Reivindico una mirada más amplia sobre la producción periodística como
un todo. El periodismo, por definición, es una actividad que, a despecho de
limitaciones y coerciones, tiene que ver con la libertad de expresión y la
diversidad, estando en contacto privilegiado con la condición humana, a partir
de sus vínculos con la realidad social.
Dénis de Moraes
/ ALAI
El escenario del
periodismo actual es complejo. De un lado, hay una profusión de contenidos
distribuidos por canales y plataformas digitales. De otro, verificamos una
dramática concentración de los medios de comunicación por pocos conglomerados
empresariales, en sintonía con la meta de ampliar el valor mercantil y los
patrones de acumulación y lucro del sector. En razón de esta concentración, lo
que es difundido generalmente evidencia valores y visiones de mundo que
reproducen las conveniencias de los grupos controladores.
La "diversidad"
pregonada por los voceros del neoliberalismo está, casi siempre, bajo fuerte
control de las fuentes de emisión, responsables de la mercantilización
generalizada de la producción simbólica. Por otro lado, el acceso a los
contenidos y conocimientos es profundamente desigual. Hay grave asimetría entre
la expansión de los sistemas tecnológicos y la capacidad de inclusión de la
base de la sociedad en los beneficios del progreso tecnocientífico. Los países
más ricos y las élites dominantes son los que más disfrutan de los accesos,
usos y ventajas del avance tecnológico.
Este cuadro tiene una
serie de impactos en la praxis periodística. Las estructuras empresariales que
rigen el periodismo de mercado son desfavorables a expresiones autónomas y
participativas por parte de los periodistas. Los grupos monopólicos asumen
y controlan los procesos de producción y difusión de las informaciones que
circulan socialmente. Se trata de una “estructura piramidal”, como señala
Milton Santos: “En el tope, se quedan los que pueden captar las informaciones,
orientarlas a un centro coletor, que las selecciona, organiza y redistribuye en
función del interés propio. Para los demás, no hay, prácticamente, camino de
ida y vuelta. Son sólo receptores, sobre todo los menos capaces de descifrar
las señales y los códigos con que los medios masivos trabajan.” (1)
Los mecanismos de control
crecieron enormemente en los grupos mediáticos, generando, como efecto colateral,
una sensible disminución de la posibilidad de interferencia autoral de los
periodistas en los productos y mensajes que elaboran. Resultan de ahí desvíos
en los procesos informativos, porque conveniencias corporativas y modelos
autoritarios de gestión determinan las relaciones internas en las redacciones.
Sin embargo, pienso que
es necesario analizar la actividad periodística de una manera amplia y
dialéctica, lo que significa comprender el periodismo más allá de los equívocos
y manipulaciones que a menudo ocurren en los medios corporativos. Se trata de
creer que existen periodismos, y no sólo el periodismo que se hace prisionero
de sí mismo cuando se contenta en ser únicamente vocero de las clases
dominantes y sus intereses mercantiles. Rodolfo Walsh situó, primorosamente,
este tipo de periodismo como una fábrica de “mentiras irrisorias, calumnias
pagadas y estupidez elevada a la virtud”. (2)
¿Las experiencias de la
mayoría de los medios contrahegemónicos tienen algo que ver con el periodismo
empresarial? Obviamente que no. Claro, eso no quiere decir que todo lo que se
hace en el periodismo de los grupos mediáticos sea una basura. Absolutizar las
impugnaciones es ceder al dogmatismo y desconocer las propias contradicciones
de cada medio informativo, así como ignorar eventuales miradas críticas dentro
de los dominios mediáticos (aunque bastante ocasionales y en espacios
reducidos). Sin subestimar la reverberación del ideario dominante en los
medios, debemos reconocer que factores mercadológicos, socioculturales y
políticos repercuten de alguna manera en la definición de contenidos y
programaciones. Los medios están inmersos en el mercado y de él dependen para
sus ambiciones monopólicas. Uno de los trazos habituales de los medios
tradicionales, como sistemas de producción de sentido, es su capacidad de
procesar ciertas demandas de la audiencia, al máximo posible dentro de los
márgenes de control fijados por los gestores corporativos.
Lo que diferencia a una
buena parte de los medios contra-hegemónicos es que ellos producen un otro tipo
de periodismo, basado en temáticas y ópticas afines con el universo de las
necesidades, reivindicaciones y expectativas sociales y comunitarias. Un
periodismo que evidencia múltiples interpretaciones sobre acontecimientos y
cuestiones sociopolíticas, económicas y culturales. Un periodismo que rechaza
el cinismo de las formulaciones sobre “objetividad” y “neutralidad” incluidas
en los manuales de los medios tradicionales, cuya finalidad, en verdad, es
disimular o borrar las marcas de las conveniencias de clase presentes en las
líneas interpretativas de los contenidos que divulgan.
En consecuencia, es
fundamental no reducir el periodismo como un todo al tipo de periodismo con el
cual estamos en desacuerdo, que es aquel periodismo de medios que neutralizan
expresiones de lo contradictorio y prácticamente inviabilizan el pluralismo.
La crítica a los medios
hegemónicos es decisiva e indispensable. Ellos dicen representar la voluntad
general, presentándose a la opinión pública como intérpretes del sentido común
y guardianes de la moralidad, cuando lo que hacen en verdad es ocultar sus
prioridades comerciales, intenciones políticas y ambiciones de poder. Estas
prioridades se ponen en conflicto con los intereses colectivos, que deberían
ser el punto a ser preservado por los actores participantes del campo
periodístico y de los procesos informativos en particular, principalmente por
empresas privadas que detentan concesiones públicas de canales de radio y
televisión.
Reivindico una mirada más
amplia sobre la producción periodística como un todo. El periodismo, por
definición, es una actividad que, a despecho de limitaciones y coerciones,
tiene que ver con la libertad de expresión y la diversidad, estando en contacto
privilegiado con la condición humana, a partir de sus vínculos con la realidad
social. La fascinación por el periodismo está, a mi juicio, asociada a su
relación con aspiraciones comunitarias y ciudadanas, y también con la
posibilidad que tienen los periodistas de traducir en textos, sonidos e
imágenes los acontecimientos sociales, económicos, políticos y deportivos, las
creaciones culturales, el entretenimiento, los hechos de la vida cotidiana etc.
Debemos mantener el
espíritu crítico en relación a las mentiras y manipulaciones cometidas por los
medios de masa, sin olvidarnos que existen otros periodismos. Y cuando me
refiero a otros periodismos no estoy refiriéndome sólo al periodismo
contra-hegemónico en sentido estricto; existen varios otros periodismos:
sindical, estudiantil, cultural, científico, ecologista... Sin contar redes y
publicaciones electrónicas, revistas alternativas, televisoras comunitarias,
universitarias y educativas, agencias de noticias independientes, colectivos de
producción informativa, el periodismo de los movimientos sociales, el
periodismo de las radios comunitarias/libres, el periodismo de las redes
sociales, de los blogs, de los tablets, de los móviles...
Hay una variedad que
necesita ser contemplada en el análisis, y nosotros no podemos confundir los
varios periodismos posibles con el periodismo problemático de los medios
corporativos. A pesar de los obstáculos, hay espacios y posibilidades para el
periodismo crítico, inclusive aprovechando herramientas y ecosistemas digitales
(sin caer en la ilusión de creer que Internet es la solución para todos los
males, inclusive porque es creciente la mercantilización de las redes sociales,
por ejemplo) y estimulando formas colaborativas, compartidas y descentralizadas
de producción informativa y cultural. El poder público tiene un rol estratégico
que cumplir en este contexto, a través de programas de fomento que ayuden a
crear condiciones adecuadas de sustentabilidad para los medios alternativos.
El otro periodismo
posible también exige una urgente reformulación de leyes y regulaciones de la
radiodifusión por concesiones públicas. La regulación se impone para cohibir el
clientelismo político y abrir oportunidades a canales comunitarios y a una
comunicación pública no-gubernamental, como también para ampliar los mecanismos
democráticos en la definición de líneas de programaciones de canales de radio y
televisión.
Finalmente, me parece
esencial intervenir en otros escenarios de la actividad periodística,
comenzando por la formación de los nuevos periodistas, intentando superar
insuficiencias y falsas percepciones. Actualmente, los valores del mercado y de
la competitividad dominan los procesos de aprendizaje en muchas universidades.
Eso contribuye para direccionar carreras hacia los medios hegemónicos, como si
fuera estos el único camino para los jóvenes periodistas. Entre los peores
efectos de esta concepción, podemos mencionar el desestímulo a la reflexión
crítica, el culto a los tecnicismos, el control ideológico en la selección de
periodistas para las grandes empresas. De ahí la necesidad de valorizar una
enseñanza del periodismo más pluralista, humanista, ética y crítica,
comprometida con la libertad de expresión y la ciudadanía.
De esta manera, creo que
es indispensable profundizar la discusión sobre las relaciones entre periodismo
y diversidad, en busca de iniciativas y prácticas de comunicación afines con el
sentido de diversidad propuesto por Eduardo Galeano: la variedad de mundos que
el mundo contiene.
Notas:
(1) Milton Santos. O
espaço do cidadão. São Paulo: Edusp, 2007, p. 155.
(2) Rodolfo Walsh. Ese
hombre e otros papeles personales. Buenos Aires: Ediciones de la Flor,
2007, p. 223.
- Dênis de Moraes es doctor en
Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro y profesor
e investigador de la Universidad Federal Fluminense, en Brasil. Autor, entre
otros libros, de Mídia, poder e contrapoder: da concentração monopólica à
democratização da informação (con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano,
Boitempo, 2013), La cruzada de los medios en América Latina (Paidós,
2011), Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la
era digital (Paidós, 2010), Sociedad mediatizada (Gedisa, 2007) y Por
otra comunicación (Icaria/Intermón, 2005).
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