La vida se nos está
empezando a ir a todos los que fuimos contemporáneos del gran líder estudiantil
Oliverio Castañeda de León. Oliverio mismo tendría ahora recién cumplidos 63
años. Asesinado en las cercanías del entonces Parque Central de la ciudad de
Guatemala, contaba con 23 años en aquel aciago día del 20 de octubre de 1978.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Oliverio Castañeda de León |
Cuarenta años
transcurrieron desde aquel entonces y en efecto, el mundo ha cambiado
radicalmente desde aquel momento en que Oliverio pronunció su último discurso y
aquella frase que ha quedado como una suerte de testamento político: “Ellos
pueden matar a nuestros dirigentes, pero mientras haya pueblo habrá
revolución”. En el momento de pronunciar
aquella enfática afirmación, lo que Lenin y Gramsci llamaron “la actualidad de
la revolución”, era un hecho incontestable. Desde 1917 con el triunfo de la
revolución bolchevique, el planeta entero estaba marcado por lo que se pensaba
era el inicio de la transición mundial del capitalismo al socialismo. Pese a la
derrota revolucionaria sufrida en la Europa de entreguerras, el aplastamiento
del fascismo logrado con el concurso esencial de la Unión Soviética, había
reiniciado un flujo revolucionario encarnado en la presencia creciente de un
campo socialista, el movimiento sindical y el auge de los movimientos de
liberación nacional. La derrota del imperialismo francés en Dien Bien Phu
(1954) y en Argelia (1962), la derrota
estadounidense en Vietnam (1975), el poderío de la URSS y el auge de la clase
obrera en muchos países, mostraban que no era descabellado pensar que el
capitalismo estaba a la defensiva.
Cuando Oliverio
Castañeda de León pronunció aquel discurso rematado con una convicción
revolucionaria, Centroamérica se encontraba en efecto en una creciente
situación revolucionaria. El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en enero de
1978 había desencadenado una ola insurreccional que no pararía sino hasta el 19
de julio de 1979 con el triunfo sandinista. Y esa oleada revolucionaria se
transmitiría a El Salvador y Guatemala. Aquel 20 de octubre de 1978, cuando
Oliverio bajó de la Concha Acústica del Parque Centenario y junto a algunos de
sus compañeros del movimiento estudiantil, se encaminó por la Sexta Avenida
hacia el Pasaje Rubio en donde cumplió su cita con la muerte, el amanecer había
dejado de ser una tentación como diría Tomas Borge y la revolución era una real
posibilidad. Era Oliverio un joven de
cabello castaño y tez blanca, de clase media acomodada, egresado del Colegio
Americano. Tres años antes hubiese parecido muy improbable que se convertiría
en un militante de la Juventud Patriótica del Trabajo, un brillante líder
estudiantil y después de su asesinato, en un ícono de la juventud
revolucionaria.
Desde 1978, mucho de lo
que alimentaba el optimismo revolucionario ha desaparecido. El socialismo real
se derrumbó, la socialdemocracia clásica se volvió neoliberal, la clase obrera
se encuentra desarticulada, el neoliberalismo se convirtió en una realidad
rampante. El mismo concepto de revolución necesita ser resemantizado. Pero como
han demostrado los procesos políticos latinoamericanos de este siglo, resulta
cierto que mientras haya pueblo habrá revolución.
1 comentario:
Sí , mientras haya Pueblo habrá revolución . ..... la salida masiva de hermanos hondureños es una manifestación de dolor y repudio a las condiciones de vida de la mayoría de centroamericanos y latinoamericanos . Se marchan en gran caravana arriesgando todo ....arriesgan su vida y las de sus hijos , y que más pueden perder ? y con seguridad los que puedan y quieran seguirlos , sin ser hondureños , pero compartiendo las precariedades de vida , se unirán . Es también una revolución . Ante el fracaso, negligencia y la gran indiferencia de la SIECA , SICA , PARLACEN , CSUCA , ACNUR y que se yo cuantos organismos inútiles más , no queda otra salida . Toda nuestra solidaridad !!! para con nuestros hermanos ...
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