Un diálogo con quien se
ha transformado en uno de los principales protagonistas de la política mundial
contemporánea. “En estos diez años recuperamos el orgullo personal, el orgullo propio,
la autoestima. Conquistamos cosas que antes parecían imposibles”, dice el
expresidente brasileño en su balance de una década de gobierno del Partido de
los Trabajadores.
Emir Sader y Pablo Gentili* / LA JORNADA
El expresidente de Brasil Lula da Silva. |
Luiz Inacio Lula da Silva
es un ser práctico, intuitivo, que busca la resolución concreta de los
problemas. Fue en buena medida gracias a esa capacidad, que se desarrolló en
Brasil un complejo proceso de articulación política que tornó posible la
prioridad de lo social y la promoción de políticas igualitarias, la soberanía
externa y la recuperación del papel activo del Estado en la construcción de los
derechos ciudadanos. Estas y otras cuestiones son abordadas en esta entrevista
realizada en San Pablo en el instituto que lleva su nombre y desde el cual el
ex presidente brasileño desarrolla diversos proyectos sociales, culturales y
académicos en América Latina y África.
¿Cuál es su balance de los 10 años de gobierno del Partido de los
Trabajadores?
–Creo que los pasados 10
años forman parte del mejor periodo que vivió Brasil en muchas décadas. Si
analizamos las carencias que todavía existen, podemos reconocer que aún queda
mucho por hacer para garantizarle a nuestro pueblo la conquista plena de
ciudadanía. Pero, si analizamos lo que hicimos, observaremos que otros países
no consiguieron, en 30 años, hacer lo que nosotros conseguimos en una década.
Quebramos tabúes y prejuicios establecidos. Algunas verdades se esfumaron.
Primero, probamos que era
plenamente posible crecer distribuyendo riqueza, que no era necesario esperar
el crecimiento para distribuir. Segundo, que era posible aumentar los salarios
sin inflación. Durante los pasados 10 años, los trabajadores tuvieron un
aumento real en sus ingresos, el salario mínimo creció casi 74 por ciento y la
inflación estuvo controlada. Tercero, durante esa década aumentamos nuestro
comercio exterior y aumentamos nuestro mercado interno sin que eso entrase en
conflicto. Decían antes que no era posible que crecieran al mismo tiempo el
mercado externo y el mercado interno.
Esos fueron algunos
tabúes que nosotros rompimos. Y, al mismo tiempo, hicimos una cosa que yo
considero en extremo importante: probamos que poco dinero en mano de muchos es
distribución de la riqueza y que mucho dinero en mano de pocos es la puerta
para todo tipo de injusticias.
–¿La ruptura de esos tabúes fue percibida por la sociedad?
–Creo que mucha gente de
clase media y rica terminó entendiéndolo. Quienes ironizaban el Programa Beca
Familia, el aumento del crédito para la agricultura familiar, el programa Luz
para Todos y otras políticas sociales que desarrollamos; aquellos que los
despreciaban diciendo que era limosna, que era mero asistencialismo,
percibieron que fueron esos millones de personas, cada una con un poquito de
dinero en la mano, las que comenzaron a dar estabilidad a la economía
brasileña, haciendo que creciese, generase empleo y más riqueza. Es una lógica
que todo el mundo debería conocer.
¿Qué país del mundo va a
crecer si su pueblo no tiene poder de compra? Desde el punto de vista
económico, creo que nosotros marcamos una nueva trayectoria en la vida
brasileña.
–¿Cuál es el gran legado de estos 10 años de gobierno?
–En estos diez años
recuperamos el orgullo personal, el orgullo propio, la autoestima. Conquistamos
cosas que antes parecían imposibles. Pasamos a ser más respetados en el mundo:
las personas miran hoy a Brasil y no ven sólo chicos de la calle, Pelé o el
carnaval. Las personas saben que este país tiene gobierno, que este país tiene
política, que este país pasó a ser tratado como referencia para muchas cosas
que fueron decisivas en el mundo.
Llegaremos al 2016 como
la quinta economía del mundo. Pero lo más importante es tener en claro que el
mayor objetivo de Brasil no es ser la quinta o la cuarta economía mundial. Es
importante mejorar día a día la calidad de vida del pueblo brasileño, sea desde
el punto de vista del salario, de la vivienda, del saneamiento básico, de la educación.
No somos más tratados
como ciudadanos de segunda clase. Recuperamos el placer, el gusto de ser
brasileños, el gusto de amar a nuestro país.
–¿Qué es lo que le produce más orgullo de todo lo que hizo en su
gobierno?
–Siento mucho orgullo –en
este caso es un orgullo muy personal, hasta un poco de vanidad– por pasar a la
historia como el único presidente sin diploma universitario, pero que creó más
universidades en este país. Creamos 14 universidades nacionales nuevas, 126
nuevos campus y 214 escuelas técnicas superiores. Esto entre 2003 y 2010.
Ayer recibí una carta de
un señor que agradece la formación de su hijo en biomedicina. Es un chofer de
ómnibus y también está estudiando derecho. Los dos gracias al Programa
Universidad para Todos (Prouni). Pienso que esas cosas pasaron porque, en su
sabiduría, el pueblo consiguió, después de tanto tiempo, de tantos prejuicios,
probar a uno de ellos para gobernar este país.
Creo que pudimos
concretar aquellas tres promesas de mi discurso de asunción: “primero voy a
hacer lo necesario, después voy a hacer lo posible y, cuando menos lo imagine,
estaré haciendo lo imposible”. La cosa sagrada es no tener miedo de conversar
con el pueblo. Cuando tienes 92 por ciento de aprobación en las encuestas de
opinión pública, quizás no necesitas conversar con el pueblo. Necesitas
conversar con el pueblo cuando las papas queman, cuando estás siendo acusado,
acorralado. Lo necesitas porque cuando conversas con el pueblo, y los haces
mirando las personas a los ojos, ellas saben distinguir qué es mentira y qué es
verdad. Y quién está de qué lado en toda esta historia.
–¿La reacción de la oposición y de ciertos sectores de la prensa a los
gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) no son desproporcionados frente
a los resultados presentados?
–En 1979, yo era
posiblemente la única unanimidad nacional del movimiento sindical, cuando
surgió la bandera de la lucha por la libertad de organización política.
Recuerdo que, por primera vez en una elección en São Bernardo do Campo(1), hablé de la necesidad de creación del Partido de
los Trabajadores. Cuando finalmente lo fundamos, dijeron que no sería posible
tener un partido con las características del PT, creado y dirigido por
trabajadores. Después dijeron que no pasaríamos de una cosa pequeñita, linda y
radical. Y nosotros no nacimos para ser bonitos, ni radicales. Nacimos para
tomar el poder.
–Pero también el PT nació para ser radical…
–El PT era muy rígido, y
fue esa rigidez lo que le permitió llegar donde llegó. Sólo que, cuando un
partido crece mucho, entra gente de todas las especies. O sea, cuando uno
define que va a crear un partido democrático, de masas, puede entrar un cordero
y puede entrar un jaguar, pero el partido llega al poder.
Nuestra llegada al poder
no fue vista por la oposición como una alternancia beneficiosa para la
democracia. Ellos no lo vieron así. Yo era un indeseable que llegué a una
fiesta a la que nadie me había invitado. Lo cierto es que entramos a la fiesta.
Y lo peor para ellos: gobernamos bien.
Así fue que intentaron
usar el episodio del mensalão para acabar con el PT y, obviamente,
terminar con mi gobierno. En esa época, había gente que decía: “El PT murió, el
PT acabó”. Pasaron seis años y quienes acabaron fueron muchos de los partidos
de oposición. El DEM(2) ni sé si existe más,
pero creo que no. El PSDB(3) está intentando
resucitar al joven Fernando Henrique Cardoso, porque no creó liderazgos,
no promovió nuevos cuadros. Esto debe aumentar el resentimiento que ellos
tienen contra nosotros.
Sin embargo, las elites
nunca ganaron tanto dinero como ganaron en mi gobierno. Ni las emisoras de
televisión, que estaban casi todas quebradas; los periódicos, que también
estaban casi todos quebrados cuando asumí el gobierno. Las empresas y los
bancos nunca ganaron tanto, pero los trabajadores también ganaron. El
trabajador sólo puede ganar si a la empresa le va bien. No conozco, en la
historia de la humanidad, un momento en que a una empresa le vaya mal y sus
trabajadores consigan conquistar alguna otra cosa que no sea el desempleo.
–¿Por qué esto no se traduce en un relato favorable de los gobiernos de
Lula y Dilma por parte de la prensa brasileña?
–Este país está andando
bien, pero es verdad que no se ve eso en la prensa brasilera. Es increíble. Una
vez Mario Soares vino a Brasil a hacerme una entrevista(4).
Cuando llegó aquí traía Le Monde, Der Spiegel, Financial Times
y muchas otras revistas y periódicos internacionales. Me dijo: “Lula, estoy
enloquecido. Vengo de un continente en que todos hablan bien de Brasil. Pero,
cuando llego aquí, leo la prensa brasileña y ella dice que nada anda bien en
este país”.
Una parte de la prensa
nacional parece querer sustituir a los partidos políticos. O sea, el debate que
debería hacerse en el parlamento, entre los partidos, y por la sociedad está
siendo monopolizado por la prensa. Está siendo realizado solamente por algunas
redacciones y, dentro de ellas, por algunos pocos columnistas que intentan
fingir que no son políticos, que son imparciales. Creo que eso es malo, muy
malo.
Intentar negar la
política es un desastre, y ese es un error que puede ser cometido tanto por la
derecha como por la izquierda. Intentar negar la política no sirvió en ningún
lugar del mundo. Lo que vino después fue peor. Feliz la nación que tiene como
interlocutores instituciones fuertes, sean ellas partidos, sindicatos, iglesias
o movimientos sociales. Cuanto más fuertes son las instituciones y los
movimientos sociales, más fuerte es la democracia y mejor estará garantizada. Y
es esto lo que los sectores conservadores no comprenden.
–Brasil cambió en estos diez años y cambió para mejor. ¿Y usted, en qué
cambió?
–Una de las cosas buenas
de la vejez es sacar provecho de lo que la vida te enseña. Creo que la vida me
enseñó mucho. Fundar un partido en las condiciones en las que lo hicimos fue
muy difícil. Ahora que es un partido grande, todo es más fácil, pero yo viajaba
de norte a sur de Brasil para hacer asambleas con tres o cuatro personas. Salía
de San Pablo para Acre, en el extremo Norte, para hacer una reunión con diez personas,
para convencer a Chico Mendes que entrara en el PT. Era muy difícil hacer
caravanas, viajar para el noreste, tomar un ómnibus, estar una semana
caminando, haciendo reuniones al mediodía, con un sol desgraciado, explicando
lo que era el PT para que las personas se quisieran afiliar.
Yo cambié. Cambié porque
aprendí mucho, pero continúo con los mismos ideales. Creo que sólo tiene
sentido gobernar si uno consigue hacer que las personas más pobres tengan más
oportunidades. Las personas necesitan solamente de oportunidades. Teniendo
oportunidad, todo el mundo puede ser igual. Las personas sólo necesitan una
chance. Creo que empezamos a hacer esto en mi gobierno. Pero el trabajo no está
terminado. Uno no cambia generaciones de equívocos en apenas unos años.
Necesita de tiempo para poder hacerlo. Creo que el camino que elegimos es el
correcto.
–¿Y el PT, cambió?
–Existen dos Partidos de
los Trabajadores. Uno es el PT del Congreso, de los parlamentarios, el PT de
los dirigentes. Otra cosa es el PT de la base. Yo diría que 90 por ciento de la
base del PT continúa igual a lo que era en 1980. Continúa queriendo un partido
que no haga alianzas políticas, pero al mismo tiempo sabe que, para ganar,
tiene que hacer acuerdos. Es una base muy exigente, muy solidaria y todavía
desconocida por parte de la elite brasileña que conoce el PT superficialmente.
El PT es muy fuerte en los movimientos sociales y en el interior del país. Esa
fortaleza no siempre se expresa en la cantidad de votos.
Pero también está el PT
electoralista. En Brasil, o hacemos una reforma política o la política va a
tornarse más pervertida de lo que ya fue en cualquier otro momento. Es
necesario que las personas entiendan que no solamente deberíamos tener
financiamiento público de la campaña, como también debería ser un delito el uso
de dinero privado. Que es necesario hacer el voto por lista, para que la pelea
se dé internamente en los partidos. Podríamos tener un modelo mixto (un voto
puede ser para la lista, el otro para el candidato). Lo que no se puede es
continuar como está actualmente. El PT necesita reaccionar e intentar poner la
reforma política en la agenda pública.
Algunas veces tengo la
impresión de que los partidos políticos son un negocio, cuando, en rigor,
deberían ser una institución extremadamente importante para la sociedad. La
sociedad tendría que creer en los partidos y participar en ellos.
–¿Entonces el PT, no necesariamente cambió para mejor?
–Creo que el PT cambió
porque aprendió la convivencia democrática de la diversidad; pero también creo
que, en muchos momentos cometió los mismos desvíos que criticaba en los otros
partidos políticos. Ese es el juego electoral que está colocado: si el político
no tiene dinero, no puede ser candidato, no tiene cómo ser elegido. Si no tiene
dinero para pagar la televisión, no hace campaña.
El PT tiene que aprender
que, cuanto más fuerte se vuelve, más serio y riguroso tiene que ser. El PT
necesita volver a creer en los valores que creíamos y que fueron banalizados
por la disputa electoral. Yo, sinceramente, creo que este es el tipo de legado
que tenemos que dejarle a nuestros hijos, a nuestros nietos. Probar que es
posible hacer política con seriedad. Uno puede hacer el juego político, puede
hacer alianzas, puede hacer coaliciones, pero no necesita establecer una
relación promiscua con nadie para hacer política. Creo que el PT necesita
volver urgentemente a tener esto como un horizonte propio, como un ejercicio
práctico de la democracia.
–¿Qué lamenta de esta última década?
–Si hay un ciudadano que
no puede reclamar por los pasados 10 años, soy yo.
NOTAS
1. Municipio del estado de San Pablo.
2. Demócratas, partido brasileño de derechas cuyo origen y algunos de sus
dirigentes se remontan a la dictadura militar iniciada en 1964.
3. Partido da Social Democracia Brasileira, al que pertenece Fernando
Henrique Cardoso.
4. Entrevista exclusiva concedida por el entonces presidente de Brasil,
Luiz Inacio Lula da Silva, al ex presidente de Portugal, Mario Soares, para la
radio y la tv de Portugal–RTP, 20/02/2008.
*Emir Sader es un sociólogo brasileño. Ex
secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
Su último libro es Lula e Dilma. Dez
ano de movernos pós-neoliberais no Brasil (Flacso / Boitempo). Pablo
Gentili es un sociólogo argentino. Secretario ejecutivo del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
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