Solo en lo que va de siglo, en América Latina y el
Caribe, el imperio ha puesto en funcionamiento su arsenal de alternativas
retrógradas en Venezuela, Haití, Bolivia, Honduras, Ecuador y Paraguay. Y
ahora, pretenden continuar su seguidilla de acciones intervencionistas en
Venezuela con motivo de la reciente elección presidencial en la que la derecha
no quiere aceptar el resultado.
Sergio Rodríguez Gelfenstein /
Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
En memoria de Javier Diez Canseco,
diputado y luchador revolucionario peruano y latinoamericano. Fallecido en Lima
el 4 de mayo de 2013.
La semana pasada se
entregaron algunos elementos que permitían ir viendo cómo se fue configurando
el golpe de Estado contra Salvador Allende. Quedó absolutamente claro que
Estados Unidos actuó como la herramienta de articulación para la creación del
ambiente político, económico y social que vertebraran la insurrección de la
oligarquía: generación de condiciones subjetivas a través de los medios de
comunicación, creación artificial de escasez, acaparamiento de productos de la
dieta básica, subversión de las fuerzas armadas, acciones violentas de
sabotaje, reclutamiento de terroristas e incorporación de un componente civil
que le diera veracidad institucional al alzamiento, tarea cumplida en primera
instancia por los parlamentarios y partidos de la derecha. Todo ello financiado
por el gobierno y algunas compañías transnacionales de Estados Unidos y
ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia como ha quedado visiblemente
demostrado en documentos desclasificados.
Sin embargo, tales
acciones fracasaron en primera instancia, cuando en marzo de 1973 la UP elevó
su votación y con ello su número de parlamentarios por lo que la salida
institucional quedó de lado y se dio pasó al plan para salir de Allende de
cualquier forma.
En ese contexto, la
derecha arreció sus ataques contra los sectores constitucionales de las Fuerzas
Armadas. El gran valladar era el General Carlos Prats quien se oponía a una
salida golpista a la crisis del país. La violencia se hizo más permanente, casi
100 muertos por violencia política se podían contar a esta altura en un país
que desarrollaba su proceso “en paz y en el marco de las instituciones”. Por
supuesto, la casi absoluta totalidad de los asesinados eran humildes militantes
de los partidos que apoyaban al presidente Allende. Los escenarios de conflicto
eran múltiples, destacándose el estudiantil donde le cupo un importante papel
subversivo a la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, en su
gran mayoría proveniente de los sectores empresariales y de la derecha
vinculada al Opus Dei.
Así mismo, el conflicto
era producido por el desabastecimiento y el acaparamiento de los productos de
primera necesidad. El pueblo creó las Juntas de Abastecimientos y Precios
(JAP) las que en coordinación con la Dirección de Industria y Comercio
(Dirinco) que en algún momento dirigió el General de la Fuerza Aérea Alberto
Bachelet, leal al presidente Allende,
dieron una batida contra los delitos económicos logrando atenuar la situación
creada, pero sin poder impedirla totalmente. Por esta acción, el General
Bachelet fue detenido, torturado y asesinado en la Academia de Guerra Aérea
después del golpe de Estado, por sus propios compañeros de armas. Su hija, ex
presidenta de Chile y actual candidata presidencial es hoy aliada de los que
crearon las condiciones políticas para el asesinato de su padre. Antes, hizo
una importante pasantía de estudios en el Departamento de Defensa de Estados
Unidos.
El 27 de junio, el
General Prats escapó de una provocación cuando iba en su vehículo, disparó
contra quienes lo agredían quienes se dieron a la fuga. Todo esto fue el
preámbulo del ejercicio de golpe de Estado que se llevó a efecto el 29 de junio
cuando el Regimiento de Blindados N° 2 de Santiago se sublevó contra el gobierno, intentando
tomar el Palacio de la Moneda que fue defendido por el General Prats en
persona. Los principales líderes de la organización fascista “Patria y
Libertad”, organizadora y promotora del alzamiento, huyeron del país. Esta
intentona produjo 20 muertos, la mayor parte de ellos civiles.
El 27 de julio fue
asesinado al frente de su casa el Capitán de Navío Arturo Araya Peeters, edecán
naval del presidente Allende, oficial constitucionalista, también leal al
Presidente. El hecho fue perpetrado por el agente de la CIA David Sánchez
Morales con el apoyo de “Patria Y Libertad”
y el Comando derechista Rolando Matus perteneciente al partido político
que dió origen a Renovación Nacional,
organización de la que es militante el presidente Sebastián Piñera. Los participantes en el homicidio del Capitán
Araya fueron hechos prisioneros y procesados, pero poco tiempo -posterior al
golpe de Estado- fueron indultados por Pinochet por “servicios prestados a la
Patria”.
El 22 de
agosto la mayoría derechista de la
Cámara de Diputados aprobó un Acuerdo en el que se establecía una
situación de “grave quebrantamiento del orden institucional y legal de la
República”. En él se acusaba al Gobierno de haber incurrido en
diversas violaciones tales como aplicar medidas económicas y políticas para
instaurar un sistema “totalitario, violar garantías constitucionales, dirigir
una campaña de difamación contra la Corte Suprema, violar la libertad de
expresión, reprimir con violencia a los opositores e intentar infiltrar
políticamente a las Fuerzas Armadas”.
En ese contexto, el presidente Allende se dispuso a
convocar a un plebiscito para que fuera
el pueblo quien decidiera si continuaba al frente de los destinos del país.
Incluso en esas desfavorables condiciones, Allende confiaba en su pueblo, en su
sabiduría y disposición de solucionar por vía pacífica lo que se pretendía
“resolver” a través de la violencia. No había ninguna duda que el presidente
hubiera renunciado, si los resultados le hubieran sido adversos. No temía
enfrentarse en las urnas electorales. La derecha sí. La convocatoria a
plebiscito aceleró los preparativos golpistas…lo demás es conocido.
Esto ocurrió siendo presidente de Estados Unidos,
Richard Nixon, republicano y blanco. Para los que creen que el partido político
o el color de la piel del presidente
modifican el comportamiento imperial de Estados Unidos, vale la pena revisar la
historia para ver que en cualquier época, la potencia del norte ha implementado
diferentes métodos de agresión acorde a cada situación, contexto y circunstancia. El peregrinar de
América Latina y el Caribe durante los dos siglos pasados recoge un inventario
de cursos de acción, instrumentos y utilización de diversos actores encaminados
al mismo objetivo: retrotraer la historia en aquellos países donde los pueblos
han elegido caminos de independencia y soberanía.
Solo en lo que va de siglo, en América Latina y el
Caribe, el imperio ha puesto en funcionamiento su arsenal de alternativas
retrógradas. En 2002 y 2003, golpe de
Estado y sabotaje petrolero con la paralización de la principal industria de
Venezuela con el objetivo de derrocar al Presidente Chávez. 2004, golpe de Estado, secuestro y expulsión del
país del Presidente Jean- Bertrand Aristide en Haití. 2008, intento
secesionista en Bolivia. 2009, golpe de Estado, secuestro y expulsión del país
del presidente José Manuel Zelaya en Honduras. 2010, intento de asesinato del
Presidente Rafael Correa y golpe de Estado en Ecuador. 2012, golpe de Estado
institucional en Paraguay y derrocamiento del Presidente Fernando Lugo.
Y ahora, pretenden continuar su seguidilla de
acciones intervencionistas en Venezuela con motivo de la reciente elección
presidencial en la que la derecha no quiere aceptar el resultado. Tal actitud
está validada por el no reconocimiento del gobierno de Estados Unidos al
Presidente Maduro, lo cual significa -en los hechos- el desconocimiento de la
institucionalidad del país, toda vez que los poderes del Estado en uso de sus
competencias respectivas dictaminaron el resultado electoral. La violencia
posterior, que trajo como consecuencia nueve ciudadanos asesinados entre ellos
dos niños, es responsabilidad directa de la derecha fascista, la que como hace
40 años en Chile pretende interrumpir el hilo constitucional a cualquier costo.
En uno y otro caso hay un elemento común: la intervención de Estados Unidos con
el objetivo de aplicar su conocida “receta” de destrucción, muerte e
intranquilidad para los pueblos.
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