Resucitará
San Romero para pedirle a EEUU que cese la represión en su propia frontera.
Washington y el centro financiero de Nueva York se llevan todas las riquezas
del pueblo hondureño. Las empresas bananeras, las madereras, las azucareras,
las mineras y otras incontables propiedades de trasnacionales norteamericanas
no descansan extrayendo riquezas.
Marco Gandásegui, h. /
Para Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Hace 10 días
la Iglesia católica santificó al arzobispo salvadoreño Oscar Romero. En la
ceremonia, el papa Francisco vistió el cinturón litúrgico manchado de sangre
que san Romero llevaba cuando fue asesinado el 24 de marzo de 1980. El día
anterior a su muerte, el arzobispo había pronunciado un sermón en donde instaba
a los soldados salvadoreños a desobedecer las órdenes de sus superiores:
“Quiero hacer
un llamado a los hombres del ejército y a las bases de la Guardia Nacional, de
la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a
sus mismos hermanos campesinos. Ante una orden de matar que dé un hombre debe
prevalecer la ley de Dios que dice ‘No matarás’. En nombre de Dios y en nombre
de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo, les suplico, les
ruego, les ordeno, en nombre de Dios: cesen la represión”.
Para la misma
fecha partió una Caravana de casi tres mil personas desde Honduras con destino
a EEUU. Hombres, mujeres y niños van en búsqueda de la paz y de empleos. Las
ciudades y los campos hondureños se han vuelto tierras de asesinatos a todos
aquellos que aspiran a una vida mejor, a quienes quieren educar a sus hijos.
Hace casi 40 años San Romero pidió que cesara la represión contra el pueblo. La
matanza continúa y todo indica que no cesará.
Al igual que
en otras regiones de América Latina, EEUU y el resto del mundo, la desigualdad,
la pobreza y la injusticia están a la orden del día en el triángulo norte de
Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras).
Mientras los
peregrinos caminan hacia la frontera sur de EEUU, llegó en forma sorpresiva a
Panamá y a México el secretario de Estado de EEUU. En el caso de Panamá, le dio
órdenes al presidente Juan Carlos Varela que desacelerara sus negociaciones
comerciales con China Popular. Al presidente mexicano (a quien le queda un mes
en el poder político) le ordenó que detuviera la Caravana que ya entró a
territorio azteca. Los hondureños no pretenden entrar a EEUU en forma ilegal.
En su gran mayoría buscan refugio en el país del ‘sueño americano’.
El secretario
Mike Pompeo conoce muy bien las causas que promovieron la Caravana. Sabe muy
bien como y quiénes originan los ‘problemas humanitarios’ pero todo indica que
no tiene idea alguna de cómo controlar los efectos. Desde hace más de 150 años
EEUU interviene directamente en los asuntos internos de México y Panamá,
pasando por Centro América. La Caravana tiene su origen inmediato en el golpe
de Estado en Honduras en 2009 y en el fraude electoral de 2017. EEUU tiene mas
de siglo y medio explotando a Honduras y su gente. Cada vez que el pueblo
quiere establecer un orden, Washington interviene militarmente y pone fin a los
proyectos de desarrollo. La represión no cesa y los muertos se acumulan. EEUU
es la fuente de las armas, entrenamiento militar y finanzas para esta barbarie.
En el corazón de Honduras se encuentra la base militar norteamericana Palmarola
creada para reprimir a todos los pueblos centroamericanos, comenzando por
Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En el siglo XXI se ha convertido en el
cuartel central desde donde se reprime a los propios hondureños. En EEUU los
hondureños también son reprimidos.
Las
estadísticas hablan solas: miles de campesinos masacrados, centenares de
activistas de derechos humanos muertos y decenas de periodistas asesinados. En
EEUU los políticos dicen que las víctimas de las masacres son violadores. El
presidente Trump ordenó cerrar la frontera y quiere movilizar el Ejército de
ese país para enfrentar a lo que llama demagógicamente la ‘invasión’.
¿Convertirá la frontera entre México y EEUU en ríos de sangre?
Resucitará
San Romero para pedirle a EEUU que cese la represión en su propia frontera.
Washington y el centro financiero de Nueva York se llevan todas las riquezas
del pueblo hondureño. Las empresas bananeras, las madereras, las azucareras,
las mineras y otras incontables propiedades de trasnacionales norteamericanas
no descansan extrayendo riquezas. La mano dura militar y la corrupción de la
oligarquía da como resultado la migración. Trump (antes que él, Obama, Bush,
Clinton y un largo etcétera) derrama lágrimas delante de los trabajadores
norteamericanos acusando a los centroamericanos de ser los culpables de sus
males.
Se oye el
grito de San Romero: “¡Cesen la represión!”
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