Más allá de la victoria
jurídica y de la condena judicial a Ríos Montt, está la verdad histórica y el
juicio de la historia. La verdad histórica dice que en Guatemala hubo un genocidio
en tanto que se observó una matanza en gran escala que asesinó a 150 mil
guatemaltecos y desapareció de manera
forzada a otros 45-50 mil más.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
El 10 de mayo de 2013 pasará a la historia como el día en que la impunidad en Guatemala
sufrió un fuerte revés. Lo importante no fue la condena a Efraín Ríos Montt, sino
el que un tribunal guatemalteco haya aceptado que el genocidio es un delito que
hay que juzgar. Y que al condenar al general haya sentado jurisprudencia con
respecto a la existencia del genocidio en
el país. Más allá de la polémica que se generó en Guatemala con respecto a la existencia o
inexistencia de tal crimen imprescriptible, hoy sabemos que desde el punto de
vista jurídico el genocidio es la categoría pertinente para calificar a la gran
matanza observada en el país. El camino para ir asentando dicha categoría en el
caso guatemalteco será largo, pero un hecho indiscutible es que más del 80% de los asesinados y
desaparecidos en Guatemala fueron
personas pertenecientes a algunas de las etnias indígenas. Y esto hecho,
desde la perspectiva de la verdad jurídica
resulta crucial en tanto que la Convención para la Prevención y Sanción del
delito de Genocidio de la ONU no considera la existencia del politicidio.
Más allá de la victoria
jurídica y de la condena judicial a Ríos Montt, está la verdad histórica y el
juicio de la historia. La verdad histórica dice que en Guatemala hubo un genocidio
en tanto que se observó una matanza en gran escala que asesinó a 150 mil
guatemaltecos y desapareció de manera
forzada a otros 45-50 mil más. Más allá
del veredicto del viernes 10 de mayo, el juicio de la historia ha condenado a
Efraín Ríos Montt por haber encabezado el gobierno del Estado en el período en
que la matanza llegó a sus puntos climáticos.
Desde el punto de vista jurídico en materia de derechos humanos y
crímenes de lesa humanidad, la teoría predominante es que el Estado es el único
responsable de dichos crímenes. Los grupos particulares desde la sociedad
civil, por ejemplo las insurgencias guerrilleras, también pueden ser imputables
pero no por violaciones a los derechos
humanos sino por una variante que es llamada “violaciones al derecho
humanitario”. Es desde esta perspectiva que la fiscalía enderezó el juicio contra Ríos Montt y el
énfasis se puso en su papel primordial
en la cadena de mando que ordenó los actos genocidas en la región ixil. Llama
la atención la absolución del general
José Mauricio Rodríguez la cual puede ser explicable por que la condena radica
en la responsabilidad en el mando estatal.
Ríos Montt fue
protagonista principal en un giro de la contrainsurgencia a partir de marzo de
1982. Aun cuando no fue el organizador del golpe de estado que lo llevó al
poder, su concepción jugó un rol decisivo o al menos coincidió con lo que el
alto mando del ejército estaba concibiendo: que la derrota de la insurgencia no
solamente podía ser llevada por la bestialidad del terror sino que había que
ensayar un reformismo contrainsurgente. El general sabía que la insurgencia se
nutría de la injusticia social. Siguiendo el precepto de Maquiavelo se intentó
darle al Estado una mitad humana que se complementara con la mitad bestial. Se
trataba de combinar a los frijoles con
los fusiles. Hacer del Estado un centauro como lo he argumentado en mi libro “El
Recurso del miedo. Estado y terror en Guatemala” (F&G, 2010).
Nunca olvidaré al Ríos
Montt de 1974 cuando junto a una alianza
de fuerzas progresistas, encabezó la
posibilidad de darle una salida a la crisis política guatemalteca instaurada
por la contrarrevolución de 1954. Desgraciadamente, el general no pasará a la
historia como el reformista de aquel
año, sino como el genocida contrainsurgente de 1982.
1 comentario:
valioso punto de vista de Carlos Figueroa Ibarra, he compartido en varias ocasiones con él y tiene buenos argumentos para sus posturas, él ha seguido de cerca la historia inmediata de Guatemala y siempre se puede aprender mucho de él
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