La Alianza del Pacífico es un ALCA con
lo que se pudo rescatar de ese fracaso que sufrieron los Estados Unidos en Mar
del Plata. Conformada por Chile, Perú, Colombia y México, tiene haciendo cola
en la puerta de entrada a Panamá y Guatemala. Costa Rica, presurosa, y pidiendo
que se aceleran los procesos para su plena incorporación, fue aceptada en esta
Cumbre como miembro pleno.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
La foto de familia de la Alianza del Pacífico: la presidenta Chinchilla de Costa Rica y el presidente español Mariano Rajoy participaron del cónclave neoliberal. |
La Alianza del Pacífico, cuya VII Cumbre
culminó ayer viernes en Cali, Colombia, ha sido pensada desde dos perspectivas:
1) para hacer contrapeso a los esfuerzos integracionistas que se llevan
adelante en América Latina sin la presencia de Washington y 2) darle
continuidad a la idea norteamericana de una integración continental bajo la
hegemonía del modelo neoliberal, que fue
detenido en la Cumbre de Mar del Plata de noviembre del 2005.
A la Cumbre de Mar del Plata en
Argentina, América Latina llegó en condiciones adversas: salvo los casos de
Venezuela, donde la Revolución Bolivariana y el presidente Chávez habían
derrotado el golpe de Estado de 2002 y el paro patronal; de Brasil, donde Lula da
Silva sentaba las bases de una nueva hegemonía del Partido de los Trabajadores;
y de la Argentina de Néstor Kirchner, que poco a poco se levantaba de los
escombros de la crisis del 2001; el resto de gobiernos latinoamericanos (menos
Cuba, aislada por el consenso panamericano, pero firme en su resistencia
antimperialista) adherían sin mayores reticencias al neoliberalismo
privatizador y entreguista, y al proyecto de libre comercio impulsado por los
Estados Unidos como alternativa –única- de desarrollo para la región.
A pesar de esto, los llamados a la
unidad y la integración de signo latinoamericano se escuchaban desde mediados
de la década de los noventa. En 1993, ante el Foro de Sao Paulo reunido en La
Habana, Fidel Castro dijo que la integración: “es una cuestión vital, es una
cuestión de supervivencia, estamos viviendo en un mundo de grandes gigantes
económicos e industriales, de grandes comunidades económicas y políticas. ¿Qué
perspectivas de independencia, de seguridad y de paz, qué perspectivas de desarrollo
y de bienestar tendrían nuestros pueblos
divididos?”
Sin embargo, eran tiempos difíciles para
las izquierdas de la región, y aquellas palabras no encontraron eco entre la
clase política –seducida por el discurso de la globalización neoliberal- ni
entre partidos y movimientos progresistas que recién intentaban sobrevivir en
medio de la tormenta política e ideológica de aquellos años.
Ese desconcierto fue aprovechado por las
élites políticas y económicas de los Estados Unidos, que a través de las Cumbres
de las Américas, y bajo el alero de la Organización de Estados Americanos
(OEA), impulsaron su proyecto de creación del ALCA, una iniciativa con la que,
en palabras del Secretario de Estado norteamericano Colin Powell, “héroe” de la
primera guerra del Golfo Pérsico, se
garantizaría “a las empresas
norteamericanas el control de un territorio que va del Polo Ártico hasta la
Antártida”.
Pero la Cumbre de Mar del Plata marcó un
punto de inflexión en la historia reciente de la integración político-económica
del continente, al menos en los términos y condiciones que Estados Unidos
intentaba imponer desde su proyecto de hegemonía continental y global. Al mismo
tiempo, abrió un frente de confrontación de imaginarios sociales e ideológicos,
entre el ALCA -el modelo del libre comercio panamericano- y los nuevos
esquemas y mecanismos de integración (ALBA y UNASUR, fundamentalmente), que
está implícito en el desenlace de los acontecimientos político-electorales
posteriores a esta cita, en prácticamente toda la región.
La Alianza del Pacífico es un ALCA con
lo que se pudo rescatar de ese fracaso que sufrieron los Estados Unidos en Mar
del Plata. Conformada por Chile, Perú, Colombia y México, tiene haciendo cola
en la puerta de entrada a Panamá y Guatemala. Costa Rica, presurosa, y pidiendo
que se aceleran los procesos para su plena incorporación, fue aceptada en esta
Cumbre como miembro pleno.
La presidenta de este país, Laura
Chinchilla, envió un mensaje a sus conciudadanos, especialmente a los diputados
de oposición que en su país se opusieron al Tratado de Libre Comercio entre
Centroamérica y los Estados Unidos, desde la conferencia que dio a empresarios
en Cali: que “eliminen los discursos retóricos que se contraponen al libre
comercio”.
La Alianza del Pacífico pone, como
requisito imprescindible, que todos sus miembros hayan firmado tratados de
libre comercio entre sí, es decir, que adscriban al libre comercio bajo cánones
neoliberales. La señora Chinchilla y su gobierno no cejan en impulsar este
modelo, a pesar de los datos que muestra cómo la industria nacional se ha visto
fuertemente desfavorecida con él, especialmente después de la firma del Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos de América, según lo muestra en el
articulista Ronald Solís:
“1. El último informe del Estado de la
Nación 2010, reporta que en 1998 existían 2403 empresas exportadoras y en la
actualidad de ellas, solo sobreviven 732. Es decir, de cada 10 desaparecieron
7, básicamente Pymes. También menciona que aunque las exportaciones han crecido
considerablemente en este periodo de 12 años, se ha dado bajo un modelo de alta
concentración, como lo evidencian los siguientes datos: - El 82.2% de las
empresas que exportan menos de $1 Millón de dólares, representaron en las
ventas internacionales solo el 3.1% del valor exportado en el 2009. Por el
contrario, el 1.5% de las empresas exportadoras más grandes, representaron el
70% de estas ventas. Esto deja como evidencia que las políticas públicas han
sido ineficaces en siquiera mantener con vida a las medianas y pequeñas
empresas exportadoras.
2. En un estudio realizado por la OIT
(Organización Internacional del Trabajo) y el INEC (Instituto Nacional de
Estadística y Censos), Costa Rica en el año 2000 tenía 5.7 patronos como
porcentaje de los trabajadores asalariados, siendo el país de América latina
con el mayor porcentaje de patronos, pero 10 años después pasa a ser el segundo
más bajo con 3.2 patronos. Es decir, desaparecen los patronos a nivel general y
nos transformamos en un país de asalariados que ofrece cada día menos
oportunidades a los costarricenses para convertirse en empresarios o
productores por cuenta propia.
(…)
5. Esta situación en que las políticas
gubernamentales han colocado a la mayoría de nuestros empresarios productores
de bienes, de tener que operar en un mercado altamente cautivo en cuanto al
acceso al consumidor, por la existencia de grandes cadenas de supermercados
(transnacionales, n.n.) sumado a competir con países que nos ofrecen productos
con dumping social ( salarios más bajos que los nuestros ), dumping ambiental
(no cuido del ambiente) o subsidios directos a los productores, llevan a forzar
cada día más a nuestra economía a la informalidad y al incumplimiento de las
leyes laborales para poder sobrevivir. Esto aumentara el deterioro de nuestro
estado social de derecho y nuestro sistema de seguridad social como son las
pensiones, salud, educación, riesgos del trabajo, etc. Recordemos que estos
cargos representan en la planilla patronal, más del 50% de salario adicional.”
Y todavía la señora presidenta pide
silencio a los que se oponen a esta barbaridad.
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