El periodismo se ha convertido en cómplice de una operación de guerra que
intenta sumir al pueblo venezolano en el caos y desesperación. La guerra
psicológica ha creado el umbral necesario para la intervención armada con que
Trump y su pandilla amenaza a diario a Venezuela.
Manuel Cabieses Donoso / Rebelion
Digamos las cosas como son: es una vergüenza el rol miserable que los
medios de comunicación están jugando en la guerra psicológica que EE.UU. libra
contra Venezuela.
Esta situación enloda el honor del periodismo y de los propios periodistas
utilizados como instrumentos para derrocar por cualquier medio, incluyendo la
intervención armada, a un gobierno legítimo y democrático.
Los propietarios de los medios de información han puesto sus poderosas
máquinas modeladoras de opinión pública al servicio de una campaña ruin que
dirige la batuta norteamericana.
El periodismo se ha convertido en cómplice de una operación de guerra que
intenta sumir al pueblo venezolano en el caos y desesperación. La guerra
psicológica ha creado el umbral necesario para la intervención armada con que
Trump y su pandilla amenaza a diario a Venezuela.
Sin duda hay periodistas que participan en esta siniestra labor con plena
conciencia de lo que están haciendo. Ellos son escuderos ideológicos del
sistema que los empresarios de la información utilizan para que se encarguen de
la tarea sucia. En esta sentina del periodismo –oculta para el público- se
amasan las opiniones editoriales y los “reportajes” unilaterales que esquivan
la verdad y omiten aspectos esenciales de la realidad. El mensaje –multiplicado
por mil canales- que a diario recibe la opinión pública es un amasijo que viola
los fundamentos y la ética del periodismo. El pueblo es sometido al bombardeo
de la guerra psicológica que se guía por métodos muy diferentes a los del
periodismo.
Sin embargo, aún estamos a tiempo de rescatar la honra del periodismo.
Aunque -por ahora- sea imposible torcer la dictadura de los propietarios de los
medios, cuyos intereses están firmemente uncidos a los de las elites nacionales
y del imperio, los periodistas que amamos y respetamos nuestra profesión
debemos protestar contra esta situación que nos convierte en sumisos esclavos
de la mentira.
No se trata que los periodistas defiendan a la revolución bolivariana –que
en mi caso sí lo hago-, sino que defiendan los fueros del periodismo. Esto es,
el respeto de la verdad como norma inviolable de la profesión. El periodista
tiene el deber de investigar la verdad y el derecho de difundir sin
mutilaciones el fruto de su trabajo profesional.
El periodismo tiene una función social muy importante que no puede quedar
subordinada a los intereses de los empresarios y de los anunciantes de los
medios. El código ético del periodismo se guía por principios humanistas y no
por intereses mercantiles. Su deber por lo tanto es presentar toda la verdad
para que sirva de base a la formación de las grandes corrientes de opinión.
En tal sentido el coraje de Venezuela para enfrentarse al mastodonte
norteamericano bien merece el homenaje de la verdad. Y hacerlo tiene que ver
con el honor del periodismo.
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