Para el futuro próximo es previsible una UNASUR más moderada, un
retraso en los planes integracionistas promovidos por Chávez y un Mercosur aún
más limitado y con abundantes conflictos internos donde Brasil pesará más que
en el reciente pasado y Venezuela menos, pero no son previsibles cambios
dramáticos, a pesar de los puntos críticos venezolano y argentino.
Guillermo Almeyra
/ LA JORNADA
Una niña frente a un mural en las calles de Caracas. |
Desde el punto de vista de los gobiernos y las instituciones, los
cambios en América Latina producidos por la desaparición de Hugo Chávez son
importantes, pero no fundamentales. El proceso revolucionario venezolano está
más débil y por consiguiente sus adversarios están más fuertes, pero si la
dirección del Estado y del PSUV decidiese radicalizar y profundizar la
transformación del país apoyándose en sus bases, si redujese los despilfarros y
mejorase algo la distribución de alimentos y bienes, el cambio social podría
dar un nuevo salto adelante, ya que el ligero restablecimiento actual del
consumo y de la producción en Estados Unidos –el principal mercado venezolano–
da cierta estabilidad al precio del petróleo.
Sobre eso se basan, por otra parte, las seguridades dadas por el
gobierno de Maduro a Cuba, al ALBA y al Caribe en contra del griterío de la
derecha venezolana contra la regaladera de petróleo y de apoyos financieros a
los aliados de Venezuela y de las mismas concesiones en este plano que la
derecha del propio chavismo quiere hacer a la derecha antichavista. En Brasil,
al mismo tiempo, ante las elecciones del año próximo, la derecha no parece
tener ni candidato claro ni posibilidades de victoria; la economía está algo
mejor y el gobierno cuenta con el apoyo de las trasnacionales, el agronegocio y
el gran capital nacional, a los cuales ha hecho grandes concesiones, y no enfrenta
fuertes protestas sociales.
En Uruguay, en cambio, existe la posibilidad de que Tabaré Vázquez, la
derecha del Frente Amplio, sea el nuevo presidente, lo cual debilitaría los
lazos con Brasil (y con Venezuela), agravaría las tensiones con Argentina y
fortalecería una tendencia a acercarse a Estados Unidos y a tratar de formar un
bloque muy moderado en la UNASUR, pero ese cambio sería gradual y cuantitativo,
no cualitativo. El nuevo gobierno colorado de Horacio Cartes, corrupto y de
derecha, en Paraguay está por su parte muy ligado a Brasil y no podrá mantener
la oposición al papel de Venezuela en el Mercosur ni oponerse eventualmente al
ingreso de Ecuador y Bolivia.
En cuanto a Perú, el moderado Ollanta Humala sigue bajo el fuego
derechista de Alan García y del fujimorismo y además tiene el problema
fronterizo con Chile, lo cual, unido al crecimiento económico, permite pensar
que en lo inmediato mantendrá su política. En Colombia, el presidente Santos
mira con un ojo lo que sucede en Venezuela, tratando de no comprometerse con la
derecha de ese país y de mantener el comercio fronterizo; con el otro ojo
vigila el sabotaje constante que le hacen el ex presidente Álvaro Uribe y la
extrema derecha, y trata de contrarrestarlo con las negociaciones de paz con
las guerrillas y con promesas vagas de reforma agraria.
En Ecuador, Rafael Correa se afirmó mucho frente a la derecha con su
control de la Asamblea y la oposición social de izquierda está más débil que
nunca, lo cual le da importante campo de maniobra a un progresismo oficial de
tipo socialcristiano. En Bolivia la derecha no está en condiciones de enfrentar
al gobierno de Evo Morales que, por el contrario, encuentra oposición en los
movimientos sociales, pero ha logrado progresos para la economía en general. Lo
más interesante en el continente se está produciendo, por último, en Chile
donde las luchas indígenas, las huelgas y el constante movimiento estudiantil
por una educación laica, estatal y gratuita coinciden con la candidatura
presidencial de Michelle Bachelet (aunque no la apoyan) y llevan así a ésta y
al Partido Socialista a correrse algo hacia la izquierda. Por lo tanto, para el
futuro próximo es previsible una UNASUR más moderada, un retraso en los planes
integracionistas promovidos por Chávez y un Mercosur aún más limitado y con
abundantes conflictos internos donde Brasil pesará más que en el reciente
pasado y Venezuela menos, pero no son previsibles cambios dramáticos, a pesar
de los puntos críticos venezolano y argentino.
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