, mucho más en los que elogiaban la
ancha avenida del centro que intenta disminuir la grieta. Esos que acumulan un
escaso dígito de adhesión en las encuestas deberán entonces blanquearse hacia
un lado u otro.
Roberto Utrero Guerra / Especial para
Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Desde las primeras horas del sábado 18 de mayo, en que Cristina Fernández
de Kirchner anuncia por Twiter la fórmula Alberto Fernández – Cristina
Fernández para presidente y vice, los medios del país no han dejado de hablar
del tema, ya sea a favor o en contra. A favor todos los argentinos del campo
nacional y popular que esperaban la decisión que alineara a los seguidores
peronistas convencidos o dispersos. Los viejos justicialistas, cultores del
verticalismo del septuagenario partido, saben cómo votar en las próximas
elecciones.
El oficialismo desde los voceros: Durán Barba y Marcos Peña han restado
importancia o dicho, como el primero, que la fórmula resta más que suma. Es
lógico, su estrategia se centra en fortalecer un novel espacio político que
fagocitó o utilizó a un partido nacional como la centenaria Unión Cívica
Radical. UCR que convulsionada y revuelta al extremo de que su presidente, el
gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, exponía su duda ante el liderazgo
presidencial y ahora, sorprendido por la novedad, salió al cruce diciendo que
era una trampa de Cristina o, más adelante elucubrara que iba a ser como la
fórmula Cámpora al gobierno, Perón al poder de 1973. Hecho histórico que puede
ser distorsionado para salir del paso y embarrar la cancha. Es entendible. La
sorpresa les ha pateado el tablero, cuando esperaban ver a CFK concurriendo
este martes a los tribunales en carácter de acusada y humillada.
Es menester entonces aclarar algunos puntos. Ni Alberto Fernández es
Cámpora ni Cristina es Perón. Aclaración hecha simultáneamente por el propio
Alberto Fernández para disipar suspicacias. Juan Domingo Perón estaba exiliado
en España en aquel momento y no podía ser candidato, situación expresamente
elaborada por el dictador, General Alejandro Agustín Lanusse. Por eso se usó la
alternativa la fórmula Cámpora – Solano Lima, que luego una vez regresado Perón
a la Argentina, se hicieron nuevas elecciones en donde el peronismo iba con la
fórmula Perón – Perón, donde el fundador del justicialismo iba con su última
esposa, Isabel Martínez de Perón. Es más, desde las usinas oficialistas,
enfatizan sobre la apertura de las cárceles para sacar a los presos políticos,
como fue el primer acto camporista. Hecho cuestionado por el
propio Perón y que da lugar a la expulsión de los imberbes en el acto del 1° de
mayo de 1974, dos meses antes de morir y que produce una fractura irreversible
con la izquierda que será perseguida y aniquilada luego por la triple A,
liderada por el “brujo” López Rega.
Sobrevuela ahora un gorilismo cincuentoso revitalizado y fortalecido que
cultiva la exégesis de los momentos oscuros del país; conducta reiterada en la
derecha odiadora. En ese espacio crítico, escrachan a Alberto Fernández por su
oposición a Cristina durante varios años o, por su trayectoria por varios
espacios políticos comenzando por acompañar a Domingo Cavallo en el 2000. Por
eso se aferran en que no aporta ningún voto al 30% que arrastra Cristina. Dejan
claro que niegan su capacidad de negociación, de estar mediando todo el tiempo
y, sobre todo, de ser el constructor paciente de un entramado que, finalmente,
después del sábado, puede mostrar su resultado. Capacidad negociadora que
fracasada en el conflicto del campo en 2008, le indicó renunciar y replegarse
para tiempos más propicios. De allí que molesta su apertura al diálogo no
confrontativo en épocas de profundización de la grieta, que recuerdan el clima
de los circos romanos con multitudes enardecidas sedientas de sangre.
Superar la provocación ante la devastación institucional frente a sus
propios causantes, es desde ya, oponer grandeza ante la barbarie. Mucho más
respetar pacientemente el cumplimiento del mandato presidencial hasta el último
día, como para recordarle al señor presidente que el hambre de un niño no se
satisface con metros de asfalto de una calle. Que llegar a la primera
envestidura requiere no sólo capacidad de mando y sólida formación intelectual,
sino sensibilidad y grandeza. Grandeza puesta en duda desde el celebrado
bailongo de asunción en el balcón de la “Pink house”, como apoda el chetaje adueñado
de la Casa de Gobierno.
Tampoco se debe descartar el cimbronazo del peronismo racional o
dialoguista encolumnado tras Pichetto, o en Alternativa Federal con Sergio
Massa, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, quienes analizan el impacto este
miércoles en la Ciudad de Buenos Aires, lo mismo que el diletante Roberto
Lavagna. Opinar que la fórmula no plantea un nuevo escenario es ingenuo, sobre
todo en un grupo dirigente nutrido de ambiciones.
Partiendo de los porcentajes de adherentes que se vienen advirtiendo, un
tercio para el oficialismo, otro para CFK y el restante distribuido entre el
variopinto espectro partidario restante, es lícito preguntarse ¿cómo van a
inclinarse a partir de esta definición tan clara? Dado que pueden decidir entre
un extremo y otro.
Argentina es imprevisible, una dinámica interna inexplicable o explicable
desde su compleja composición social hace que las situaciones muden día a día.
Miopía sería no reconocer en los recientes sucesos raíces lejanas que
reverdecen retoños cada tanto, venida con las migraciones deseadas y no
esperadas. No vinieron anglosajones adaptables ni germanos dóciles, tampoco
esperaban tantos agricultores italianos y españoles, mucho menos que trajeran
sus ideas anarquistas, socialistas, sindicalistas devenidas luego comunistas u
otras variantes locales que había que combatir furiosamente. Ese origen tuvo la
lucha por imponer la cuestión social – instalar en agenda se diría en la
actualidad – e instalarla en los derechos que la iban reconociendo. Siempre
resistido desde las patronales que eran también los que gobernaban, hacían las
leyes, impartían justicia y manejaban la prensa. Porque desde siempre, captar
la atención e introducirse en la mente de los individuos para generar
decisiones políticas, económicas y sociales, fue su principal cometido. Quien
ha tenido el látigo en la mano siempre supo que su aliado es el temor, el
miedo, el pánico paralizante si se quiere; por eso administrar el sufrimiento y
elevar la línea de resistencia es su renovada tarea. Hecho que las redes de
comunicación y los medios han cumplido con eficacia y esmero. Mucho más en
nuevas generaciones que se abstraen y reducen sus relaciones al espacio
virtual. Eso puede explicar la escasa reacción a los efectos devastadores de
las políticas neoliberales que han llevado a extremos horrorosos.
Sólo los sectores afectados han salido a manifestarse: los trabajadores
ante la ausencia de paritarias y bajos salarios, situación compartida por
jubilados y pensionados. Idéntica reacción ha generado eliminar al Ministerio
del rubro y reducirlo al nivel de Secretaría. Ese inédito descenso a lo que
existía hace más de siete décadas es correlato del discurso presidencial de
que, la culpa de la actual situación viene desde el surgimiento del peronismo,
justamente a partir de 1945.
Los científicos e investigadores que representan el desarrollo de la
ciencia y la investigación del país, nos sólo han visto recortado presupuestos
y eliminación de becas y áreas del conocimiento, sino que también, dentro de la
percepción gobernante, también eliminó al Ministerio del ramo dejándola en
Secretaría.
El nivel del organismo de contralor sectorial indica la importancia
asignada por el Poder Ejecutivo. Así podríamos seguir con los discapacitados a
los que se le quitaron subsidios, enfermos terminales o medicamentos a los
afiliados del PAMI que agrupa a la mayoría de los jubilados. Esto mismo ha
sucedido con los diversos niveles y organismos de Educación, la que es
percibida como un gasto y no una inversión propia del Estado. Estado mínimo
para un mercado con mayores posibilidades. Es más, el Estado debe estar al
servicio de las grandes corporaciones privadas, las que en su bonanza, algún
día lejano puedan derramar. Aunque por el momento derramen residuos contaminantes
del ambiente, aire, ríos y suelos, para no escaparle ni un milímetro.
De allí su interés en el petróleo de Vaca Muerta o de la plataforma
submarina adyacente a las islas Malvinas concedido a las multinacionales
reconocidas.
Desde luego que esto para el votante común es chino básico. No entiende ni
le preocupa discutir modelos, políticas. No le alcanza la plata y listo.
Tampoco tiene memoria porque es un subhumano que intenta sobrevivir en la
jungla urbana, la más despiadada. Lo
engañaron con eslóganes simples y repetitivos, fáciles de asimilar y
reproducir: “se robaron todo”, “la chorra”, “la yegua”, “las bolsas de dólares
de Lázaro Báez”, “los mapuches terroristas”, “los negros choriplaneros”, “los
vagos subsidiados”, “hay que matarlos a todos porque son chorros” o, como
livianamente se desentendió el ministro Awad: la culpa del hundimiento del ARA
San Juan la tuvieron los propios submarinistas. Aberrante, pero coherente a lo
que representa.
Pateado el tablero, las piezas tratan de reacomodarse al nuevo escenario.
Escenario que obliga a ciertas definiciones, mucho más en los que elogiaban la
ancha avenida del centro que intenta disminuir la grieta. Esos que acumulan un
escaso dígito de adhesión en las encuestas deberán entonces blanquearse hacia
un lado u otro. Hay poco margen para el coqueteo, aunque especulen con el
tiempo restante. Especulaciones y más
especulaciones, mientras la mayoría de la población zozobra y sobrevive como
puede.
La propaganda de campaña derechosa escamoteará estos temas, se detendrá en
la alarmante situación económica, en no volver al pasado y que, en el próximo
período de resultar vencedores, comenzarán a verse los resultados del cambio
elegido. Mentira demasiado grande y evidente a ser digerida por el micro
pensamiento binario de los pobres que alimentan Durán Bárba-ro y Marcos que se
em-Peña en la reelección macrista.
El dúo Fernández Fernández mientras tanto se fortalece y observa lo
sucedido, trata de aglutinar la esperanza y planificar la reconstrucción del
desastre. En eso estamos…
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