El desencuentro silencioso entre los bloques del Atlántico y del
Pacífico, atemperado solamente por la coyuntura internacional de la crisis
capitalista, que obliga a América Latina a acuerparse como región, tiene a Washington como su principal
instigador, dispuesto a aprovechar cualquier espacio para sembrar división y para rivalizar con
los empeños de integración regional nuestramericana.
Andrés Mora
Ramírez / AUNA-Costa Rica
Los presidentes Peña Nieto, Santos, Piñera y Humala, promotores de la Alianza del Pacífico. |
Las giras del presidente Barack Obama a México, Costa Rica
y del vicepresidente Joe Biden a Colombia, casi coincidentes con la IV Cumbre de la Alianza
del Pacífico en la ciudad de Cali, no solo representan el marco inaugural de su
segundo mandato y el foro mediático idóneo para publicitar el giro relativo en
las relaciones de EE.UU con América Latina (que para nosotros no es sino un
cambio de matiz en el discurso, pero no en los objetivos estratégicos de largo
plazo); en realidad, este peregrinaje diplomático se inscribe en lo que
parece ser una vigorosa apuesta de Washington por fracturar el proceso de
integración nuestramericana impulsado
desde hace más de una década por los gobiernos nacional-populares, y de modo
particular, por el eje Caracas, Brasilia, Buenos Aires, gracias a los
liderazgos de Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner.
La Cumbre de la Alianza del Pacífico en Cali, una cita a la que el semanario argentino Miradas al Sur
ha denominado –con razón- la cumbre del Tío
Obama, tiene el sello innegable de esta estratagema de Washington, toda
vez que por medio de este incipiente organismo avanza sus posiciones en nuestra
América y profundiza las políticas neoliberales de privatización y libre
comercio bajo la égida del capital extranjero y la presencia militar
norteamericana.
Basta con repasar los nombres de los presidentes y jefes
de gobierno que ya confirmaron su presencia, para tener una idea clara de los
intereses políticos y económicos que aglutina la Alianza del Pacífico: Juan
Manuel Santos de Colombia; Sebastián Piñera de Chile, Enrique Peña Nieto de
México, Ollanta Humala de Perú, Laura
Chinchilla de Costa Rica, Ricardo Martinelli de Panamá; y como observadores,
Mariano Rajoy de España; Otto Pérez Molina de Guatemala, el primer ministro de
Canadá, Stephen Harper y delegados de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Uruguay.
Más claramente, lo que se va dibujando en estos
movimientos es la tensión entre los bloques del Atlántico y del Pacífico
latinoamericano, donde dominan proyectos cuyas identidades políticas se mueven
en direcciones diferentes: complementarias en el primer caso, como ocurre con
las iniciativas mucho más autónomas y críticas del hegemonismo norteamericano
que se articulan entre ALBA y MERCOSUR (por ejemplo, la inclusión de Venezuela
como miembro de este foro, y la próxima incorporación de Bolivia y Ecuador); y
antagónicas en el otro, como lo muestra la efusividad con la que los gobiernos
de México, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile se han plegado a la política
de tratados de libre comercio bilaterales con los Estados Unidos.
Estas diferencias también surgen de las diversas
concepciones sobre el lugar que debe ocupar América Latina en el mundo que
predominan en cada bloque, así como de la mayor o menor afinidad al
panamericanismo o al latinoamericanismo antiimperialista entre sus dirigencias
políticas y movimientos sociales.
El desencuentro silencioso entre el Atlántico y el
Pacífico, atemperado solamente por la coyuntura internacional de la crisis
capitalista, que obliga a América Latina a acuerparse como región, tiene a Washington como su principal
instigador, dispuesto a aprovechar cualquier espacio para sembrar división y para rivalizar con
los empeños de integración regional nuestramericana.
No hay que olvidar que precisamente la constitución formal
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Caracas, de
claro signo martiano-bolivariano, junto con
el fortalecimiento del MERCOSUR como zona geoeconómica, tuvo como respuesta de
la derecha criolla y del imperialismo la puesta en marcha de la Alianza del
Pacífico.
En un análisis sobre este tema, el
periodista uruguayo Raúl Zibechi decía que si bien “es evidente que el
Mercosur enfrenta problemas, pero se mueve para resolverlos y lo hace siguiendo
el ritmo y la dirección marcados por Brasil, que representa la mitad de la
población y del PIB sudamericanos”, la Alianza del Pacífico, en cambio, “empeño
de Washington para unir a los países con los que ya tiene un TLC, para contener
a Brasil y ponerlos a remolque de la Asociación Trans-Pacífico (ATP), enfrenta
tantas dificultades como la propia superpotencia”.
Para Ignacio
Kostzer, del diario electrónico Marcha,
la importancia de la Alianza del Pacífico para EE.UU radica en su potencial
económico, demográfico y político “para contrapesar el liderazgo brasilero (y
del MERCOSUR) y ensayar una estrategia de aislamiento/hostigamiento hacia el
ALBA que seguramente se pondrá en marcha más temprano que tarde”. Y agrega: “Detrás
de esta Alianza están los intereses estadounidenses y canadienses, de las
grandes trasnacionales y financieras globalizadas. A través de Perú podrán
impulsar presiones económicas a Brasil que necesita de esas rutas para salir al
pacífico y comerciar con China”.
Para quienes todavía se preguntan a qué viene Barack Obama
a América Latina, ahí tienen algunas respuestas.
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