La Alianza del
Pacífico, en la que se envalentona la derecha latinoamericana, se fortalecen la
economía de rapiña y el capital extranjero, y con la que EE.UU avanza sus
posiciones bajo la ideología del panamericanismo, representa la principal
amenaza a la integración nuestroamericana –martiana y bolivariana- del siglo
XXI.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Los cuatro jinetes del neoliberalismo posaron en Cali: los presidentes Peña Nieto, Santos, Humala y Piñera. |
En sus crónicas sobre
la Conferencia Monetaria Internacional de 1891, convocada por Washington para
consolidar su proyecto de hegemonía económica, comercial y, por supuesto,
política, sobre todo el continente americano, José Martí llegó a conclusiones
que conservan plenamente su vigencia para interpretar muchos de los
acontecimientos de este tiempo en nuestra América. En un texto publicado ese
año por La Revista Ilustrada de Nueva
York, Martí decía que la acción de un país en una unión de países siempre “será conforme a los elementos que predominen
en él, y no podría ser distinta de ellos”. Y con sabiduría de hombre natural,
agregaba: “Si a un caballo hambriento se le abre la llanura, la llanura pastosa
y fragante, el caballo se echará sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta
la cruz, y morderá furioso a quien le estorbe”[1].
Esta referencia
martiana resulta muy oportuna a propósito de la cumbre de la Alianza del
Pacífico celebrada en Cali en días pasados, y de la cual la prensa
internacional ha dado un relato sumamente revelador de la pasiones neoliberales
desbordadas por los protagonistas de este cónclave: las dentelladas furiosas que lanzan los gobiernos de derecha en América
Latina –y España- y los poderosos intereses que los sostienen, contra las ideas
y alternativas posneoliberales que han tomado fuerza en la región.
Sin las inhibiciones
diplomáticas que viven en otros foros latinoamericanos, los participantes en la
cumbre de la Alianza del Pacífico expresaron sus puntos de vista a un auditorio
dominado por jefes de gobierno y 400 empresarios, pero sin representantes de
los movimientos sociales, de sectores productivos afectados por las políticas
económicas neoliberales ni tampoco de organizaciones de la sociedad civil (Telesur,
23-05, 2013).
El presidente
anfitrión, Juan Manuel Santos, destacó lo que desde su perspectiva fueron
“decisiones históricas” tomadas por los miebros de la Alianza, “no retóricas, sino reales y concretas”, en
alusión a la incorporación de Costa Rica como miembro del grupo y la reducción
de aranceles para el 90% de los productos que intercambian México, Chile,
Colombia y Perú (La Jornada,
24-05-2013). Pero las de Santos también constituyen una crítica
velada a la dinámica política de otros espacios de integración como UNASUR,
ALBA o MERCOSUR, donde Colombia –y la derecha, en general- tiene menos
influencia.
El mandatario mexicano
Enrique Peña Nieto, mucho más romántico en la utopía neoliberal, calificó esta
iniciativa como un acuerdo de nueva
generación, que “busca también permitir el libre tránsito de personas,
compartir mercados de capital y una mesa de diálogo político”; mientras que sus
pares de Perú y Chile no ocultaron sus frustraciones ante las resistencias
antineoliberales que encuentran en sus países: Ollanta Humala “se quejó de la
burocracia que estorba los proyectos empresariales”; y Sebastián Piñera,
atormentado por la crisis del sistema educativo, atacó al “monopolio de los profesores, a quienes responsabilizó y consideró los ‘verdaderos adversarios’ de
la revolución educativa” (La Jornada,
24-05-2013).
Muchos más demagógicas
fueron las intervenciones de la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, y
del presidente español Mariano Rajoy: afectados por crisis políticas y
económicas que erosionan su legitimidad sin solución posible, y los dejan con
un apoyo popular cada día menor, ambos parecen echar mano de la radicalización
de sus discursos para ganar el favor, al menos, del capital extranjero y de la
potencias que tutelan sus gobiernos: Chinchilla declaró que “las alianzas no
deben enarbolar ideologías” que “entorpecen el libre comercio en América
Latina” (El Espectador, 23-05-2013 y La Nación,
24-05-2013); y Rajoy, en un arrebato de cinismo, y sin ruborizarse,
se atrevió a dictar cátedra con las evidencias de su propio fracaso: “Debemos
permitir que los empresarios creen empleos. En el mundo actual, las
administraciones no pueden permitírselo”…
Que nadie se engañe: la
Alianza del Pacífico, en la que se envalentona la derecha latinoamericana, se
fortalecen la economía de rapiña y el capital extranjero, y con la que EE.UU
avanza sus posiciones bajo la ideología del panamericanismo, representa la principal
amenaza a la integración nuestroamericana
–martiana y bolivariana- del siglo XXI, y al nuevo clima político impreso a la
región por los gobiernos nacional-populares: esos que, con el masivo apoyo
popular, pusieron fin a la larga noche neoliberal en nuestra América.
[1] “La Conferencia
Monetaria de las Repúblicas de América”, La
Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. En: Hart Dávalos, A. (editor)
(2000). José Martí y el equilibrio del
mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pág. 215.
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