No sólo disparan contra Maduro y la Revolución
Bolivariana: la meta es aniquilar los procesos de integración y poder someter
nuestras riquezas naturales a la expoliación de las trasnacionales y los
voraces capitales financieros, que está cumpliendo su tarea de pauperizar
también Europa.
Aram
Aharonian / Question Digital
Nicolás Maduro y Cristina Fernández confirmaron las buenas relaciones entre Venezuela y Argentina. |
A finales de junio, Venezuela asumirá por primera
vez la presidencia pro témpore del Mercosur (PPTVEN), en la Cumbre en
Montevideo, pero con una activa agenda presidencial. Ya Nicolás Maduro comenzó,
en gira por Uruguay, Argentina y Brasil, a consensuar con los Presidentes la
agenda política del bloque.
Esta presidencia se desarrollará en el marco del despliegue
de las fuerzas derechistas en el continente y de un ambiente político de alta
tensión, en el cual la derecha continental intentará romper la unidad política
de la región.
La ofensiva ya comenzó desde el primer día de la
presidencia de Nicolás Maduro, con una violenta ofensiva contra las
instituciones, tratando de desestabilizar el país, quizá en busca de una
intervención militar extranjera, a falta de un triunfo electoral inmediato. Con
gran cobertura mediático, dirigentes de la oposición venezolana han viajado a
Estados Unidos y a los países sudamericanos (Perú, Uruguay, Argentina, en
especial) en busca de apoyos para desestabilizar el gobierno de Maduro.
“Me da la impresión de que hay una terrible
inflación mediática”, dijo al respecto el presidente uruguayo José Mujica.
“Quiero es llamar la atención, los problemas de superficie, por duros que sean
y por buenas o malas soluciones que se les encuentren, no son los principales,
sino que los problemas de fondo son los que hacen la suerte de la gente”,
advirtió.
No es para nada descartable que en algunas
instancias del Mercosur se presenten procesos de antagonismo protagonizados por
organizaciones empresariales, sindicales e incluso parlamentarias, que cuentan,
además, con el amplificador de los medios cartelizados y comerciales de
comunicación de cada uno de los países, de Estados Unidos y de Europa.
Esta ofensiva obliga a concentrar un conjunto de
iniciativas que coadyuven a contrarrestar el proceso contrarrevolucionario cuyo
fin es, también, la destrucción del bloque.
Este no es el mismo Mercosur de sus comienzos. En
la última década, gracias a las políticas de inclusión social, más de 40
millones de personas se han incorporado en nuestros países al mercado de
consumo y sus necesidades –incluyendo al turismo- debieran ser abastecidas por
producción regional (y no china, estadounidense o europea).
Hoy, ante la crisis mundial, hubo necesidad de
recogerse hacia los intereses nacionales, sacrificando a veces integración
regional por economía nacional, lo cual ha llevado a que se cierren incluso
rutas de comercio que ya estaban establecidas.
Tampoco el accionar de la derecha es similar a la
de 20 años atrás. Ha cambiado su discurso y su metodología. Hoy buscan
dirigentes jóvenes, con discursos populistas, dispuestos a trabajar la
territorialidad e, incluso a protagonizar (o animar) acciones violentas y
desestabilizadoras en sus países. Cuentan, además, con un poderoso respaldo
financiero foráneo y el altavoz de los medos cartelizados.
Lo cierto es que el bloque regional está en la mira
de la derecha internacional por su propia existencia. A diferencia de lo que
sucede en Europa, ninguno de los países del Mercosur ha propuesto combatir la
crisis con políticas de austeridad. Y por ello todos están siendo severamente
atacados por no priorizar la defensa del capital financiero sobre los intereses
de sus pueblos.
Es más, el próximo semestre se lanzarán las
negociaciones para la firma de un TLC y Acuerdo de Inversiones entre Estados
Unidos y la Unión Europea, para la construcción del Mercado Común Trasatlántico
(MCT), a fin de reanimar sus economía y frenar su desgaste ante los países
emergentes y el crecimiento de Asia, China y Brasil.
Este MCT debiera impulsar el libre comercio
mundial, activando negociaciones como el acuerdo entre Mercosur y la UE o las
negociaciones para la liberalización del comercio mundial de la Ronda de Doha
de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y, de concretarse, seguramente
perjudique a los países de la región que tienen acuerdos de libre comercio con
EEUU y la UE.
Mientras, las políticas europeas, chinas y
estadounidenses presionan la desindustrialización de las economías del
Mercosur. La presión por materias primas han desestimulado las inversiones
industriales ligeras y estimulado las extractivas en todos los países del
bloque.
Si bien dos terceras partes del comercio del bloque
es del sector automotriz, hay que recordar que estas ganancias (de casi siete
mil millones de dólares en 2011) son transferidas a sus casas matrices (empresas
trasnacionales). Una lectura seria de estas cifras hace el impulso de la
integración productiva de pequeñas y medianas empresas nacionales.
Durante la presidencia pro témpore de Venezuela sin
duda se acelerará la incorporación gradual de otros países sudamericanos al
bloque: sobre ello ya existe consenso. Bolivia ya firmó su adhesión, habría que
retomar las negociaciones con Ecuador, que ya se mostró dispuesto, y sumar a
Surinam y Guayana como miembros asociados.
No sólo disparan contra Maduro y la Revolución
Bolivariana: la meta es aniquilar los procesos de integración y poder someter
nuestras riquezas naturales a la expoliación de las trasnacionales y los
voraces capitales financieros, que está cumpliendo su tarea de pauperizar
también Europa.
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